Del escritorio de Julio Ruíz

Aguas en el desierto

Aguas en el desierto

 

Aguas en el desierto es un estudio bíblico basado en Hechos 8:24-40 del pastor Julio Ruiz

¿Cree usted que Dios puede hablarnos a través de un galón de leche hoy día? Un joven creyente acababa de salir de un estudio bíblico, un miércoles por la noche, y mientras iba de regreso a casa, oró de esta manera: “Señor, hemos estudiado esta noche de la forma cómo le hablaste a Samuel, dime: ¿le sigues hablando de esta forma a la gente de hoy?”.

El joven siguió orando: “Si tú me hablas de esa manera, te obedeceré siempre”. De camino a casa pasó cerca de una tienda de víveres cuando oyó una gran voz que le decía: “¡Compra un galón de leche!”. Al oír esto, pisó el freno de su carro, se detuvo, y se preguntó: “¿Eres tú, Señor?”. “Sí”, repitió la voz. El joven no salía de su asombrado, por lo que dijo: “¡Esto es una locura!”. Y en medio de su confusión, reflexionó: “Bueno, yo te dije que te iba a obedecer en todo y sólo tú puedes utilizar aún la leche para tus propósitos”. Así que compró la leche y oyó otra vez la voz que le dijo: “Baja por esta calle”.

Mientras el joven estaba haciendo todo aquello se preguntaba a sí mismo: “¿Me estoy volviendo loco?”. Pero una vez más la voz le dijo: “Toma la leche y llévala a una casa que está contigua a la tuya, en la misma calla.”. Se dispuso ir a ella, ya era tarde, y los ocupantes parecían estar dormidos. Tímidamente, el joven llamó a la puerta. Entonces vio a un hombre que salía por el pasillo cuando oyó el toque de la puerta.

Temblando, el joven dijo: “Yo no sé por qué, pero sentía que debería traer un poco de leche a esta casa”. El hombre tomó la leche y salió corriendo y gritando por el pasillo. Inmediatamente una mujer joven con un bebé en los brazos llegó de prisa, con las lágrimas en su rostro. Ella le dijo: “No teníamos dinero para comprar leche para nuestro bebé, así que oré y le pedí a Dios que enviara un ángel con un poco de leche. ¿Es usted un ángel?”.

Acto seguido el joven explicó su extraña necesidad de llevar la leche a aquella casa. Así que terminó la entrega de la leche, pero antes de irse, les dio todo el dinero que tenía en su billetera. Salió de allí alabando y dando gracias porque Dios todavía habla hoy, en todo caso lo que hay es que escuchar y obedecer su voz. La historia de hoy nos ilustra la importancia de oír a Dios y obedecerle, sobre todo en lo que respecta la búsqueda del que va por el desierto, buscando el “agua de la vida”. Esto es lo que nos ofrece el encuentro de Felipe y el Eunuco. Veamos cómo el “agua de vida” satisface la sed espiritual.

Lo primero que encontramos en esta historia es a un hombre con gran sed espiritual

Un hombre excluido por su condición

Hechos 8:27. Un hombre eunuco está privado de poder tener una familia. Así que este hombre jamás experimentaría el gozo de tener a un hijo suyo en sus brazos, y mucho menos de verlo crecer. La alegría de ser llamado papá o abuelo le fue quitado por su condición. Por otro lado, el ser un hombre gentil, aunque quisiera ser un prosélito judío, no podía porque la ley establecía una clara prohibición para que ningún eunuco entrara en la congregación (Dt. 23:1)

Claro está que este no es un infeliz estado si el mismo se usa con el propósito de honrar al Señor (Mt.19:11, 12), pero los que llegan a esta condición por la voluntad de los hombres, traen consigo una soledad y el menosprecio de una sociedad excluyente. Un eunuco bajo esta condición representa una vida insatisfecha. Representa al hombre que le falta algo con el cual pueda lograr su dignidad.

Hay eunucos espirituales que andan por el desierto de sus vidas, acentuando más el vacio de su alma. Hombres que se sienten “castrados” para quienes ya la vida no tiene significado. A esos hombres se nos ordena ir y predicarles, para que cambien.

Un hombre religioso, pero sin Dios

Hechos 8:27b. Este hombre viajó por todo el camino de su país en África, a través de Egipto, y a lo largo de la costa mediterránea hasta Jerusalén. Estaba buscando el verdadero Dios. Seguramente probó muchas religiones de África, con los múltiples dioses de Egipto, los cananeos, así como los de Filistea y Gaza. Pero cuando llegó a Jerusalén, pensando descubrir al Dios verdadero, se encontró que el judaísmo era sólo una cáscara vacía de la religión.

