Del escritorio de Julio Ruíz

El deseo de volver a casa

Volver a casa

En varios países ya se está planificando el regreso a las iglesias,   Este mensaje de Julio Ruiz está basado en volver a casa como el salmo de los peregrinos a Jerusalén que anhelaban volver a Sión para encontrarse con su Señor.

Salmo 84

La presente pandemia nos ha mantenido alejado de la casa de Dios por un largo tiempo. En un instante se fue el gozo y el entusiasmo que despertaba el ir a la iglesia del Señor. No ver a nuestros hermanos para darles un abrazo, un apretón de manos o un “beso santo”, ha sido parte de lo que este virus nos quitó sin pedirnos permiso. De esta manera, el deseo de volver a reunirnos y ser la iglesia del “Ambiente de Gracia” sigue siendo parte de una extraña sensación, lo mismo que sentía el pueblo de Israel, quienes estando en la diáspora en un prolongado exilio, tenían un anhelo casi desesperado de regresar a Jerusalén y a su templo para encontrarse con el Dios vivo.

Ese es el propósito del presente salmo 84. Se ha dicho que este salmo es uno de los más hermosos de la Biblia, tanto que Spurgeon lo llamó “la Perla de los Salmos”. Leyendo esta semana en el libro de Crónicas noté la manera tan precisa como Dios le dio a David la visión de los planos del templo y su diseño, y si bien es cierto que él no construyó el templo, si fue su gran promotor. Nadie tuvo una pasión tan grande por la adoración a Dios como David. Su meta era que Jerusalén llegara a ser la capital mundial de la adoración a Él.

De esta manera tenemos que el pueblo de Israel donde quiera que viviera, anhelaba con un profundo deseo de venir a Jerusalén, por lo menos una vez al año, para la adoración a su Dios.Y es que nada es más importante para un creyente que regresar otra vez a casa, sí, a la Casa del Señor. Bueno, según las últimas informaciones todo parece indicar que pronto abriremos nuestros templos.

Y me pregunto si el haber estado tanto tiempo lejos de la casa del Señor ha profundizado el deseo por volver allí o al contrario nos está trayendo algún desánimo y alejamiento del Señor. Pero si usted es como el salmista, entonces el deseo de volver a la casa del Señor para encontrarse con el “Dios vivo” debiera ser su más grande motivación según la visión de este salmo. Veamos las razones.

Lo amable que son sus moradas

La palabra que describe su morada

Salmo 84:1. El salmista usó la palabra “amable” después de buscar y considerar cuál sería lo mejor para describir lo que se siente al estar en la casa del Señor y en su presencia. Él estaba tan absorto en su deseo por las moradas del Señor que no se podía explicar que alguien pensara lo contrario. Aunque si bien es cierto para los que no valoren el sentimiento que se desprende de congregarnos, la palabra “amable” no les despertará ningún tipo de sensación.

Cuando el salmista habla de “tus moradas” tuvo que pensar en el tabernáculo que el mismo Dios instruyó para que se le adorare. Esto habla de un lugar sagrado, reservado exclusivamente para el encuentro con Él. Yo no se que podrá ser más amable en esta vida, pero si hay un lugar que está desprovisto de hostilidad y de maldad son las moradas de “el Señor de los ejércitos”.

Una de las características de Dios que no hablamos mucho es que él es un Dios amable. Y ninguna cosa da más placer que hablar o estar delante de alguien que es amable y bondadoso. El conocimiento del lugar donde nos encontramos con el Señor debe despertar en todo hijo de Dios un inmenso deseo regresar allí y contemplar la hermosura de su santidad.

El deseo que describe su morada

Salmo 84:2. Este texto es demasiado significativo y describe el altísimo estado de las emociones del salmista cuando a su mente viene el deseo de volver a la casa de Dios. Observe cómo se involucra en un acto de tan sublime adoración que primero pone a su alma, sigue con su corazón y termina con su carne al servicio de la adoración a Dios. Esto es algo maravilloso. No siempre nos entregamos a esta clase de adoración a nuestro amable Dios.

En la adoración del salmista todo le canta al Señor. Tenemos que reconocer como lo dijo el profeta Isaías que algunas veces somos como Israel cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mi”. Por otro lado, no siempre involucramos a la carne en la adoración, porque muchas veces asociamos la carne con lo pecaminoso.

La palabra “ardientemente” tiene su mejor comparación en la forma como un bebé llora con todas sus ganas cuando algo le pasa. De esta manera el salmista mezcla sus deseos por los atrios de la casa del Señor con un acto de adoración al Dios vivo, reconociendo que solo hay uno, pues los demás son ídolos humanos.

