Del escritorio de Julio Ruíz

El pecado de la hipocresía: mentiras mortales

El pecado de la hipocresía

 

Alguien ha dicho que si Dios castigara el pecado de la hipocresía como al principio de la iglesia, cada domingo estuviéramos celebrando funerales. Estudio basado en Hechos 5:1-11.

El tema para hoy no fue sacado de alguna película de suspenso, sino de la historia de una pareja que eran miembros de la primera iglesia de Jerusalén. Con el presente episodio se aplica el viejo refrán que nos recuerda que unas cuantas manzanas podridas arruinan el resto de ellas. El asunto es que la iglesia de Jerusalén fue creciendo a pasos agigantados.

Los reportes hablaban de un crecimiento indetenible. Miles de personas se sumaban a su número. Su influencia en la ciudad fue creciendo también. La iglesia ya no era un movimiento clandestino de unos pocos galileos, porque ahora miles fueron parte de este cuerpo de creyentes, pero de repente se presentó una amenaza a este crecimiento. Y la amenaza no nació afuera sino de las mismas filas de su membresía.

Vino de una pareja que quiso emular el ejemplo de Bernabé, pero con una descarada mentira. Ellos no midieron que su mentira la hicieron en contra del Espíritu Santo, muriendo los dos en un espacio de tres horas. Así que Safira ha sido la viuda que menos tiempo ha durado viva después de la muerte de su esposo.

Este es uno de los pasajes que más nos impactan del libro de los Hechos, y quizás de toda la Biblia. Nos revela que la iglesia está compuesta por personas desprendidas y compasivas como Bernabé, pero también por personas como Ananías y Safira con motivaciones malsanas. Amados hermanos, uno de los textos que conocemos muy bien por su fuerte y directo mensaje, y que a veces ignoramos sus consecuencias, nos dice: “Porque la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23).

Como quiere que suceda, el salario del pecado tiene que ver con la muerte física y espiritual. Pues bien, el pecado de mentir al Espíritu Santo y su terrible consecuencia, es lo que da origen a nuestro tema: “Mentiras Mortales”. De esta inusual historia traemos los efectos del pecado de la hipocresía en la iglesia. Aunque es cierto que cada pecado es una ofensa delante del Señor, ninguno parece producir más su ira que este.

Alguien ha dicho que si Dios castigara el pecado de la hipocresía como lo hizo al principio de la iglesia, cada domingo estuviéramos celebrando funerales. La gran pregunta que surge en la consideración de este tema es, ¿por qué hay que confrontar al pecado de la hipocresía? ¿Por qué el creyente debe examinar su vida de este ofensivo pecado?

El pecado de la hipocresía debe ser confrontado porque te hace vivir con una doble vida

Casados con la misma mentira

Hechos 5:1. Lucas inicia este capítulo con un “pero” que hace cambiar todo lo anterior dicho. “Pero cierto hombre llamado Ananías…” es la frase que conecta lo anterior. Cada vez que encontramos la conjunción “pero” es para indicarnos el otro lado del asunto. Por ejemplo cuando alguien le dice: “Me gustó lo que dijiste, pero…”.

A lo mejor el “pero” que oyó lo hace sentir mal frente a lo bueno que pudo hacer. El ejemplo de Bernabé acerca de su generosidad y su espíritu consolador brilló con una luz que sigue hasta hoy. Ananías y Safira quisieron parecerse a este singular hombre, pero acosta de una mentira. Ellos planificaron con frialdad lo que pensaron que nunca se sabría. El delito de este matrimonio no fue que hayan vendido su propiedad y se quedaran con parte de ella.

Su pecado consintió en tratar de imponerse sobre los demás apóstoles con una muy notable y visible mentira, así como una declarada codicia. Note la frase que dice: “… sabiéndolo también su mujer”. Era un matrimonio cristiano que se dejó llevar por el orgullo de querer aparentar lo que no eran. Eso es hipocresía. Cuando se odia lo que Dios ama y se ama lo que Dios odia se lleva una doble vida.

Ocultando la otra parte

Hechos 5:2. Ananías y Safira hicieron las cosas fríamente calculadas. En algunas de aquellas noches consultaron entre ellos acerca del monto que iban a entregar sobre su propiedad, pero fue obvio que no consultaron al Señor. Creyeron que podían engañar a los apósteles, pero hicieron mal sus cálculos porque se olvidaron que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo lo cual le permitía tener un discernimiento acerca de la hipocresía.

La apariencia de una vida piadosa pronto queda al descubierto. Estos esposos quisieron impresionar a la iglesia dando una parte del monto de lo vendido como si fuera de toda su propiedad. Hay una mentira cuando pretendemos usar lo que le pertenece al Señor y al final nos quedamos con una parte. Cuando esto hacemos reflejamos un carácter cristiano con una doble vida, ocultando lo que hacemos sin pensar que algún día se sabrá todo.

