Del escritorio de Julio Ruíz

Escudriñad las Escrituras

(Juan 5:39; Hechos 17:10, 11)
 
 INTRODUCCIÓN: El pueblo a quien Jesús se dirige era celoso y conocedor de las Escrituras. No se podía juzgar que ellos no estudiaran. Sin embargo, Jesús le exhorta para ir a las Escrituras de una manera diferente, de modo que pudieran descubrir lo relacionado con su destino eterno y con el Mesías que tanto esperaban. Pero, ¿qué significaba esto? ¿No eran ellos los maestros de la ley? ¿No eran ellos los intérpretes para su pueblo? ¿No estaba todo lo que hacían rodeado de la ley? ¿No habían hecho de ella la llamada tradición de los ancianos? ¿Por qué entonces Jesús les mandó a escudriñad las Escrituras? ¿Estaría el Señor poniendo una separación entre la falta del estudio diligente y la necesidad de escudriñarla de una manera distinta? Una traducción más exacta de este texto pareciera decirnos, como sigue: “Escudriñáis las Escrituras pensando tener la vida eterna”. Con esta traducción podemos ver la intención de aquel pueblo cuando se acercaba a las Escrituras. Los judíos que retornaron de la diáspora se dedicaron a estudiar las escrituras más para contar sus palabras y las sílabas, que para penetrar en su sentido real y espiritual. Ellos habían llegado a pensar que por el sólo hecho de ir a ellas, ya obtenían la vida eterna. ¿Cuál fue el propósito de esta exhortación? Lo que Jesús está diciéndoles es que la lectura apresurada de las Escrituras es de poco provecho. Uno puede leer toda la Biblia, y no ver sin embargo su belleza, ni comprender su significado profundo y oculto. Abramos nuestro corazón para que el mensaje de hoy despierte en nosotros el deseo que tuvieron los hermanos de Berea, quienes no se conformaron con lo que Pablo les dijo sino que “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:11b) Hay un gran beneficio al escudriñar sabiamente las escrituras. Jesús destacó la importancia del estudio de la Biblia para bendición del alma. Conozcamos la urgencia de este imperativo bíblico.
 
 I. EL IMPERATIVO NOS SUGIERE UNA NECESIDAD PERENTORIA
 La palabra “escudriñad” tiene sus similares en las palabras: investigad, escrutad, examinad, averiguad, inquirid, indagad, buscad… Todos ellas nos revelan la necesidad de dedicar tiempo, de esforzarse, de satisfacer una búsqueda. Es una orden que nos levanta a una acción. Jesús exhortó al estudio sincero de la palabra de Dios. El contexto del pasaje nos habla de los testigos que declararon por qué él fue el "esperado por todas las naciones". Juan el Bautista fue un testigo ocular. Él lo tocó y lo palpó al momento de bautizarlo. Fue él quien dijo que después de él venía uno a quien no era “digno de desatar los calzados de sus pies” (Jn. 1:27). Él dio testimonio diciendo que el Mesías prometido “bautizaría con Espíritu Santo y fuego” v.33 El testimonio de Juan fue un gran acierto, especialmente para los incrédulos judíos que cegados por sus prejuicios negaban que Jesús fuera el Cristo. A estas alturas, Jesús pareciera ir en un orden ascendente cuando va hablando de los testigos que hablan claramente de él y su ministerio. Él destacó que sus propias obras se constituyen un “mayor testimonio que el de Juan” 5:36. Sus obras, como alguien dijo, son evidencias que exigen un veredicto. En el tercer orden, Jesús habla del testimonio de su Padre v. 37. Ese sería como el testimonio supremo. Nadie hablaría mejor de él que Aquel a quien Jesús vino a dar a conocer. Las obras que él hizo fueron encomendadas por su Padre. El no hizo ninguna cosa que no respondiera al plan divino. Fue Nicodemo quien calificó a Cristo y sus obras, cuando dijo: “Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Jn. 3:2b) Pero Jesús va más allá y dice que hay otro gran testigo de él. El cuarto testigo son las Escrituras, y ellas deben ser tomadas en cuenta como verdadera fuente para oír lo relacionado al plan divino. “Escudriñad las Escrituras” es un imperativo al que Jesús espera nuestra dedicación En la vida, y dependiendo del grado de interés que tengamos en algo, somos muy dados a escudriñar diligentemente. Hay una filosofía que parece decir “si me gusta y me conviene, lo persigo hasta encontrarlo”. Así, pues, hay asuntos donde nos identificamos con plenitud porque es lo que nos gusta y nos satisface. ¿Por qué las Escrituras no siempre son ese asunto que nos gusta buscar con diligencia? ¿Por qué no somos tan dados a escudriñarla de manera que seamos bendecido con su mensaje? La intención de este imperativo es el de ir más allá de una lectura para cumplir mi obligación. Es un llamado para dejar el mero estudio de la letra y descubrir el poder y la influencia que ella pudiera hacer en mi vida. Bien pudiéramos hacer de la Biblia una especie de talismán protector, que es puesta con alguna cruz encima de manera de alejar las malas influencias; o tener algunos salmos favoritos que son citados dependiendo la situación que estemos viviendo. He sabido de personas que todos los días riegan el patio de sus casas con cierto tipo de incienso, mientras van leyendo algún salmo favorito con el fin de echar fuera todos los espíritus perturbadores. Pero este imperativo no nos plantea eso. La Biblia debe ser leída con un corazón sediento y con un alma hambrienta hasta poder ser saciada. Ella es un tesoro escondido donde debemos ir para buscar el “oro” de la sabiduría, el “oro” de conocimiento, el “oro” de sus demandas. Pero sobre, el “oro” de la voluntad de Dios. La vida cristiana no tendrá éxito si no cumplimos con este imperativo bíblico. El estudio personal y el estudio bíblico en grupo son algo donde mi interés debiera ser manifiesto. Este estudio no es menos importante que aquellos que hago para mejorar mi carrera profesional o para conseguir algún trabajo. 
 
