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Dios hecho carne

(1 Timoteo 3:16; Lucas 1:26-38) 

INTRODUCCIÓN: El apóstol Pablo reconoció que la encarnación del Verbo divino está rodeada de un gran misterio. Es como si nos hubiera dicho que humanamente hablando es imposible e inexplicable,  por lo tanto es un asunto que solo podemos aceptarlo por fe. Así lo expresó: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:  Dios fue manifestado en carne,  Justificado en el Espíritu,  Visto de los ángeles,  Predicado a los gentiles,  Creído en el mundo,  Recibido arriba en gloria” (1 Tim. 3:16). ¿Por qué es un misterio? Porque el nacimiento virginal de nuestro Señor Jesucristo y la forma  cómo vivió, murió, resucitó y ascendió a los cielos, es para muchos una locura que no puede ser  creíble.  Sin embargo, cuando hablamos que Dios fue manifestado en carne, no decimos que Jesús  fue el Hijo de Dios porque nació de una virgen, sino que siendo Hijo de Dios nació de una virgen. Dicho de otra forma, la encarnación de Cristo no lo hizo Hijo de Dios. Él siempre tuvo esta distinción. De modo, pues, que en Belén no comenzó su historia. El nacimiento virginal no es sino el cumplimiento profético que señala: “Porque un niño nos es nacido, hijo no es dado…” (Is. 9:6). El nacimiento virginal ha tenido muchos burladores. Pero la verdad es que no existiera el evangelio con su poder transformador sin este acontecimiento. El anuncio del ángel Gabriel a la asustada María, fue muy claro: “Ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS”  v. 30. El evangelista Mateo añade: “Porque él salvará al pueblo de sus pecados” (Mt.1:21). Sin el nacimiento virginal, que revelaba a un ser inmaculado, sería imposible la salvación de todos los hombres; Juan 3:16 no sería una realidad. ¿Qué es lo que hace tan intrigante que el bebé de Belén haya nacido como Jesús?  ¿Cómo se revela el misterio del Dios hecho carne? ¿Por qué es indiscutible el misterio de la piedad? Veamos las siguientes ideas directrices.  

I. POR LA FORMA CÓMO SE DIO  SU NACIMIENTO (Lc. 1:26-28) 

1. Un mensaje del cielo.  El ángel trajo un saludo muy particular: “¡Salve, muy favorecida!”. Note que no solo dice “favorecida”, sino “muy favorecida”. La Versión Internacional, dice: “¡Te saludo, tú has recibido el favor de Dios!”. Semejante saludo tenía por objeto levantarle el ánimo a María. Despertar en ella el sentido de una buena noticia, no proviniendo de algún rey, lo cual hubiese sido grande, sino una noticia del cielo mismo. ¿Cuál era la noticia? Que había sido escogida para ser la madre del Mesías. El ángel le está diciendo que Dios le ha conferido un favor especial. Frente a su temor, el ángel le dice: “El Señor es contigo, bendita tú entre todas las mujeres”. Pero el ángel no solo le dice esto, sino que añade: “Has hallado gracia delante de Dios” ¿Qué pensamientos llenarían el corazón de aquella humilde joven judía, mientras  oía semejante noticia? María era bendita y fuente de bendición (Gn. 3:15) El ángel  le habló acerca de la decisión celestial. Debe recordarse que para esta fecha ella estaba casada, pero sin consumarse el matrimonio. No había tal cosa como una relación conyugal. Sin embargo, el ángel le dice directamente: “María, vas a  tener un hijo”. 