Viajó tanto para adorar a Dios, pero regresó vacío, con una gran búsqueda pues leía las Escrituras, pero no la entendía. ¿No es acaso este cuadro una representación de la gente hoy? Muchos van de un sitio a otro, creyendo en una cosa y la otra, haciendo un sincretismo religioso, pero al final siguen vacíos. Algunos más osados como el etíope optan por leer la palabra, pero al final también están vacíos. Aunque lean la palabra no han descubierto al Cristo que les transforma. Esos hombres y mujeres están allí con una sed espiritual insatisfecha. Perdidos en al algún “desierto” de sus vidas, aunque estén leyendo la palabra. Pero, “¿cómo oirán si haber quien les predique?”. Ellos están buscando respuesta. ¿Seré acaso un Felipe para ir a ellos?

En segundo lugar nos encontramos en esta historia con el interés divino para satisfacer al sediento

La participación del ángel

Hechos 8:26. Los ángeles son los mensajeros divinos dispuestos siempre para cumplir sus órdenes. Su actividad fue muy notoria en el Antiguo Testamento y también lo es en el Nuevo Testamento. Ellos comparten con su Dios la tarea de la salvación de los hombres, tanto así que festejan cada vez que “un pecador se arrepiente” (Lc. 15:10).

Felipe estaba experimentando un gran avivamiento en Samaria. La cosecha de almas simplemente era la noticia que más se oía en la ciudad. ¿Podía Felipe dejar semejante avivamiento para ir atender a una sola persona viajando por un camino desierto? Pues esa fue la orden que recibió de parte de un ángel. Amados, el interés de Dios en la salvación del hombre es incomparable. Si bien es cierto que los ángeles mismos no evangelizan, pues esa es una tarea nuestra, ellos animan a los que lo hacen.

El asunto es que Dios tiene ángeles para llevar a cabo la tarea en todas partes, pero ¿tendrá Dios los creyentes para cumplir su tarea? Note la orden de Dios a través del ángel: “Levántate y ve…”. Por supuesto que Felipe no estaba ocioso cuando escuchó esta orden. No estaba como algunos creyentes hoy día que nunca evangelizan a nadie. El asunto es que mientras más ocupados estemos en la obra del Señor, seremos llamados para tareas más urgentes.

La participación del Espíritu Santo

Hechos 8:29a. Si bien es cierto que Dios tiene muchos medios para alcanzar al pecador sediento, ningún interés superará Espíritu Santo en este asunto. Esto tiene que ser así porque la obra conversión o nuevo nacimiento es una exclusividad del Espíritu Santo. En este mismo capítulo ya estudiamos el extraño caso de Simón el mago. Si bien es cierto que había creído, y hasta se había bautizado, al final resultó pidiendo misericordia por su estado.

Él vio la obra del Espíritu Santo en los demás, y hasta quiso comprar ese don para usarlo, pero él mismo no había sido tocado por el Espíritu de gracia del Señor. Ahora vea la diferencia en la conversión del eunuco. El Espíritu le dice a Felipe que se acerque al carro. Cuando Felipe subió al carro, el Espíritu Santo también subió, y desde allí se comenzó a dar la obra de regeneración a través del testimonio de un hombre dispuesto y la explicación de palabra de Dios.

Desde entonces sigue ocurriendo igual. Cuando una persona es convencida por los argumentos humanos, o través de “decisiones express” sin la intervención del Espíritu, no puede considerarse una conversión sincera. La conversión del Espíritu Santo fue dicha por Señor (Jn. 7:38, 39).

En tercer lugar nos encontramos con el instrumento a quien Dios usa para satisfacer al sediento

Acércate al carro

Hechos 8:29b. Esta es la primera orden que recibe Felipe para ser testigo de un extraordinario encuentro. Hay un hombre a quien Dios se le va a revelar, y para esa ocasión, hay un hombre que está preparado, y ha sido obediente. He aquí el secreto de toda evangelización. Hay gente que está preparada, pero Dios está en búsqueda del instrumento que será usado para lograr su fin. Por cierto que este hombre no solo era eunuco, y de este lugar remoto, sino que era un funcionario; al parecer un hombre de mucha importancia en el gobierno de la reina de Candase, algo así como su ministro de hacienda.

