Del escritorio de Julio Ruíz

Esmirna: Los Santos que sufren

Ruinas de Esmirna (Izmir)

Julio Ruiz hace un estudio en siete entregas, de las 7 iglesias mencionadas en el libro del Apocalipsis y en esta entrega su enfoque va dirigido a la iglesia de Esmirna.

Apocalipsis 2:8-11

Nos corresponde hablar ahora de la carta dirigida a la iglesia de Esmirna. A lo largo de los siglos Esmirna fue una ciudad muy próspera. Sin embargo, por un tiempo permaneció en el olvido. No fue sino cuando Alejandro el Grande detentó su imperio que fue reconstruida, llegando a ser distinguida y rica. Las referencias históricas que se tienen de la ciudad están llenas de los más grandes elogios acerca de su belleza.

De todas las ciudades del Asia, Esmirna fue la más adorable decían sus poetas. Arístides, uno de ellos, le compuso una canción en honor a su belleza, y en uno de sus versos dijo: “la gracia se extiende sobre cada parte de la ciudad como si fuera un arco iris”. Era una ciudad donde el viento, de acuerdo a la descripción del mismo Arístides, la hacía tan fresca como si estuviera siempre debajo de una arboleda. Algo así como una ciudad con una “eterna primavera”.

En tan hermoso lugar como lo fue Esmirna comenzó una iglesia. No se sabe mucho de su origen, pero lo que sí es notorio en la carta fue la enorme persecución que se desató sobre ella, lo cual se describe en términos muy gráficos, tales como: tribulación y pobreza. Esto parecía un contraste con la belleza de la ciudad misma. Era tal la persecución desatada que el Señor les alienta de esta manera: “No temas en nada lo que vas a padecer…”.

Es como si le dijera, ‘prepárate porque se avecina un huracán devastador, y quien lo conduce es el mismo Satanás’. Tan notoria fue la persecución, que fue en esa ciudad donde se dio el martirio de Policarpo, uno de los hombres más piadosos después de la era apostólica. La historia registra las palabras de este mártir, quien después de rechazar la propuesta del procónsul de dejarlo libre si maldecía Cristo y adoraba al César, dijo: “Por 86 años he servido a él y no me ha hecho mal. ¿Cómo podía yo blasfemar de mi rey quien me salvó?”.

De modo, pues, que allí vivían los “santos que sufren”, el tema para la ocasión. Veamos el mensaje de esta carta para nosotros hoy.

El Señor también ha pasado por el sufrimiento

Apocalipsis 2:8. Cuando analizamos el sufrimiento de la iglesia de Esmirna, tenemos que reconocer que muchos de nosotros no hemos pasado por condiciones parecidas. Es verdad que todavía hay lugares en el mundo donde se dan persecuciones, pero no igualan las que se dieron en los primeros años del cristianismo.

Sin embargo, si aún tuviéramos que comparar los sufrimientos de los santos a través de los tiempos, tenemos que reconocer que el Santo de los santos, nuestro Señor Jesucristo, ha tenido el padecimiento mayor. De modo que no es casualidad que frente al muy notorio sufrimiento de los hermanos de Esmirna, el se presente como el “Primero y postrero”, y como “el que estuvo muerto y vivió”. ¿Qué significa todo esto?

En la primera oración descubrimos la divinidad del Señor. El “yo soy el primero” es un término aplicado a Dios en el Antiguo Testamento (Isaías 44: 6; 48:12). El que él sea el “primero y postrero” significa que tiene control de la historia; que conoce todo lo que ocurre “debajo del sol”, y por lo tanto nada escapa a su presencia, incluyendo nuestras penas y sufrimientos.

Esta declaración vino para dar confianza a los hermanos atribulados. Él es el Alfa y el Omega como define este libro su persona. No hay nada antes de él ni después de él. No es el poder humano ni de la naturaleza el “primero y el último”. El fin de todas las cosas está bajo la mano del único que dirige el curso de los tiempos y de la historia.

Por otro lado, el hecho de que él “estuvo muerto y vivió” le garantiza a cada uno de sus seguidores una continua victoria. Nuestro Dios se ha identificado con nuestra miseria humana. Él se hizo como uno de nosotros. Asumió nuestra propia naturaleza, lo cual le hizo sentir todo el dolor humano. Y más aún, la decisión de morir en una vulgar cruz, donde solo morían los más indignos pecadores, nos hace ver la manera más baja a la que descendió el Hijo de Dios.

