En esta oportunidad quiero compartir con ustedes una pregunta que se me hizo hace algún tiempo por correo electrónico y la respuesta que di pues que creo es valiosa para esta columna
Pregunta: Tenemos un grupo con tres líderes de adoración en nuestra iglesia. Hace unos dos años teníamos cuatro, pero uno de ellos dejó la iglesia porque no estaba de acuerdo con el pastorado. Desde entonces hemos estado compartiendo responsabilidades y tengo que decir que las cosas han ido muy bien.
Sin embargo el líder de adoración que se marchó quiere regresar y hace cuestión de un mes se le dio la oportunidad de dirigir la alabanza. Es un buen músico y todos estamos contentos por su regreso. Sin embargo dice que no está preparado para venir a los ensayos entre semana cuando otros dirigen, pero que si tocaría los domingos. Menciona que no quiere ocupar “su semana”.
Parece que no está interesado en compartir la visión con el liderazgo de la iglesia. En el pasado causó muchos problemas, pero sin embargo nos estamos preparados para darle otra oportunidad. ¿De qué manera piensas que podamos persuadirlo para que forme parte del equipo?
Respuesta:
Quiero darle las gracias por su correo, creo que a Dios le agrada el deseo que usted tiene para resolver esta situación en una forma que sea para su Honra.
Servir en una posición de liderazgo en la Iglesia de Jesucristo no es algo que podamos escoger basados en nuestras propias demandas y condiciones. Dios ha enunciado cualidades específicas que deben tener los líderes en la iglesia las cuales se encuentran en la Primera Carta de Timoteo 3 y en Tito 1. Aunque están enunciadas para la escogencia de los ancianos, me parece que aquellos que dirigen la adoración en la iglesia deberían de seguir los mismos estándares.
La primera característica de un líder es que sepa como seguir a otros líderes en humildad. Pareciese que esto no es precisamente lo que caracteriza al líder del que habla. Jesús ha dicho claramente el tipo de líder que Él busca en Mateo 20:25-28.
“Jesús los llamó y les dijo: ‘Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos'” (NVI)
Si este líder no está interesado en compartir la visión de ustedes, pasar tiempo con los miembros del equipo, o venir a los ensayos cuando otros dirigen, no está en la posición para dirigir a la congregación a darle honor a Dios.
Me parece muy noble que ustedes quieran “darle otra oportunidad”. Sin embargo, lo que este líder necesita es conocer bien el estado de su corazón y la provisión de Dios dada por el evangelio. Yo animaría al pastor a que dedique un tiempo para que pueda conocer las cualidades que Dios busca en cada líder. Además el pastor debería testificar con ejemplos de su vida como Dios le ha mostrado cuales son esas cualidades. Con esto, este líder debería buscar el rostro de Dios discernir su propio pecado y como Dios le ofrece misericordia y el perdón a través del evangelio, y los numerosos medios de la gracia que Dios nos ha dado en Su Palabra, la Iglesia, oración, etc. Yo le alentaría a leer libros clásicos como “La disciplina de la Gracia” (Jerry Bridges), o “La humildad” (Andrew Murray).
Cualquiera que quiera ministrar en la adoración debe ser un “adorador ministrado”. Es aquí donde me preocupa que este ex-líder pareciese estar más preocupado por su propia gloria que la de Dios. Sería contraproducente para darle un lugar en el liderazgo a esta persona, independientemente de sus dones musicales. Un músico sin tanta destreza musical pero humilde le da más Gloria a Dios que uno muy calificado pero orgulloso.
Que Dios nos de de sabiduría en este sentido y que en nuestras iglesias se levanten músicos y adoradores que reconozcan que no hay nada de lo que tienen que no les hayan sido dado. (1 Corintios 4:7).
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