Del escritorio de Julio Ruíz

La Iglesia como rebaño

(Juan 10:7-15; 27-30)

 

INTRODUCCIÓN: Hoy queremos hablar de la “iglesia como rebaño”. ¿Cuál es la importancia de esto?  Ninguna condición es más triste que ver a una oveja descarriada. La parábola de las “cien ovejas” es única en este sentido. La verdad es que son cien ovejas, no noventa y nueva, de allí el interés del pastor para que la extraviada regrese al redil. Las ovejas son objetos de especial cuidado para el Señor. Es el término con el cual se ubica a todos aquellos que llegan a ser parte de su pueblo, conocido como su rebaño. ¿Por qué esta figura? Porque cada ser humano, por más rebelde que sea, tiene la necesidad de una dependencia. Ningún animal requiere de especial conducción como la oveja. Usted deja a un perro en cualquier sitio y con mucha probabilidad va a llegar a la casa, pero si hace lo mismo con una oveja, se pierde, porque no tiene sentido de dirección. Cuando Cristo veía a las multitudes tenía compasión de ellas porque las veía como “ovejas sin pastor”. La gente de nuestro tiempo está en la misma condición. Muchos no saben por qué viven. Algunos son movidos de un lado para otro, siguiendo lo que los demás siguen. Semejante cuadro nos habla de un inmenso peligro. Jesús ha hablado sobre los ladrones y salteadores, refiriéndose a todo aquello que atrapa el alma y la destruye. Jesús es el verdadero Pastor, bueno y generoso que conoce nuestros nombres, nuestras características personales, nuestra historia y que nos ama con un cariño único e irrepetible. Ser parte de su rebaño nos confiere la seguridad más grande, pues se trata de los eternos redimidos. Veamos la naturaleza de este rebaño.

 

I. TIENE UN BUEN PASTOR QUE LA CONDUCE

 

1. Conduce con una voz inconfundible v. 27. “Mis ovejas oyen mi voz”. Aquí tenemos el primer distintivo que nos  indica si estamos o no  en el rebaño correcto.  La clave es oír la voz del pastor. La gente oye hoy de todo. Hay una tendencia a oír las cosas más absurdas y hasta sin sentido, y prestarles atención. Es asombroso cómo la gente oye a tantos engañadores,  pero no oye la voz del Señor. Las auténticas ovejas se identifican con la voz de su Señor. Cristo no contará entre sus llamados a quienes se hagan los sordos y a los que no respondan a las demandas de su salvación. Los judíos no oyeron la voz de Jesús, por lo tanto, tampoco la reconocieron. Jesús dice que las ovejas que él reconoce como tal, aquellas que él llama “mis ovejas”, le oyen de una manera clara. La voz de Jesús es tierna, amante y compasiva. Es cierto que tenía una voz de autoridad, sobre todo cuando habló a los fariseos y a los hipócritas, pero su voz estaba llena de amor y de misericordia. Su voz despertaba simpatía, tanto así que los mismos niños venían a él. Es la voz que le dijo a Lázaro “ven fuera”. Es la voz que reprendió la tempestad. Es la voz que habla a la soledad, al corazón contrito y humillado, al que está triste y sin esperanza. Es la  voz del buen pastor que está delante  y dice “ven”. Es la voz que ha dejado las noventa y nueve en aprisco y te comienza a llamar por tu nombre y te sigue llamando hasta que le  escuches. Es la voz que un día pronunciará tu nombre cuando esté leyendo los nombres al abrir los el Libro de la Vida. Es la voz que hoy te llama para que seas parte de su rebaño.

 

2. Conduce con un conocimiento inconfundible v. 27b. Esto significa que él tiene la capacidad para distinguirlas de las demás. Este es el privilegio más grande que pueda tener hombre alguno. Prefiero ser bien conocido por Dios que ser conocido por el mundo. Que Jesucristo te conozca significa que él te ha recibido tal y como estás para salvarte. Significa que donde estés o donde vayas, él te conoce. Significa que llevas en ti mismo su sello de pertenencia. Significa que nada ni nadie podrán separarte de su amor y de sus promesas. Ser conocido por el Buen Pastor es saber que no podrás perderte nunca jamás. Es saber que aunque estés en medio de una multitud, como el caso de las ovejas cuando abrevan juntas, él sabe quién eres y cómo te llamas. Necesitas estar seguro que Dios te conoce. Fue el apóstol Pablo quien afirmó lo dicho por Juan, pero a su vez nos emplazó con las demandas del evangelio, al decirnos: “Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Ti. 2:19). La salvación plantea el reto de ser conocidos por el Señor. La verdad es que mucha gente cree en Dios pero no han sido conocidas por él. Triste el día cuando algunos dirán “Señor, Señor…” y él les tenga que decir: “Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad”. Hay que conocer al Buen Pastor.