De modo que su muerte fue real, pero lo más importante ahora es que vive. Esta es la gran noticia para todos los que pasan el “valle de sombra y de muerte”. Él puede ayudarnos en la peor de nuestras circunstancias. No hay sufrimiento tan grande que él no lo haya pasado. Lo peor que nos pueda suceder ya él lo ha vivido. Los hermanos de Esmirna podían tener esta seguridad. Esa es la base de nuestra confianza también.

Él ya venció la muerte, ahora nos espera triunfante y victorioso en los cielos. ¡Ánimo hermano mientras pasas tus pruebas!

El Señor conoce las etapas del sufrimiento

Apocalipsis 2:10a. El sufrimiento ha sido real para el pueblo de Dios. Jesús advirtió a sus seguidores sobre el particular. Él no negó esto, sino que afirmó: “En el mundo tendréis aflicción…”. Alertó a sus discípulos sobre la gran tribulación que vendría después de su muerte. La iglesia de Esmirna fue un ejemplo de lo que había profetizado (Mateo 24:9). Cuando miró dentro de ella notó que estaba pasando por un gran período de sufrimiento.

A la iglesia de Esmirna le dice que él conocía sus obras, pero sobre todo su “tribulación y tu pobreza”. Era un gran consuelo que Jesús conociera su tribulación. Los hombres jamás verán el sufrimiento como lo puede ver Jesús. Muchos, frente a la tragedia humana, son indiferentes como el levita y el sacerdote en la parábola del Buen Samaritano. Jesús es el único que se detiene, se baja, toca al herido, lo venda, lo pone en la cabalgadura y lo lleva hasta el mesón.

Ese es el consuelo para quien sabe que el Señor conoce el sufrimiento y su paso para socorrerlo. Jesús notó que los hermanos de Esmirna también eran pobre, aunque de inmediato sentencia que eran ricos. Sí, ellos eran ricos porque la auténtica riqueza no es la material sino la espiritual, y de eso los hermanos estaban llenos.

Al final de estas cartas Jesús reprocha la iglesia de la Laodicea porque ellos, contrario a los hermanos de Esmirna, decían que eran ricos, pero Jesús les dice que eran “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apc. 2:18) Jesús también conocía al grupo que se había convertido en el objeto de su sufrimiento y persecución v.9. Ellos hablaban mal de estos hermanos, de allí el término “blasfemia”. Las calumnias son peores que los mismos golpes.

Un grupo de judíos se había convertido en “sinagoga de Satanás”. Una de las tareas de Satanás es usar la calumnia para ensuciar el carácter de los creyentes. Satanás como padre de mentira se ha encargado de engañar desde el principio, y esta arma la ha usado muy bien para traer tristeza, dolor y quebrantamiento. En el caso de los hermanos de Esmirna el sufrimiento parecía venir como un huracán de quien se anuncia su eminente destrucción. Así les dijo: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días” v.10.

Un asunto que alienta en este texto es que, si es cierto que el padecimiento vendría, también es cierto que ellos no deberían temer en nada. ¿Por qué tales palabras de aliento? Porque él está con ellos como el “primero y el postrero”. Cuando vivió en la tierra les dijo a sus discípulos que aun cuando era una realidad los sufrimientos, ellos podían confiar porque él había vencido al mundo. Del conocimiento que tiene Jesús sobre el sufrimiento podemos afirmar que él sabe de nuestros problemas y nuestras luchas. Por lo tanto no estamos solos.

Él sabe que nuestras pruebas no son sino la escuela donde crecemos espiritualmente. No hay prueba tan grande que Jesús no haya llevado. La promesa es que aunque “ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno….”. De modo que podemos decir con firmeza, “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. No estoy solo mientras pasa el “huracán” de las pruebas.

El Señor nos alienta a vencer el sufrimiento

Una cosa es ser fiel mientras todo anda bien, y otra muy distinta es permanecer fiel en medio de las pruebas. En diferentes etapas de nuestras vidas solemos hacer promesas de ser fieles en todo, y aun “hasta que la muerte nos separe”, pero venida una tentación, alguna prueba u otro tipo adversidad, pudieran romperse los votos del compromiso. A los hermanos de Esmirna el Señor les anima a “ser fiel hasta la muerte”.