El privilegio de estar cerca de sus moradas

Un nido cerca del altar

Salmo 84:3. El deseo del salmista por estar en la casa del Señor era tan grande que lo llevó hasta envidiar a un gorrión y a una golondrina quienes habían hecho sus nidos y hasta criaron a sus polluelos tan cerca del lugar de la adoración. A estos parajitos nadie le impedía que llegaran al mismo tabernáculo.

Estas pequeñas criaturas, hasta insignificantes en valor cuando se compara con el hombre, estaban protegidas en la casa del Señor. “Cerca del altar” era el lugar donde se sacrificaban los animales para ser presentados con las ofrendas por el pecado. Y allí están ellos, protegidos, sin ningún peligro de ser también sacrificados. ¡Que privilegio! Si David fue quien escribió este salmo podemos verlo luchar con este anhelo.

Él no era un levita, por lo tanto, no tenía acceso a ese lugar donde estaban las cosas santas, objetos de la más excelsa adoración que se le dada al Señor. Era tan grande su deseo de ir y adorar en la casa de Dios que habla de llegar, por lo menos a los atrios de ella. Su deseo era parecido al de aquella mujer con el flujo de sangre cuando dijo: “Si tan solo pudiera tocar el borde de su vestido” para adorar a Dios.

Bienaventurados los que habitan en tu casa…

Salmo 84:4. Era un hecho que el salmista no habitaba en la casa del Señor. Bien sabía él que ese era un privilegio de los sacerdotes, de los levitas, de los porteros y de todos los que ministraban en la casa de Dios. La presente bienaventuranza no tiene que ver con aquellos que visitan la casa. O sea, la idea no es de los que están un rato y se van. Porque el tabernáculo para el salmista, más que algo donde se entra y se sale, era un lugar de permanencia.

Si Dios decidió venir y estar con su pueblo, no puedo venir a la casa de Dios visitarla y luego irme. Por supuesto que en todos nosotros impera la idea del “ir y venir” al templo porque es nuestro lugar de reunión. Lo que el salmista nos muestra es la importancia que tiene en mi vida una adoración constante.

Hay en esta declaración un elemento profético. No todos podían llegar hasta el tabernáculo y ofrecer una adoración continua, pues era un privilegio de unos pocos. Pero llegaría el día cuando Dios ya no necesitaría del tabernáculo porque escogería nuestro corazón con morada para adorarle siempre. Cuando Cristo murió el velo del templo se abrió para esa adoración.

Lo sanador que son sus moradas

  1. Hay un valle de lágrimas en el camino a casa v. 6. Hemos dicho que este es un salmo de los peregrinos que venían adorar a Dios en Jerusalén. La manera cómo el salmista relata su trayectoria nos revela que muchos de ellos venían con cargas en sus corazones.El llamado “Valle de Baca”, que, si bien al parecer no hay un lugar geográfico con ese nombre, se conoce también como el “valle de lágrimas”. Los peregrinos tenían que atravesar por caminos en el desierto, muchos de ellos áridos y hostiles para llegar a la casa de Dios. Y esto es una realidad de todos los peregrinos que vamos a la ciudad celestial. En nuestro andar cotidiano hay una mezcla de gozo y llanto.Hay pruebas que sacuden el alma. Dolores y aflicciones que nos roban la paz, sin embargo, el deseo por la casa del Señor por venir a un encuentro con el Dios vivo hace que nuestro “valle de lágrimas” se convierta en una fuente. Que, frente a la aridez del alma, la esperanza cobra vida cuando llegue la lluvia para llenar los estanques y saciar la sed de Dios.Hay un poder sanador en la casa del Señor. No importa cuan agotado llegues a ese lugar, “en su presencia hay plenitud de gozo”.
  2. Hay una fuerza creciente en el camino a casa v. 7. En nuestra imaginación uno puede ver al salmista en un profundo anhelo por llegar a la casa del Señor. En la medida que avanza se va siendo más fuerte su caminar, su respirar y su anhelo de llegar. La expresión “irán de poder en poder” describe al caminante venciendo todos los obstáculos hasta llegar a Sión.Recuerda esto las caravanas de viajeros que iban renovando sus fuerzas a medida que se acercan al fin del viaje, la casa del Señor. Serán renovados en su energía y al llegar al lugar, y tener su encuentro con Dios, él mismo les examinará y los colmará de bendiciones. Su cansancio, sus fatigas, sus pruebas, sus carencias quedarán satisfechas cuando logren llegar hasta la ciudad del gran Rey.Mis hermanos, si nosotros tenemos un sentimiento parecido por la casa del Señor, no será sorpresa que nuestra larga espera por estar otra vez juntos, por traerle a nuestro Dios nuestros sacrificios de alabanza, seremos renovados y llenos otra vez de las bendiciones de aquel que aseveró que en tu presencia “hay… delicias para siempre”.Y esta promesa de su bendición es posible porque nuestro Dios nos oye (v. 9), pero también porque él llega a ser nuestro escudo en nuestro conflicto (v.9).