 II. EL IMPERATIVO NOS LLEVA A UN DESCUBRIMIENTO ASOMBROSO
 En esta parte queremos analizar el objeto de nuestra búsqueda. Jesús presentó una de las revelaciones más completa respecto a dónde debemos encontrar la salvación. Por supuesto que el mundo jamás se pondrá de acuerdo sobre esto. Muchos han formulado sus propios programas, seguidos de una serie de normas y requisitos para que el hombre sea salvo. Uno de los grandes éxitos del enemigo ha sido el hacer creer que cualquier “camino” es válido para obtener la vida eterna. Pero note lo que dice el texto: “Escudriñad las Escrituras porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna”. ¿Dónde se encuentra la vida eterna? ¿En la reencarnación del hinduismo, en el destino que han trazado los astros para cada uno, en los valores relativos que nos presenta la Nueva Era, o en las buenas obras de los moralistas? Jesús indicó que el sitio correcto para encontrar la salvación y la vida eterna está en las Escrituras. Las Escrituras nos aseguran un estado eterno que no será perturbado por ningún desastre natural. ¿De qué madera esto es cierto? Voy a referirme a tres textos que nos ayudan a captar esto. Uno lo que encontramos en Romanos 10:17, que dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La palabra de Dios tiene el propósito de despertar en nosotros aquella fe que nos ayuda a conocer al Dios que en ella se revela. Sin esa fe, la Biblia será un buen libro para enriquecer nuestro intelecto, pero no para salvara nuestra alma. Otro texto lo encontramos en Hebreos 4:12. Este es uno de esos grandes versículos de la Biblia; vea lo que dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. En este texto encontramos el “gran quirófano divino”. La intención de la palabra es penetrar hasta las partes más recónditas de nuestro ser. Un bisturís podrá partir los huesos hasta ver los tuétanos, pero sólo la palabra de Dios podrá partir el alma y los pensamientos. Sólo la palabra de Dios podrá quebrantar un corazón endurecido. El otro texto nos los dejó Pedro en su primera carta, así leemos: “Siendo renacidos, no de cimiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P.1:23) El Espíritu Santo toma la palabra expuesta y la coloca en nuestros corazones y desde allí levanta una vida nueva. A un colportor bíblico le asaltaron a mano armada en un bosque en el corazón de Sicilia. Se le ordenó encender fuego y quemar los libros que llevaba. Cuando hubo encendido el fuego pidió permiso para leer una porción de cada libro antes de quemarlo. De uno leyó el salmo 23. –Este es un buen libro; dámelo. No lo quemes –replicó otro. De otro leyó una parte del Sermón de la Montaña, de otro la parábola del buen Samaritano, y de otro la parábola del Hijo Pródigo; en cada caso con igual resultado. Por fin no quedó ningún libro en la cartera y ninguno había sido quemado. El colportor pudo continuar su viaje; pero sin sus libros. Años más tarde se encontró con uno de aquellos ladrones en una convención evangélica, pero ahora era un ministro ordenado. Los libros habían efectuado la transformación. La cosecha de la Biblia es la cosecha de vidas cambiadas en todas partes del mundo (tomado de Anécdotas, por Samuel Vila, pág. 459) Jesús lo dijo antes, “porque en ella os parece que tenéis la vida eterna” 
 