De manera, pues, que el pecado que se comete en la iglesia llega a ser más dañino que cualquier persecución de afuera. Pero la verdad siempre triunfa sobre el pecado. Cuando amamos las cosas que tienen un potencial para destruir nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo y nuestra paz espiritual, debemos prepararnos porque “no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto; ni escondido, que no haya de salir a la luz” (Mr. 4:22).

Un corazón lleno de Satanás

Hechos 5:3. Pedro conocía muy bien la obra de Satanás, pues la experimentó en carne propia cuando por su propia culpa negó al Señor tres veces. Así que cuando confrontó a este matrimonio mentiroso fue directo en su pregunta: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón…?”. Semejante pregunta nos revela que cada mentira que salga de nuestro corazón, tiene por padre al mismo Satanás. Entonces, ¿puede un creyente dejar que Satanás llene su corazón para hablar una mentira? Pues esto es lo que sugiere el texto y después es afirmado por Pablo (Ef. 4:27-32).

El pecado de la hipocresía que tiene su origen en la mentira es un asunto muy serio. Cuando un creyente le permite a Satanás llenar su corazón, su vida se divide entre querer agradar a Dios y las cosas en las que ahora te “gozas”. Pero, ¿cómo puede Satanás llenar el corazón de un creyente para que peque contra Dios? Hay varias maneras y todas muy sutiles. Cuando andamos solos y coqueteamos con la tentación como Eva.

Cuando estamos ociosos y sin saber qué hacer como David. Cuando seguimos a Jesús de lejos como Pedro. O cuando perdemos la comunión con el Señor, llegando amar más al mundo y sus deseos (1 Jn. 2:15-17). Satanás puede llevarnos a vivir con adicciones que nos hacen insensibles a la voz de Dios. Su interés es que tengamos una vida cristiana llena de falsedad, sin ningún poder espiritual.

El pecado de la hipocresía debe ser confrontado porque es una afrenta contra el Espíritu Santo

¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…?

Hechos 5:3. No sabemos cómo supo Pedro lo que hizo Ananías para mentir al Espíritu Santo, pero recordemos que ahora hay una comunión íntima entre ambos. El asunto es que la afrenta contra el Espíritu Santo es un tema muy serio en la Biblia.

Hay cuatro pecados que se cometen contra el Espíritu Santo: contristarlo, apagarlo, mentirle y blasfemarlo. De estos cuatro pecados, la mentira fue la que Satanás introdujo en la naciente iglesia con estos infelices resultados. Hay una gran ironía en esta pregunta, pues la vida de un creyente debe llenarse con la persona del Espíritu Santo, no con la de Satanás.

¿Cómo puede suceder esto? Bueno, las cosas ocultas del corazón son las puertas por donde Satanás se filtra. Aunque si bien es cierto que un creyente no podrá ser poseído por demonios, si puede darle lugar al diablo (Ef. 4:27). Cuando el corazón no está lleno del Espíritu Santo se va llenar de otras cosas, incluyendo la obra del diablo.

Toda mentira al final es contra Dios. Nos engañamos al pensar que podemos “sustraer una parte” y aparentar que estamos trayéndolo todo. Nos engañamos al pensar que nadie sabe lo que hago en oculto. El Espíritu Santo es omnisciente. Podemos engañar a otros, más no su santidad.

No has mentido a los hombres, sino a Dios.

Hechos 5:4c, 9. Hay gente que olvida que su mentira termina dirigiéndose a Dios, pero Dios siempre la desenmascara. A veces lo hace para bien, otras para juicio, como en este caso. ¿Qué fue lo que pasó con Ananías y su esposa Safira? ¿Por qué cometieron la tontería más grande de sus vidas?

Lo que Pedro le dice a Ananías es que la propiedad era suya, nadie le obligó a venderla. Nadie le impuso el compromiso. Mis amados, la vida generosa no es por imposición, ni forzosa, es generosa porque da con alegría y placer. Por lo tanto, mentimos a Dios cuando sustraemos de lo que nosotros mismos sabemos que le pertenece.

En este aspecto podemos ver que hay personas que se contradicen entre lo que dan y lo que tienen. Al dar, dan la impresión que tienen poco, pero al final tienen mucho más de lo que entregan. Lo que vemos acá no es sino un acto de exhibición. Hay personas que quieren ser reconocidas pero sin pagar el precio del compromiso.

Si de Dios recibo todo, pero me quedo con la parte que a él le pertenece, estoy en el camino de los esposos Ananías y Safira. La peor reprimenda que pudiera escuchar al examinar mi fidelidad a Dios es que se me diga que no he “mentido a los hombres, sino a Dios”. A él no puedo jamás engañarlo. Él conoce mi corazón.

Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró

Hechos 5:5. Ananías junto a su esposa han sido los únicos creyentes en el Nuevo Testamento que han muerto por mentir al Espíritu Santo. Un caso parecido lo tenemos con los hijos de Aarón, quienes por ofrecer un “fuego extraño”, fueron consumidos por el fuego de de Dios (Lev. 10:1–2).

Amados hermanos, cuántas gracias debemos darle al Señor que él tenga tanta misericordia de nosotros, pues con frecuencia hacemos cosas que también son una afrenta a su Espíritu de gracia. No sabemos más nada de Ananías y Safira. No sabemos qué cargos poseían en la iglesia. No sabemos si tuvieron hijos. Pero lo único que sabemos es que es que murieron con una diferencia de tres horas por la misma razón: Mintieron al Espíritu Santo.

Curiosamente Lucas nos dice que fueron jóvenes los que se encargaron de enterrarlos. Esto resulta muy interesante porque la palabra para “jóvenes” acá es “neoteroi” lo cual habla de muchachos, a lo mejor con una edad de adolescentes. Sin que se les haya asignado, aquellos pequeños trabajaban como “sepultureros” en la iglesia. ¡No recomiendo ese trabajo! Pero quiero pensar que si algo no imitaron aquellos jóvenes por el resto de sus vidas fue el pecado por el que murió esta pareja. Sepamos que Dios no puede ser burlado. Cuidado con la mentira. Cuidado con la hipocresía. Dios ve si sustraemos o retenemos lo que a él le pertenece.

 

El pecado de la hipocresía debe ser confrontado para que reine el temor de Dios

Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron…

Hechos 5:5. 11. La muerte de esta pareja creó un temor tanto adentro como afuera. La iglesia de Jerusalén supo que Dios es digno del más absoluto respeto y del más indiscutible amor. No se dice que hubo algún otro caso parecido en el seno de la iglesia. Es justo pensar que nadie más osaría querer servir a Dios por exhibirse, para complacer a los hombres y no a Dios.

Cuando el temor de Dios sale de una congregación, le pasa como la iglesia de Laodicea quien dejó a Cristo fuera de ella y ahora está tocando su puerta (Apc. 3:20). Hacer algo como lo que hizo esta pareja es una falta de temor a Dios. ¿Pero acaso el temor a Dios no es una de las cosas que más se ha perdido en la iglesia? Examine su vida y va a notar las áreas que no están dominadas por un santo y verdadero temor a Dios.

Cuando somos confrontados por el pecado de la hipocresía, teniendo en la mentira lo que atiza su actitud, lo mínimo que debiéramos sentir es que hemos pecado contra el Señor. Pero por otro lado, la iglesia que experimenta el temor a Dios se convierte en un impacto para el mundo donde obra.

 

El temor a Dios impulsa un mayor crecimiento

Hechos 5:12-16. El versículo 11 termina con esta oración: “…y sobre todos los que oyeron estas cosas”. El temor visto en la iglesia tuvo como resultado un crecimiento indetenible. Observe primero como los apóstoles seguían siendo usados de una manera poderosa.

Por medio de sus manos se daban “señales y prodigios”. Otro resultado era que la iglesia se iba compactando más a través de una unidad real, no solo practicada en las casas, sino también en el mismo templo. El impacto era tan grande que el pueblo no podía sino alabarlos grandemente por la manera cómo vivían y las cosas que hacían.

El crecimiento era real y así era visto: “Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres…”. Esto no es una frase hiperbólica, era la realidad de un crecimiento que nada lo detenía. La señal del temor de Dios se hacía evidente tanto adentro como afuera de la iglesia. Lucas abunda en detalles de lo que allí sucedía. Observe la forma cómo el Señor usaba a los apóstoles, sobre todo a Pedro con su don de sanidad v. 15, 16.

Cuando el temor a Dios es un sencillo distintivo de una iglesia, él se encarga de bendecirla en todo. De allí que la necesidad más grande de cada creyente es buscar el temor a Dios para agradar en todo (2 Cor. 7:1)

Mentiras mortales

Una madre le preguntó una vez a su pequeño hijo: “¿Qué es una mentira, cariño?” Él dijo: “Madre, una mentira es una abominación para el Señor, pero es un pronto auxilio en caso de necesidad.” Se ha dicho que el pecado tiene muchas herramientas, pero la mentira es el mango que se adapta a todos. Ananías y Safira querían habitar en dos mundos diferentes y terminaron por perderlos a los dos.

Mintieron, sintieron orgullo, codiciaron y ambos murieron de manera instantánea. Podrían haber engañado y estafado a los apóstoles, y a la iglesia entera, pero no pudieron estafar a Dios. Nada es más serio que mentir al Espíritu Santo. La seriedad de esta historia es mostrarnos que no hay nada oculto que no pueda ser revelado.

Dios conoce su corazón y sabe si le está “sustrayendo” y trayendo una parte de lo que usted sabe que debe ser entregado al Señor. Sirvamos con temor a Dios, eso hará diferencia en nuestras vidas.

 

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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