Lo preferible que son sus moradas

  1. Un día es mejor en tu casa… Salmo 84:10. Un día es una cantidad mínima si lo comparamos con una semana, un mes o un año. El salmista cuando llega a esta parte pareciera haber agotado todas sus palabras para describir su experiencia de estar delante del Señor, y cuando comparada esto con las moradas divinas y las “moradas de la maldad”, su conclusión es que prefiere acudir así sea un día a la casa de Dios, así sea para estar al frente de ella (sus atrios), que “mil fuera de ellos”.¿Qué nos quiso decir el salmista con esto? Una traducción cercana a esto sería: “Preferiría estar sentado en los umbrales de la casa de Dios que vivir en las tiendas de hombres mundanos. La presencia de Dios así sea en lo más mínimo, no puede ser comparada con los deleites que el mundo ofrece.Es como si dijéramos ‘prefiero estar en el patio que irme a una cantina u otro lugar de perdición’. Los deleites del mundo jamás podrán ser comparados con el disfrute de la presencia del Señor. La resolución del creyente no puede ser menos que esta.El deseo de regresar a la casa del Señor debe venir acompañado de cambios profundos, radicales de consagración al Señor. La pregunta que ahora está en el ambiente será esta: Cuánto deseo realmente volver a la casa de Dios.
  2. Porque sol y escudo es Jehová Dios… Salmo 84:11. Estas metáforas con las que el salmista va concluyendo su salmo son únicas. No solo desea llegar a la casa del Señor para adorarle, así sea en sus atrios, sino que ahora nos habla de los beneficios, de las bendiciones y de los cuidados que Dios tiene para sus cansados peregrinos. Lo primero que entendemos de estos dos símiles es que nuestro Dios será nuestra luz y protección.De esta manera, cuando nos sintamos agotados y abrumado por las pruebas y las cargas de la vida, Dios será como tu sombra para darnos un lugar para descansar, relajarnos y recuperar nuevas fuerzas. Pero sigamos viendo como nuestro bondadoso Dios nos sigue coronando de favores y misericordias al decirnos que, además de lo anterior, nos dará “gracia y gloria”. ¿Qué significa esto? Por un lado, que es la gracia de Dios lo que nos sostiene delante de él. Pablo dijo más adelante: “Por gracia soy salvos…”.Y en relación con la gloria, pues qué gloria será mejor que la que Dios nos da. La promesa final del texto es que Dios “no quitará el bien a los que andan en integridad”. Esta será la condición divina para ser parte de todas estas bendiciones que están reservadas para los que habitan en tus moradas.

Volver a casa

El versículo 12 es propicio para nuestra conclusión. Las bendiciones que nos muestra este salmo solo están dadas para aquellos que ponen en él toda su confianza. Los peregrinos que caminan atravesando los llamados “valles de lágrimas” hasta llegar a la casa del Señor sabían cuanta bendición estaba reservada en aquel lugar sagrado. En ellos se cumpliría la palabra de Santiago 4:8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros…”.

Que bueno es pensar en un Dios que nos verá desde lejos, cuando vamos a su casa, y correrá a nuestro encuentro. Así como el hijo pródigo que después de estar tanto tiempo fuera del hogar paterno, regresó allí, y el padre descendió y vino corriendo y le abrazó.

Mis hermanos, es preferible un “día en la casa de Dios que mil fuera de ellos”. Es preferible estar en la presencia de Dios que en la presencia del mundo con sus deseos y placeres. En la presencia del Señor hay gozo y paz, luz y protección, gracia y gloria, afirmaciones de sus bendiciones. Fuimos hechos para adorar a Dios. Nada que hagamos que no cumpla esto valdrá la pena en esta vida. Al vivir así solo entenderemos porqué el salmista exclamó: “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo”. ¿Desea usted regresar a la casa del Señor con este profundo anhelo?

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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