Del escritorio de Julio Ruíz

Sardis: Sé Vigilante

Sardis: Sé Vigilante
Ruinas del antiguo templo de Sardis

Julio Ruiz hace un estudio en siete entregas, de las 7 iglesias mencionadas en el libro del Apocalipsis y en esta entrega su enfoque va dirigido a la iglesia de Sardis.

Apocalipsis 3:1-6

La vigilancia es uno de los asuntos más importante en la vida. De ella pareciera depender la seguridad y felicidad de muchos. Naciones como los Estados Unidos, después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, han incrementado a niveles casi “paranoicos” la vigilancia. Quienes tuvimos la ocasión de viajar allí, después del ataque terrorista, comprobamos las medidas extremas a las que tuvo que llegar esta nación para mantener la paz interna.

La amenaza de nuevos actos terrorista hace que con frecuencia se encienda la “luz amarilla” como un alerta de peligro. La noche previa a la muerte de Jesús, siendo la más dramática de su vida, pidió a sus discípulos que le acompañaran a vigilar. Solicitó la presencia de sus más íntimos amigos que tuvieran con él más cerca, pero en lugar de estar despiertos, titubearon, se durmieron y no vigilaron. Les había dicho: “Velad y orad para que no entréis en tentación”.

Ya conocemos lo que pasó con ellos por no haber vigilado durante ese tiempo. A la iglesia que nos corresponde analizar hoy, el Señor le dijo: “Sé vigilante, y afirma las obras que están para morir…”. El ojo observador de Jesús descubrió a una iglesia moribunda. Contrario a iglesias como Pérgamo y Tiatira, quienes fueron reconocidas por sus extraordinarios trabajos, a ésta el Señor le dice que “no he hallado tus obras perfectas delante de Dios” v.2. Aquí nos encontramos como una radiografía que pone al descubierto a un “paciente que está viviendo con vida artificial”.

La palabra “vigilar” en el caso de Sardis tiene una importancia histórica. La ciudad estaba ubicada en una posición muy difícil de ser atacada. Unos riscos precipitosos la rodeaban y protegían por tres de sus lados. Al parecer nadie podía conquistarla, pero por la confianza y el descuido de sus guardianes, la ciudad había caído dos veces. Así, pues, el Señor toma el ejemplo histórico y lo aplica a la iglesia. De manera que el llamado a vigilar es urgente. Veamos, pues, cómo la vigilancia se constituye en un asunto de vital importancia para la vida espiritual. Conozcamos la naturaleza de la vigilancia espiritual.

Hay alguien que está contemplando nuestras acciones

Apocalipsis 3:1. Como en los anteriores casos, lo primero que Jesús hace es identificarse con la iglesia a quien le escribe. A Sardis le dice que él es “el que tiene los siete espíritu de Dios y las siete estrellas”. Ambas figuras nos hablan de un personaje que tiene absoluto poder y sabiduría. Sobre estos “siete espíritus”, el comentarista Barclay ha dicho que pudiera representar la totalidad de los dones del Espíritu y la universalidad de su presencia.

Hemos dicho que las “siete estrellas” representan a las iglesias, y el que estén en las manos del Señor aseguran su destino. Esto significa que nada escapa a su presencia. Todo lo que la iglesia hace es como un libro abierto delante de él. Con esta identificación Jesús pone en evidencia el estado y condición de la iglesia. Para una iglesia que tiene apenas signos vitales de vida, el Señor se presenta a ella como el que tiene los “siete Espíritus de Dios”. Porque si algo necesitaba la iglesia era vida y el “Espíritu es el que da vida…”.

No es la organización la que trae vida a la iglesia. Todas las partes que conforman el programa de una iglesia son importantes, sobre todo si las mismas se hacen con el fin de su crecimiento en calidad y cantidad. Pero debe recordarse que los ministerios sin “el aceite de la unción del Espíritu” son “metal que resuena que hace ruido y nada más”. Hay alguien que vigila la iglesia no solo para cuestionarla sino para darle vida. El Señor es el mayor interesado en la vida de la iglesia. No está en sus planes que ella perezca, como era el caso de la iglesia de Sardis. El “Vigilante Eterno” espera que su iglesia se levante. Ella no nació para morir. Ella nació para traer vida y Jesús el dador de ella.

Hay un decaimiento visible

Apocalipsis 3:1b. La iglesia de Sardis aparece como la menos atractiva dentro de las demás. El Señor no encontró nada que alabar. Sus palabras de reconocimiento son fuertes: “Tienes nombre de que vives, y estás muerto”.La gran queja del Señor se refería a que esta iglesia estaba realizando muchas actividades exteriores, pero no había espiritualidad de su recinto. Es posible que la iglesia contara con una buena organización.