 

II. TIENE UN BUEN PASTOR QUE LA CONDUCE HASTA LA PUERTA

 

1. Jesús mismo es la puerta v. 9. Jesús presentó el símil de la “puerta, el pastor y las ovejas” a los judíos  que pensaban que eran las únicas ovejas de Dios y a los fariseos que se consideraban los únicos pastores de su pueblo. Para muchos  tuvo que ser una sorpresa cuando él mismo dijo que tenía otras ovejas que debería traer a su corral. Hay puertas que son exclusivas para cierto tipo de personas. Hay lugares donde no todo mundo entra. Jesús es la única puerta donde todos pueden venir y por donde todos pueden entrar. Fue él mismo que dijo: “El que a mí viene no le echo fuera”. Jesús habla de “ladrones y salteadores” que vinieron antes que él. Aquello era una clara referencia a esa élite religiosa exclusiva que ponían pesadas cargas a sus seguidores que ellos mismos no se atreverían mover. Mantenían una puerta exclusiva donde la gente humilde estaba excluida. Pero Jesús era todo lo contrario. Jesús fue una puerta abierta para el despreciado Zaqueo. Lo fue para la mujer samaritana, tan mal vista por la sociedad. Lo fue para María Magdalena, para un Pedro y sus compañeros. Lo fue para los leprosos, un despojo social. Y Jesús sigue siendo una puerta abierta para  “todo aquel que él crea no se pierda, más tenga vida eterna”. Por supuesto que llegará el día cuando la puerta se cerrará. Así como cuando se dio el diluvio, Dios mismo se encargará de cerrar la puerta, y será muy tarde.

 

2. Es una puerta exclusiva v. 9b. Los hombres han creado su propia manera de alcanzar a Dios. Esta es la razón por la que  tenemos tantas religiones en el mundo. Todas ellas ofrecen distintos caminos para llegar a Dios. Los hombres han desarrollado sus propias filosofías y sistemas de creencias con las que pretenden alcanzar a Dios. Lo mismo hacen los moralistas, quienes pretenden agradar a Dios viviendo una vida con altos estándares éticos, sin que Dios tenga que intervenir en eso. Pero lo que muchos desconocen es que Dios no acepta ningún otro camino para llegar a su presencia a menos que sea el mismo que ha establecido. La única manera de tener acceso a Dios es a través de Cristo. Pablo lo dijo de esta manera: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Ef. 2:18).  Antes que Cristo viniera existía en el templo un área llamada el “lugar santísimo”. A ese sitio tenía acceso solo el sumo sacerdote una vez al año. Pero cuando Cristo murió el velo que cubría ese lugar se rompió, diciéndonos con esto que ahora hay un acceso directo a Dios labrado por medio de la muerte de Cristo. El escritor a los hebreos, hablando de ese sacrificio que nos permite esa entrada, lo expresó así: “Por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (He. 10:20). Y Cristo lo afirmó de esta manera: “Nadie viene al Padre sino a través de él” (Jn. 14:6). Intentar entrar por otra puerta que no sea Cristo, es ser un salteador.

 

3.  Jesús es la puerta de la salvación v. 9c. Cristo afirmó que quienes entren a través de él  como la puerta de las ovejas serán salvos. Esta afirmación pone de manifiesto que toda persona que no haya entrado por la puerta que ha abierto Jesús, está perdida. Nos dice de una manera clara que la “seguridad” en la que viven muchos hombres respecto a su destino eterno, es un vil engaño. La única manera para salvarse es atravesando la puerta de la salvación. Sobre esto, el mismo Jesús dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;  porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:13, 14). Jesús dice que esa puerta es “estrecha”, no en el sentido que le sea negada para algunos, sino porque demanda sacrificio, entrega, negación. Mientras que la puerta que conduce a la perdición se describe como ancha y espaciosa. Los que entran por la puerta ancha descubren también un camino ancho, pero al final ese camino conduce a la perdición. Jesús dijo que muchos andan por él. Pero también dijo que los que entran por la puerta estrecha van por el camino angosto, pero ese camino es el que conduce a la vida y pocos son los que andan. ¿En cuál camino andas? ¿Estás seguro de andar por el camino correcto? Jesucristo te asegura la salvación.