Las palabras del Señor no eran las mismas que pronuncia el ministro cuando está exigiéndoles fidelidad a los cónyuges. Cuando Jesús alienta a sus hermanos a mantener su fe incólume hasta la muerte, es porque él sabía de la tormenta que se avecinaba. Les había dicho: “No temas en nada lo que vas a padecer…”.

Es un hecho indiscutible que frente a la presencia de la muerte es donde se comprueba el grado de fidelidad. Para los tiempos cuando Jesús profetizó estos sufrimientos, los creyentes tenían que decidirse entre ser fiel a él o al César. Quienes se negaban a la adoración del emperador podían esperarle una muerte en la hoguera, en la arena del círculo romano donde eran devorados por fieras, ser crucificados o ser decapitados como les paso algunos de los apóstoles. Jesús hablaba de una muerte espantosa, no tanto como la que él tuvo, pero tampoco era una muerte como morían los antiguos patriarcas “en su vejez y llenos de días”.

En nuestro tiempo hay gente que se inmola debido algún fanatismo religioso o ideológico. Sin embargo no es ese el tipo de “fidelidad” que al final será premiado. Muchos de los fanáticos que hacen esto no les importa cuántas vidas inocentes también perecen con sus irracionales acciones. Jesús nos dice que si nuestro sufrimiento llegara hasta la muerte, por causa de su nombre, no temiéramos porque al final él nos daría la “corona de la vida”. Esa es la premiación para los que se mantengan fieles. Una corona se les da a los ganadores.

Ella es símbolo de gloria y de victoria. A los triunfadores cristianos se les promete una corana de justicia (2 Tim. 4:8) y una corona de gloria (1 Ped. 5:4) No es una corona de laurel como se les dio a los triunfadores de las recién finalizadas olimpíadas. “Corona de vida” representa lo imperecedero. Es la vida eterna que le aguarda los seguidores del “Primero y el postrero”. Pero la otra promesa conferida a los que pasan por el sufrimiento y son coronados, es que no pasaran la terrible experiencia de “la muerte segunda”.

Alguien dijo que el que “nace dos veces muere una vez, pero el que nace una vez morirá dos veces”. Esta declaración corresponde a al hecho es el nacimiento espiritual el que nos libra de pasar por la muerte espiritual. La “muerte segunda” es la muerte eterna. Sin duda que este será el sufrimiento mayor. Nadie que acepte a Cristo como su salvador sufrirá daño de esa segunda muerte. El infierno es el lugar de “muerte segunda”. Allí morará el diablo y sus ángeles, pero también todos los que rechazan la gracia manifestada a través de nuestro Señor Jesucristo.

Los santos que sufren

 “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. La exhortación para esta iglesia atribulada es para que preste atención y no caiga en la apatía. Para que en medio de su condición levante su ánimo. Las promesas de la presencia del Señor en ella, así como la premiación una vez que hayan pasado la prueba, son incentivos para seguir adelante.

A la iglesia de hoy el Señor la exhorta de igual manera. Al creyente que pasa por las muchas pruebas, el Señor le dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. La fidelidad es lo que más busca el Señor. Eso es un continuo secreto para ser “más que vencedor”, no importa el tamaño del sufrimiento. Recordemos las palabras de Pedro a sus hermanos 1Pedro 4:12-19.


Serie: Mensaje del Espiritu a las siete iglesias

Iglesia de Efeso: Fisuras en la costura
Esmirna: Los Santos que sufren
Pérgamo: Iglesia fiel y al mismo tiempo transigente
Tiatira: Aferraos a lo que tenéis
Sardis: Sé Vigilante
Filadelfia: Una puerta abierta
Laodicea: Sé pues celoso

Serie Posterior

En el año 20021 el pastor Julio Ruiz escribió otra serie sobre las siete iglesias del apocalipsis cuyo mensajes son distintos. A continuación presentamos la serie de ese entonces:

1. Que no se apague el amor (Efeso)
2. Los santos que padecen sufrimiento (Esmirna)
3. La batalla por la pureza (Tiatira)
4. En cuidados intensivos (Sardis)
5. Cuando una iglesia trasgrede su fe (Pérgamo)
6. La puerta que nadie puede abrir (Filadelfia)
7. La tibieza del alma (Laodicea)

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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ELIAS
ELIAS
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LEI SOBRE ESMIRNA LOS SANTOS QUE SUFREN

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