Todo parecía marchar bien. Si alguien la juzgaba desde afuera, bajo un punto de vista congregacional y organizacional, a lo mejor tenía los mejores elogios. Pero lo cierto era que aquella iglesia no tenía vida. Se ha dicho que no hay cosa mejor organizada que un cementerio; sin embargo, allí no hay vida. Las características de una iglesia al estilo Sardis que pudiera estar conformada por personas que desde el exterior profesaban a Cristo, y a lo mejor muchas de ellas se considerasen creyentes, pero que de hecho no tienen vida espiritual, llegando a ser cristianos solo de nombre.

Hablando de esta iglesia, el Dr. William Barclay ha dicho: “Una iglesia corre el peligro de morir cuando empieza a alabar su propio pasado, cuando le preocupan más las formas que la vida, cuando se preocupa más de los sistemas que de amar a Jesús, cuando tiene más interés en las cosas materiales que en las espirituales. Esta iglesia de Sardis carecía de tal modo de vida que, de hecho, no se producía ninguna lucha en ella. Como vemos, hay una gran diferencia entre esta iglesia y el resto de las iglesias. No hay judíos que acusen a esta iglesia a pesar de que había una numerosa colonia de judíos en la ciudad de Sardis.

Hacían caso omiso de la iglesia o posiblemente ni siquiera estuviesen enterados de su existencia. Aquí no había falsos apóstoles, no había en ella nicolaitas dominantes, contra los cuales debían protegerse. No había mujeres seductoras, como pasaba en Tiatira. ¡No había nada! ¡Así de claro! ¡Ese era el ministerio de la iglesia de Sardis!”. Algunos han llamado a la iglesia de Sardis, “la iglesia de los Zombies”. El título se lo han dado por esa serie televisiva que muestra a ciertos cadáveres caminando de una forma muy doblada y pausada; con rostros desfigurados y sin emitir ningún tipo de palabras.

Por supuesto que este es un estado muy gráfico para describir a una iglesia, pero la declaración “tienes nombre de que vives, pero estás muerto”, pone a pensar en esto. Una cosa es la vista de los hombres, pero otra muy distinta es la vista divina. Dios nos ve como realmente somos. El estado moribundo de la vida espiritual debe vigilarse. En la Biblia encontramos varias veces la orden de despertarnos. Pablo dice en la epístola a los Efesios: “¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!” ((Efesios 5:14).

Es como si nos dijera “afronta con seriedad tu condición, cambia tu estado, muévete en otra dirección; sal del aburrimiento y levántate para ser el hijo de Dios que él espera usar y bendecir”. Vigilar es lo contrario de dormir. La tendencia es más a conformarse en la vida espiritual. La religiosidad es lo que hace oler a muerte. La plenitud de Cristo en el creyente es la vida a la que nos llama el Señor. Él dijo dos cosas muy importantes respecto a esto: “El que cree en mí, como dije la Escritura, ríos de agua viva correrá de su interior” (Juan 7:38) ; y además dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). La muerte no tiene nada que ver con el evangelio de Cristo, porque aún los que mueren físicamente se les prometa la resurrección de los muertos.

Hay pasos que dar para mejorar el camino

Apocalipsis 3:2-3. ¿Qué necesita una iglesia muerta? ¡Por supuesto que lo que necesita es vida! El Señor Jesucristo quien es el más interesado en la salud de su iglesia, le recomienda la medicina exacta para levantar su actual estado. Él jamás le dirá a los suyos “no quiero saber más nada de ustedes”. El Señor desea siempre la restauración de su iglesia. Así, pues, lo primero que necesita una iglesia que vive en este estado es “¡Despertar!”.

El Señor le dice a la iglesia moribunda “afirma las otras cosas que están para morir”. Al parecer Jesús vio que no todo estaba perdido dentro de la iglesia. La palabra afirmar es la clave en la observación del Señor. Con esto él hace un llamado a evitar una apariencia religiosa. No hay prosperidad espiritual cuando nos conformamos sólo con ritos y ceremonias. El Señor busca verdaderos actos de piedad y poder espiritual. El otro paso es “acordarse de lo que ha recibido y oído”. La iglesia de Sardis, al igual que las demás, era una iglesia del Señor.

Cristo murió por ella. Es verdad que está a punto de morir, pero ella es pertenencia divina. Algún apóstol o discípulo la había formado. Alguien con amor desinteresado la había constituido como iglesia. ¿Qué es lo que ha recibido una iglesia? ¿Qué es lo que ha recibido un creyente? Ningún asunto será más importante recordar que el instrumento que Dios usó para salvarnos. Tenemos una deuda de gratitud por nuestra salvación. Conviene recordar esto para vivir el evangelio de Cristo. Somos muy olvidadizos. En el salmo 103 se nos exhorta a no olvidar “ninguno de sus beneficios”. El otro paso es guardar. ¿Qué asuntos debería guardar un creyente?