 

III. TIENE UN BUEN PASTOR QUE LA CONDUCE HASTA LA PUERTA DONDE HALLARÁ PASTO

 

1. El pasto de la vida eterna v. 28. Note quien es el dador de esta vida. Tenga en cuenta su posición con el Padre. El donante de tal vida tiene el poder para darla. Mire lo que él hizo para concederla. Evalúe las dimensiones de su amor al entregarse para que ello fuera posible.  Tome en cuenta, además, que esta vida es regala; eso es, gratuita. Jesús dijo, “yo les doy”. Es dada por la libre gracia del Señor. El Padre eterno concedió al Hijo para que diera a sus ovejas este bien eterno. La vida eterna no es un bien pasajero. En todo caso, será un bien que jamás se acabará. Las cosas de mayor valor en la tierra perecerán con los años. La sentencia para todo lo que vemos es la de un final en el tiempo y el espacio. Note, además, que  esta  vida eterna no es algo que comenzará en el futuro. La promesa de Jesús es de un regalo presente. De esta manera sabemos que la vida eterna no comenzará en el cielo. Ella comienza desde el mismo momento que sus ovejas oyen su voz y le siguen. La obtención de esa vida es por medio de la fe en Jesucristo (Jn. 3:16) No hay vida eterna fuera de él. La vida eterna tiene como fruto el servicio espiritual (Jn. 4:36) Ninguno que posea esta vida  puede vivirla sin estar dando frutos. Esto es así, porque el propósito de la vida eterna es para que se conozca al Dios verdadero (Jn. 17:3) Así tenemos que el asunto más grande que el Señor quiere darnos es la vida eterna. Fue por eso que él dijo: "buscad primeramente el reino de los cielos". Si esto es primero, entonces, "todas las demás cosas os serán añadidas" (Mt. 6:33) La vida eterna equivale a la vida abundante de acuerdo a Juan 10:10. Quien tenga este bien eterno gozará de los demás bienes, incluyendo los  temporales.

 

2. El pasto de la seguridad eterna v. 29. Jesús iba camino al calvario cuando pronunció esta promesa. Enemigos como la muerte, el pecado y Satanás no habían sido derrotados. Sin embargo, Jesús garantiza —como un hecho consumado—la imposibilidad de un poder mayor que el suyo que le pudiera arrebatar de sus propias manos las ovejas que ha reconocido como suyas. Y por si le faltara algo más a esta garantía de protección divina y eterna, Jesús dice: "Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre" v. 29. El Padre es más grande que todos sus enemigos juntos. Él es más grande que nuestras adversidades. Él es más grande que mis propias dudas y mis complejos. El Padre es más grande que toda la fuerza del infierno y de la tierra combinada juntas. El Padre es más grande que el poder del pecado y de Satanás. El poder del Padre puede esconderle en su propia mano de donde nadie podrá arrebatarle. Note que Jesús habla de su mano y de la mano de su Padre. ¿Puede usted imaginarse alguna garantía mayor? ¿Puede usted vivir inseguro con semejante promesa? ¿Puede usted dudar de su salvación con tamaña declaración divina?

 

3. El pasto de la satisfacción eterna v. 9c. Este versículo tiene un mensaje completo. Jesucristo no solo es la única puerta de entrada; no solo te ofrece salvación; no solo te asegura libertad, sino que también te llena de contentamiento. “Y hallará pasto…”, es una nota llena de certeza, de seguridad, de satisfacción. El “pasto” es el alimento que requería la oveja. El “pasto” aquí representa lo que en verdad puede llenar el corazón hambriento. Si la comida que el mundo le ofrece al hombre lo llegara satisfacer entonces no tuviera hambre. Pero la verdad es otra. La comida del mundo es parecida a la que les traían a Daniel y a sus amigos, ofrecida primero a los ídolos. La comida del mundo está contaminada por el pecado. Es como aquellas algarrobas  que anhelaba el “hijo pródigo” en su desesperación por llenar su vientre con algo de comida. El pasto que Jesús ofrece es fresco, es balanceado, es nutritivo y tiene vida. Fue el mismo quien dijo: “Yo soy el pan de vida, el que de mí come no tendrá hambre jamás”. El alma que viene a Cristo no queda defraudada. En él encontramos total satisfacción para nuestra alma cansada y hambrienta.  Jesús advirtió que hay un ladrón (v.10) que deja la vida vacía, pero él que el propósito de su venida fue para que tuviéramos vida y “vida en  abundancia”.   

 

CONCLUSIÓN: En Cantar de los Cantares encontramos esta interesante declaración. “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; Pues ¿Por qué había de estar yo como errante Junto a los rebaños de tus compañeros?” (Cantares 1:7). Para el errante que busca un rebaño, Jesús ha dicho que es la Puerta. Para el que quiere saber dónde apacienta, él ha dejado su iglesia. Para el que quiere saber dónde sestea, lo hace al lado de su Padre. Asegurémonos de encontrarlo hoy.

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