Hay en esto algo que debe decirse: Dios tiene un alto interés en todos los hombres. A veces pensamos que el evangelio es solo para gente pobre e ignorante. Pienso que le hemos hecho un flaco favor al evangelio con esta idea. El asunto es que en alguna parte hay un hombre que está “viajando” solo, en espera de algún creyente que se acerque a su “carro” para que satisfaga su sed de Dios. ¿Cómo respondemos a esa necesidad?

Sube al carro

Hechos 8:31. La evangelización no será posible hasta que no nos metamos en franca conversación con la gente. El hecho es que nadie se salvará solo por nuestras oraciones; se necesita de alguien que se suba al “carro” para explicar el contenido del evangelio de Cristo. Por lo tanto, un ganador de almas es alguien que debe estar preparado para explicar la manera cómo una persona puede conocer a Jesucristo. Ahora vea lo siguiente.

Cuando Felipe se subió al carruaje hizo la pregunta que todo evangelizador debe hacer para conectarse con el no creyente: “Pero, ¿entiendes lo que lees?” v. 30. La lectura que hacía el etíope era Isaías 53 (el corazón mismo del evangelio). Como este hombre no sabía de quien hablaba el profeta, el eunuco respondió con otra pregunta: “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?”. Esa pregunta hizo posible la conversión de este hombre gentil al cristianismo. ¿Sabe usted cuánta gente se hace hoy esta misma pregunta? Este es el desafío que la iglesia debe llenar. Respondamos al llamado.

En cuarto lugar nos encontramos con los resultados de todo aquel que toma gratuitamente de la fuente

¿Qué impide que yo sea bautizado?

Hechos 8:36. El etíope mandó a detener el carro después que Felipe “abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús v. 35. Cuando Felipe escuchó la explicación de Isaías 53, conoció al verdadero Dios. Sus palabras de confesión “creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” v. 37, lo convirtieron en un creyente del Señor.

Esta confesión fue suficiente para su salvación, y como acto seguido, después de haber preguntado si había algún impedimento para bautizarse v. 36, debido a la prohibición que tenía un eunuco para entrar en la congregación de los judíos, mandó a parar el carro; y allí, teniendo a Dios y a los ángeles como testigos, Felipe le bautizó.

Amados hermanos, así es como opera la obra de evangelización. Un instrumento usado por Dios para evangelizar, se acercará al carro del viajero, entrará a él para explicar el evangelio y finalmente detendrá el carro para completar la obra. Si usted ha creído de corazón nada podrá impedir que el Señor termine su obra en el acto del bautismo, que es su confesión en público. Confiéselo ahora.

Siguió gozoso su camino

Hechos 8:39. Este es el resultado final de la obra del Espíritu Santo. El eunuco venía de Jerusalén después de haber “adorado” a Dios. Sin embargo, al parecer siempre regresaba vacío. Pero ahora sigue gozoso su camino. Antes de conocer a Cristo, el camino de la vida está lleno de preguntas e incertidumbres. Aquellos caminos que parecen derechos, al final se convierten en caminos de perdición (Pr. 16:25).

Cuando Cristo entra en el corazón lo transforma, lo llena de vida y de significado, y hace que por el resto de la vida sigamos gozoso el camino. Cuando el Señor salva una vida, no solo satisface la sed de su alma, sino que cambia su condición de menosprecio o rechazo social (Is. 56:3-5). Ahora la vida está llena de bendición, de gozo y es usada como instrumento para la salvación de otros.

Una tradición dice que el primer fruto del testimonio de este eunuco fue la reina de Candase, de quien él era su funcionario. Años más tarde, cuando los primeros misioneros llegaron a Etiopía, encontraron una iglesia próspera en ese lugar. ¿A caso aquella obra fue fundada por el eunuco? Quién podía poner en duda esto.

Aguas en el desierto

El etíope encontró “agua en el desierto” que calmó su sed espiritual porque hubo un creyente obediente. Necesitamos diáconos, como lo fue Felipe, que sean evangelistas. Líderes de ministerios que sean evangelistas. Maestros de escuela dominical que sean evangelistas. Necesitamos a muchos hermanos(as) que sean evangelistas. ¿Dónde están los nuevos “Felipes” que escuchen la voz del Espíritu para ir a los “etíopes” de este mundo a satisfacer su sed?

Curiosamente el pasaje que venía leyendo el eunuco era Isaías 53:7, 8. Ese texto es el corazón del evangelio. Solo el sacrificio de Cristo satisface la búsqueda del hombre. No es del profeta mismo que habla el texto es Cristo. Solo Cristo satisface la sed del viajero. Él es el “agua en el desierto”. Por lo tanto, “el que tenga sed, venga a mí y beba…” dijo el Señor.

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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