Del escritorio de Julio Ruíz

Comenzar el año nuevo con sabiduría

Comenzar el año nuevo con sabiduría

El año se nos ha ido otra vez. Lo que hicimos o dejamos de hacer forma parte del pasado. Ahora no es el tiempo de lamentarnos, sino más bien de hacer el inventario para saber con cuántas deudas quedamos o cuáles ganancias obtuvimos. Dispongámonos a comenzar el año con sabiduría.  Y esto lo mencionamos porque lo que Moisés dijo hace tanto tiempo debe seguir siendo la norma rectora de nuestras vidas, pues cada vez que malgastamos el tiempo o no sabemos cómo usarlo, tendremos que decirle al Señor: “Enséñanos a contar nuestros días, de tal manera que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12). 

Así, pues, comenzamos otro año. Esto significa otra oportunidad que nos da el Señor para llenar el calendario con nuevas y mejores cosas, pero sobre todo para honrarle mejor si el año que pasó no lo pudimos hacer. De esta manera se abre delante de nosotros un nuevo calendario de trescientos sesenta y cinco días, porque no será un año bisiesto.

Tomemos la resolución de llenarlo con las mejores acciones, con las más encomiables metas, y sobre todo, que la determinación de ser más fiel al Señor sea lo que cope este nuevo lustro, sabiendo que el mismo Señor que nos acompañó en el año que termina lo hará otra vez en el que comienza.

Para lograr este propósito les propongo aceptar los consejos llenos de sabiduría que Salomón diera a su hijo, de modo que sirvan para transitar todo este nuevo calendario. No sabemos a cuál de los hijos le escribe el sabio, pero los consejos que le presenta sirven para guiar nuestra vida siempre.

Así que cuando estamos listos para atravesar el umbral de un nuevo año con sus pruebas, desafíos y sorpresas que vendrán a la vida, las recomendaciones de Salomón expresadas en las acciones de varios verbos, donde todo nuestro cuerpo y nuestro ser estará envuelto, son extremadamente necesarias para ser consideradas. Veamos estas acciones tomadas de Proverbios 4:23-27.

Sabiduría para guardar nuestro corazón

Sobre toda cosa guardada

(Provervios4: 23a) ¿Cuál es el asunto que usted más guarda en su vida? ¿Alguna carta de amor, alguna joya, algún vestido, algún libro, algunas escrituras de su herencia, algún dinerito para los momentos de crisis? Cualquiera de estas cosas pudiera ser importante, pero le aseguro que ninguna de ellas superará lo de guardar el corazón. Salomón sabía cuán traicionero es el corazón, por esto dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón…”.

El sabio le pidió a su hijo guardar este tesoro, quizás por su propia experiencia. Y es que la vida recta depende de su cuidado. Los médicos saben que el gran enemigo del corazón es el colesterol, sobre todo el llamado “colesterol malo”. Se nos dice que nuestro nivel de colesterol no debiera pasar de doscientos cuarenta puntos.

Cuando se supera esto, usted está rayando las probabilidades que le de un infarto, una angina de pecho o un ataque al miocardio. En el campo espiritual el corazón debe guardarse porque tiene una tendencia a contaminarse. Nuestro Señor Jesucristo supo de esta posibilidad (Mt. 15:11, 18, 19). Las palabras más enfáticas de su enseñanza fueron que de la abundancia del corazón habla la boca. Lo que usted más habla es lo que más guarda.

Porque de Él mana la vida

(Proverbios 4:23b) Siendo un órgano tan pequeño (apenas de trescientos gramos) es el que mantiene con vida a todo el cuerpo. Así que una larga vida está muy relacionada con un buen corazón. ¿Se imagina porque duraron tanto los patriarcas? Entonces, hay que cuidar el corazón.

El corazón es el recinto de todas las emociones. Desde el punto de vista espiritual es la cede de todas las buenas y las malas cosas en la vida cristiana. ¿Por qué es importante guardar el corazón? Porque entre las tantas definiciones que se le asigna, la que nos da el profeta Jeremías es una de las que más hay que prestarle atención: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jr. 17:9).