2. La pregunta obvia. María hizo la pregunta que mucha gente se hace: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón?”. La joven María le perturbaba el asunto de un nacimiento fuera del orden natural. Aquello era una imposibilidad biológica. Pero la respuesta del ángel no solo fue precisa, sino que le hizo recordar a ella de quien se trataba: “Nada hay imposible para Dios” v. 37. Dios no está impedido por las leyes que él mismo ha creado. ¿Qué es un milagro sino la alteración del orden natural de las cosas? Si aceptamos por la fe que la creación del universo fue establecido por la palabra, tanto así que lo que se ve fue hecho de lo que se veía (He. 11:3), no debiéramos tener problemas en aceptar el nacimiento virginal.  Le pongo este ejemplo: Dios hizo al primer hombre sin padre ni madre del polvo. Pero el polvo que sirvió como materia prima para hacer al hombre, fue hecho de la nada. Con este ejemplo podemos ver que la pregunta de María tiene necesariamente que remitirse a la respuesta del ángel: “Porque nada hay imposible para Dios”. Los que no creen en el nacimiento virginal deberían escuchar al ángel Gabriel.   

II. POR LA MISIÓN  REDENTORA DE SU NACIMIENTO (Lc. 2;8 ssg) 

1. La salvación no podía venir del primer Adán. Un Dios encarnado fue necesario para nuestra salvación. ¿Por qué? Porque el dominio que Dios le dio a Adán y Eva fue interrumpido por su pecado. ¿Qué pasó con ellos después? Quedaron bajo el dominio de Satanás y con ello toda la raza humana. Así que el dominio que se perdió del primer Adán tuvo que ser recuperado, y el único que podía hacerlo era el postrer Adán,  representado por Jesús. La Biblia dice que en Adán todos morimos, pero en Cristo todos somos vivificados. Jesús, el último Adán, vino de una virgen para deshacer lo que el primer Adán hizo. Aparte del nacimiento virginal no hay otra esperanza de salvación. Dios no ha tenido ni tendrá otro plan para salvar al hombre. 

Entonces, ¿cómo es que Jesús vino a deshacer lo que el primer Adán hizo?  

2. La sangre necesaria para el perdón de pecados. La Biblia dice que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecado. El pecado debe ser expiado, y expiado con sangre derramada. Dios como espíritu no tiene sangre. El gran “yo soy” no puede morir. ¿Qué tenía que suceder entonces? Así tenemos que, por cuanto la salvación fue perdida por un hombre y con ello el dominio, así también el hombre debe ser  redimido por un hombre. Pero no podía ser cualquier hombre. Tenía que ser un hombre perfecto, sin pecados e inocente. Ninguno de los que procedemos de Adán y Eva estamos calificados para morir por otros (Ro. 5:12) ¿Quién de los que estamos acá podrá decir que nunca hemos pecado? Entonces, ¿cuál es la situación? Si el Señor hubiese nacido como uno de nosotros, él no calificaría tampoco para salvarnos, pues tendría el pecado que viene de Adán. Proviniendo de Adán quedaría descalificado para ser el  substituto de nadie. Por lo tanto, la respuesta de Dios para salvarnos es un hombre, pero un hombre sin pecados. Un hombre perfecto. El Dios hombre. El Señor Jesucristo.  

3. ¿Tiene importancia la naturaleza humana y divina para la salvación? Es aquí donde el “misterio de la piedad” llega a su más alto desafío en su comprensión. La  criatura que estaba en el vientre de María tenía una vida separa de ella misma.  Aunque bien pudo recibir alimento de su madre, no tenía su sangre. Debemos hacer notar que la herencia sanguínea la determina el padre. ¿Qué sangre circulaba por las venas del bebé Jesús? ¡La sangre de Dios! De acuerdo a Mendel, el hombre que trabajó en los códigos genéticos con el asunto del ADN, los seres humanos poseemos características dominantes de nuestros dos progenitores. Muchos de  los genes que están en nuestros padres llegan a ser parte nuestra. ¿Qué fue lo que pasó con el nacimiento virginal? Si los padres de Jesús hubieran tenido sola una naturaleza divina, entonces él habría sido un Dios carente de humanidad e inaccesible, sin que pudiera salvarnos. Pero vea el otro lado. Si los padres de Jesús hubieran sido humanos, él hubiera heredado una naturaleza pecadora,  por lo tanto no habría podido salvar a nadie tampoco. La buena noticia es que ahora por el nacimiento virginal, Jesús es auténtico Dios y auténtico hombre No  mitad Dios y mitad hombre. Vea lo que Gabriel dijo: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre…” v. 32.  Jesús salió del cielo y nació de una virgen. Pero a su vez, nació de una virgen para que nosotros pudiéramos nacer de nuevo. Dios se hizo carne para que nosotros podamos ir al cielo. Jesús vino como el  Hijo del Hombre de manera que nosotros pudiéramos ser hijos de Dios. Por si no sabía, esta es la razón del nacimiento virginal. El misterio quedó revelado.  