 III. EL IMPERATIVO NOS LLEVA A LA PERSONA MÁS IMPORTANTE 
 El versículo termina diciendo, “y ellas son las que dan testimonio de mí”. La ceguera espiritual de los judíos, por reconocer al verdadero Mesías, fue única y notoria. El contexto inmediato al pasaje que estamos usando nos dice que Jesús había sanado a un paralítico que tenía treinta y ocho años postrado con esa enfermedad (Jn. 5:5) Semejante milagro tenía que llevar a los “estudiosos” de la ley a la conclusión que este hombre, a quienes llamaban Jesús, tenía que ser el Mesías prometido. En una ocasión unos de ellos, al ver las obras que Jesús hacía, le llevó a preguntarse si cuando el Mesías viniera haría mayores obras que las que ellos estaban viendo ahora. Jesús puso a prueba la clase de lectura que ellos hacían respecto a la ley de Moisés al decirles que si en verdad ellos leyeran con profundidad la palabra, descubrirían todo lo que él habló de Jesús v.46. Y es que el propósito de las Escrituras es mostrarnos a Jesús. Se pudiera pensar que desde el Génesis hasta el Apocalipsis hay una vena que corre en su historia y donde quiere que se le corte se derramara sangre mesiánica. Cristo es el centro de las Escrituras. Es el cumplimiento de una inmensa simbología del Antiguo Testamento. Búsquelo en la vida de Abel, el hermano inocente. Búsquelo en el Arca de Noé como instrumento de salvación. Búsquelo en el sacrificio de Isaac por parte de su padre Abraham. Búsquelo en la vida de un José, el más grande ejemplo de pureza en el Antiguo Testamento. Búsquelo en Moisés como libertador del pueblo de Egipto. Búsquelo en el "maná" del desierto y allí lo encontrará. Los salmos nos hablan de él como Rey, Mesías, Dios poderoso, perdonador de pecados. De él hablaron los profetas. Los judíos todavía no pueden encontrar una explicación adecuada para interpretar lo que Isaías dijo en su capítulo 9 y 53 de su libro. Cuando la Biblia habla de la luz, allí se puede ver a Jesús porque el dijo: "Yo soy la luz del mundo". De igual manera cuando él habló del pan, del agua, de las ovejas, de la puerta, de la vid, del cordero. Él es la perla de gran precio. Él es el principio y fin de todo, el Alfa y el Omega. Cristo es el tesoro escondido en todas las páginas de la Biblia. Él es el Verbo, la Palabra viviente que nos habla por medio de la Palabra escrita, a fin de que nosotros lo conozcamos y alcancemos vida eterna. En la última parte de su libro, el mismo Juan concluye con estas palabras: "Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (S. Juan 20:31) La Biblia no tendría sentido si a través de ella no lográramos ver a Jesucristo. Como si se tratara del testigo más fiel, las Escrituras nos dicen que Jesucristo es el Mesías prometido, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado. Los judíos finalmente no vieron a Jesús en la Biblia. A mucha gente le sigue pasando lo mismo. Pero si tú la lees permitiendo que el amor y su gracia que hay en ella te toque, descubrirás al mismo Cristo hablando y llamándote para su salvación. Jesús vino al mundo para salvarlo, y tú eres uno de los que él quiere salvar. 
 
 CONCLUSIÓN: Según James Hamilton, hay dos clases de lectores de la Biblia: los que la leen superficialmente y los que la sondean con profundidad. Los describe comparándolos con dos conocidos insectos. Así escribió: “Uno es notable por su imponente ornamentación, que se exhibe a la luz del sol como polvo de piedras preciosas; al contemplar sus evoluciones, llenas de hermosura, su bello revoloteo sobre los campos y el danzar de flor en flor, no se puede dejar de admirar su actividad llena de gracia, porque está obviamente cubriendo mucho terreno. Pero en el mismo campo hay otro trabajador cuyo traje marrón oscuro y vuelo directo, al grano, puede que no haya atraído tu mirada. Su errante compañero va de aquí para allá y chupa de manera elegante donde puede encontrar una gota de néctar a mano; pero este trabajador constante aterriza en todos los lugares, y allí donde lo hace o bien encuentra miel o la fabrica. Si la flor es profunda, desciende hasta el fondo; si su entrada está cerrada, la fuerza para abrirla; y sí el néctar es peculiar, explora por todas partes hasta que lo encuentra. Su rival de alas de tercio pelo no se detiene en detalles tan trabajosos y que demandan tanta paciencia… Este murió en octubre pasado. El otro está caliente en su colmena, entre las fragantes reservas que ha acumulado”. ¿Qué tipo de lector de la Biblia es usted? ¿Mariposa o abeja? ¿Da sólo una mirada superficial a las Escrituras o las investiga sondeando sus riquezas y almacenando su dulzura?. El imperativo nos dice: “Escudriñad las Escrituras…”. No deje que su Biblia permanezca “nueva” todo el tiempo. Estúdiela de tal manera que ella sienta el toque y el uso de sus manos. Que ella sea la dulzura más anhela de su alma.

 

 


Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.  

 

 

 

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3 Comments
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Javier Arias
Javier Arias
2 años de haberse escrito

Bendiciones queridos hermanos, realmente ha sido de mucha ayuda y de provecho éste estudio; que me ha guiado por la palabra para preparar un estudio en mi Iglesia con el grupo de hombres “Heraldos de CRISTO”.Abrazo grande y Dios continúe fortaleciendo sus vida para preparar al pueblo del Señor en su pleno conocimiento.

Consuelo Bazurto Contreras
8 meses de haberse escrito

Hermosísimo estudio. Gracias Dios los bendiga

Consuelo Bazurto Contreras
8 meses de haberse escrito

Con el debido respeto les pido me orienten o den algún estudio sobre Hebreos 8:10-11 quisiera saber si está promesa al pueblo judío ya se cumplió o se cumplirá luego del rapto de la iglesia. Gracias DIOS les bendiga

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