Por otro lado, cuando un corazón está controlado por la presencia del Espíritu, y con ello manifiesta todo su fruto, el resultado será el que nos dijo el sabio cuando citó lo siguiente: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22).

Así que un corazón alegre, del cual mana la vida, es un remedio para la tristeza, el afán, la ansiedad y la preocupación. Por lo tanto, “sobre toda cosa guardada”, guarde su corazón en este nuevo año que comienza. Asegurémonos cuál será nuestro tesoro porque allí estará nuestro corazón (Lc. 12:34).

Sabiduría para apartar la perversidad de la boca

Aparta de ti la perversidad de la boca

(Proverbios 4:24a). Si el corazón es importante para ser guardado, la lengua lo será aún mayor porque su poder conduce a la muerte: “Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto” (Pr. 18:21).  El asunto es que la lengua hablará lo que hay en el corazón.

No sabemos a quién tuvo en mente Santiago cuando dedicó un capítulo para hablar de la perversidad de la lengua. La verdad es que en ninguna parte la elogia como lo hizo el sabio (Pr. 15:1, 2, 4, 7).

El asunto es que debemos saber lo que hablamos y cómo lo decimos porque podemos crear muchas dificultades y problemas. La metáfora de Santiago comparando a la lengua como un fuego nos ilustra el alcance devorador que puede hacer ese miembro tan pequeño (Stg. 3:5-10).

Una lengua “deslenguada” queda sin control y causa daños irreparables. Por el contrario, una lengua controlada por el Espíritu es fuente de bendición. Por lo tanto, y debido a su latente perversidad, hay que ponerle freno. Bien se sabe que Satanás usa la lengua para dividir a las personas e instigar enfrentamientos y pleitos. No permitamos que este nuevo año salgan dos fuentes de nuestra boca. Que usemos la lengua para bendecir y edificar.  

Y aleja de ti la iniquidad de los labios

(Proverbios 4:24b). Salomón utiliza tanto la perversidad como la iniquidad para referirse a dos grandes males que son desatados por la lengua. Las dos palabras representan la esencia misma del pecado, pero en su nivel más degradado. Lo inicuo y perverso corresponde a lo profano y llega a ser la antítesis de todo lo santo. 

Así que debemos tener cuidado con lo que decimos y pensamos por el daño que causamos. “He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”. Recordemos lo que dijo el Señor: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lc. 6:45). Si mi corazón está lleno de gratitud, alabanza y bondad, ¿qué se imagina que hablará la boca? ¿Y qué tal si fuera lo contrario? Hagamos este ejercicio.

Suponga que ahora que estamos por finalizar el año alguien le pagara cien pesos por cada palabra amable que usted dijo a otros, y le hubiera cobrado cincuenta pesos por cada palabra poco amable que dijo a otros, ¿cuál sería su balance al final del año? La lengua nos fue dada para que seamos buenos mayordomos de ella. El apóstol nos recuerda a través de los efesios que fuimos creados “para la alabanza de su nombre”. Amados en lugar de tener una lengua perversa o inicua, tengamos una santa.

Sabiduría para mirar lo que es correcto

Tus ojos miren lo recto

(Proverbios 4:25a) Sin duda esta es la comisión más difícil que se le asignó a otro importantísimo órgano del cuerpo. Después que Eva vio “que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos” y cedió a la tentación de comer lo prohibido y también Adán, los ojos humanos quedaron mirando para “todos lados”. No es necesario ahondar mucho en el tema sobre lo que miran nuestros ojos para darnos cuenta de la importancia que ellos “miren lo recto”. Lo más fácil, sobre todo en este cibernético mundo es que nuestros ojos miren lo torcido.

El pecado, el mundo y Satanás saben cómo explotar la sensibilidad de los ojos. La mejor manera para que nuestros “ojos miren lo recto” es poniendo nuestra mirada en Jesús, “el autor y consumador de la fe” (He. 12:1-2). ¿Qué sucedió cuando Pedro quiso caminar sobre el mar así como Jesús lo estaba haciendo?