III. POR EL ALCANCE  UNIVERSAL DE SU NACIMIENTO (Lc. 1:30  y ss) 

1. Tal padre tal hijo.  Ahora como Hijo de Dios, él comparte la naturaleza del Padre. ¿Quién es este bebé nacido de una virgen? ¿A  quién se pareció Jesús? Él se parece a Dios, porque él mismo es Dios. Muchos no aceptan esto. Lo mormones piensan que Jesús es un dios, pero no el Dios verdadero. Los  Testigos de Jehová no aceptan esto. Los de la fe islámica no aceptan esto. Pero mire lo que dice Hebreos  1:8: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino”. Jesús el hijo terrenal del Padre celestial, pero es el Hijo celestial de una madre  terrenal. Ese bebé acostado en el pesebre, envuelto en un pañal, con sus piecitos tocando la paja, es el poderoso Dios del Génesis 1:1. Juan lo creyó así  (Jn. 1:1-3). Déjeme decirle que el pesebre, donde aquel bebé fue acostado, ya él había hecho la paja y la madera. Jesús no comenzó con María en Belén, ya estaba con el Padre eterno. Como alguien dijo, “cuando él nació era tan sin edad como su Padre, pero ya era más viejo que su madre”.   

2. Más que el Mesías esperado. María había sido instruida sobre las características del Mesías esperado, entre las que se destacaba su carácter de guerrero conquistador. Sin embargo ahora está escuchando algo que no se le había dicho. El hijo de sus entrañas tiene otras características. Sería llamado “Hijo del Altísimo”. El hijo tendría una naturaleza humana y divina a la vez. Por lo tanto, él era el Hijo de Dios. En el vientre virginal de María, Dios, por medio del Espíritu Santo, estaba dando a luz la parte humana de la segunda persona de la Trinidad, nuestro Señor Jesucristo. Cuando María escuchó toda esta revelación, prorrumpió en el más excelso cántico que aparezca en las Escrituras. Pero, ¿qué más le dijo el ángel? Le dijo que el niño sería “grande”. Iba a recibir de parte de su Padre “el trono de David”, de donde venía la línea mesiánica. Pero además el reinado de ese niño no era parecido al de los reyes de Israel,  cuya referencia más notoria era el reinado de David, sino que “reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. María recordaría a muchas madres que concibieron a reyes que al final murieron, pero ella sería la única que pariría a uno que ya era eterno.  

CONCLUSIÓN: El nacimiento virginal es la doctrina central de nuestra fe cristiana. Pablo la vio como el más indiscutible misterio, pues se trató del Dios que es espíritu encarnarse como un ser  humano. Y una vez encarnado, Pablo dijo que ese mismo Dios fue visto por los ángeles. Desde entonces, un ángel anunció su nacimiento. Ángeles vinieron y le cantaron. Los ángeles le sostuvieron. Ahora los ángeles le adoran en el cielo. Y será un poderoso ángel que anunciará su venida con “voz de arcángel y con trompeta de Dios”. Para muchos un Dios encarnado es una locura. Es algo que rompe con todo los parámetros lógicos. Para la ciencia, simplemente es imposible. Pero para nosotros los que ahora tenemos redención y vida eterna, la encarnación es la única esperanza del mundo. Porque como bien dijo el ángel Gabriel: “No hay nada imposible para Dios”. El misterio ha quedado revelado. El bebé de Belén  es el salvador de todos. ¿Es el su salvador? ¿Seguirá usted celebrando la Navidad sin haber sido salvo? Dele su vida como regalo.

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