Si bien es cierto que él fue el único que tuvo fe, pues ciertamente comenzó a caminar sobre el mar, pronto también se hundió porque no siguió mirando a Jesús sino a las gigantescas olas que se levantaban sobre él. ¿Qué nos enseña todo esto? Que Jesús es nuestra mirada correcta. Todo lo que queda fuera de él nos conducirá en otra dirección.

Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante

(Proverbios 4:25b). Se ha dicho que el hombre es el único ser que fue hecho para mirar hacia arriba. ¿Ha notado que la mayoría de los animales andan como la cabeza hacia abajo en busca de algo? Esto puede explicar por qué Dios desea que todos aquellos que tenemos conocimiento y conciencia de él volquemos nuestra mirada hacia arriba.

El salmista decía: “Alzaré mis ojos a los montes ¿de dónde vendrá mi socorro?” (Sal. 121:1), y su misma respuesta fue: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos” v. 2. El mundo está lleno de muchas distracciones para la vida. Las cosas materiales están diseñadas para que nuestros ojos se vayan tras ellas y pronto seamos parte de ese mundo consumista.

Qué decir de todo ese mundo sensual donde ya no queda nada a la imaginación. La lucha para que nuestros “párpados” no ofendan al Señor cada día se hace muy cuesta arriba. La determinación de Job quien hizo” pacto con sus ojos” (Job 31:1) debería ser una buena aplicación. Pablo de igual forma nos exhorta a “poned vuestra mirada en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado”.

Sabiduría para examinar la senda de los pies

Examina la senda de tus pies

(Proverbios 4:26a) Ahora hablamos de los pies. ¿Está contento con los pies que tiene? Bueno sepa que son ellos lo que al final mueven su cuerpo. Por cierto, no le ponga tanto peso para que los pobres no trabajen más de la cuenta. Los pies son los que nos conducen finalmente.

Ellos son los “cómplices” de nuestros deseos. Tiene que saber que en los trescientos sesenta y cinco días del año (a menos que haya estado en cama), ellos fueron fieles cumpliendo la orden del cerebro. En el asunto del andar espiritual, los pies se enfrentan a una continua decisión, pues “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Pr. 14:12).

La advertencia del profeta era: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jer. 6:16).  Así como nos hacemos exámenes físicos, examinemos con frecuencia la senda de nuestros pies.

El salmista conocía muy bien la importancia de caminar rectamente delante de la presencia de Dios, porque por él “son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino” (Sal. 37:23). Por este conocimiento que Dios tiene de nuestros pasos debemos examinar nuestras sendas. Él nos trazó el camino para que andemos por él.

Aparta tu pie del mal

(Proverbios 4:27) La manera cómo esto puede darse es no desviarnos ni a la derecha ni la izquierda según la misma recomendación del texto (v. 27). La presente oración da por sentado que hay una asechanza permanente del mal en la vida del creyente.

El camino a la santidad, que nos conduce a la presencia de Dios, está plagado de maldad. Cuando David habló del conocimiento íntimo que Dios tenía de él, a tal punto de decir que su embrión fue visto por él, oró al Señor para ser examinado profundamente: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:16, 23-24).

Hay un solo camino que el creyente debe transitar, el “camino abierto” que Jesús hizo al morir en la cruz por todos nuestros pecados, pero también el camino estrecho. ¿Dónde lo llevan sus pies? ¿Por qué senda anda? ¿Cómo fueron sus pasos en el año que termina?

Comenzar el año con sabiduría

Al entrar en el nuevo año habrá cosas que desconocemos, de allí la importancia de aplicar y guardar estos sabios consejos. El llamado de este texto es a considerar detenidamente el valor de lo que debe ser mejor guardado. No importa que usted se esfuerce en presentar una apariencia de piedad, si usted no guarda lo que más importa para preservar su vida espiritual lo demás será “metal que resuena” que “hace ruido y nada más”.

Pero si al contrario decidimos guardar nuestro corazón, lengua, ojos y pies para honrar al Señor entonces probaremos que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). Nadie le detendrá en este nuevo año si así vive. Amén.

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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