El salmista lo puso en estas palabras: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Salmo 119:11). Y el hijo del salmista dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, por de él mana la vida” (Proverbios 4:23). Pero el otro paso pudiera ser el más importante. El Señor le dice a su iglesia “arrepiéntete”. Esta palabra, y en especial en estas cartas, apunta hacia una cambio de actitud. Nos movemos con una continua justificación de lo que hacemos que no encontramos nada dentro de nosotros de lo que debemos arrepentirnos. Pero un pausado examen de conciencia y de nuestros actos nos revelará actitudes o acciones de las que sí tenemos que arrepentirnos.

En este mismo sentido el Señor le da a su iglesia una poderosa razón por la ella debería ser vigilante: “Pues sino velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a que hora vendré sobre ti”. En esto hay un elemento de sorpresa. El creyente debe vivir vigilando su vida porque el Señor vendrá en el momento menos esperado, como lo hace un ladrón. Así, pues, el Señor le da al “paciente” la medicina correcta. Todo un llamado a levantarse de su estado moribundo.

Les espera un final glorioso

Apocalipsis 3:5. El Señor ha visto que las obras de esta iglesia no han sido buenas como las vio en otras. Sin embargo, si la iglesia toma el camino correcto de la restauración, no morirá sino que más bien tendrá un final glorioso que se traducen en premios para los victoriosos. Las recompensas para los vencedores de esta iglesia son únicas en toda la Biblia. Uno tiene que ver con la vestimenta blanca, la otra con nuestro nombre escrito en el libro de la vida y la última, que él confesará nuestro nombre delante del Padre y de los ángeles.

Las vestiduras blancas son siempre símbolo de redención en las Escrituras. Esta verdad aparece más amplia en el capítulo 7 de este libro. Allí se lee de una gran multitud de personas que han pasado por la gran tribulación y que han “lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero” v.14. De modo, pues, que las vestiduras blancas son una señal de haber sido redimidos. Eso fue lo que Isaías profetizó años atrás en el capítulo 1:18, cuando dijo: “Venid, pues, dice Jehová; y razonemos juntos. Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí vendrán a ser como blanca lana” (VRA).

Los tales eran dignos no por ser mejores que otros, sino porque habían sido emblanquecidos en la sangre del cordero. La mancha del pecado sólo puede ser quitada cuando somos lavados en la sangre que se derramó en la cruz. En segundo lugar promete que “nunca borraré su nombre del libro de la vida”. Algunos han pensado, al ver esta declaración, que el nombre podía ser borrado del Libro de Vida. Pero el texto lo que sugiere es lo contrario. Lo que dice más bien es que jamás borrará nuestro nombre, una vez escrito. El Señor no tiene ninguno de los cuatro temperamentos que nosotros tenemos con los que cambia de acuerdo a las circunstancias.

El Señor no amanece de mal humor después de haber pasado una noche pensando qué hacer con la cantidad de nombres que ha escrito en su Libro, si los deja o los borra. La Biblia nos dice que el no es “hombre para que se arrepienta…”. De modo que en lugar de borrar el nombre, lo que el Señor más bien hará es confesarlo delante de los ángeles y de su Padre. Esta la actuación de un abogado. Los santos ángeles y el santo Padre oirán un día el nombre de cada uno de los que ha redimido por su sangre. ¿No es esto sublime, que el mismo Cristo que muere por nosotros también es el abogado y el que confesará nuestro nombre en los cielos? Ahora la pregunta será, ¿está mi nombre en esa lista? ¿Oirán los ángeles y el Padre eterno la confesión que hará el Hijo?

Sardis: Sé vigilante

Al final de la carta aparecen otra vez las palabras “el que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Y, ¿qué ha dicho el Espíritu a la iglesia hoy? ¿De qué manera él te ha hablado? Para la iglesia la reflexión apunta hacia la clase de creyentes que somos. No suena halagador que el Señor nos diga “tienes nombre de que vives, pero estás muerto”.

El llamado es a ser vigilante y afirmar las cosas que están por morir. Si no eres creyente, y sabes que tu nombre no está en ese Libro de la Vida, entonces es tiempo para que hoy te pongas “el vestido blanco”, cuyo símbolo nos habla de haber sido lavados en la sangre de Cristo. Solo ella nos limpia de todo pecado. ¿Cuál decisión tomas hoy?


Serie: Mensaje del Espiritu a las siete iglesias

Iglesia de Efeso: Fisuras en la costura
Esmirna: Los Santos que sufren
Pérgamo: Iglesia fiel y al mismo tiempo transigente
Tiatira: Aferraos a lo que tenéis
Sardis: Sé Vigilante
Filadelfia: Una puerta abierta
Laodicea: Sé pues celoso

Serie Posterior

En el año 20021 el pastor Julio Ruiz escribió otra serie sobre las siete iglesias del apocalipsis cuyo mensajes son distintos. A continuación presentamos la serie de ese entonces:

1. Que no se apague el amor (Efeso)
2. Los santos que padecen sufrimiento (Esmirna)
3. La batalla por la pureza (Tiatira)
4. En cuidados intensivos (Sardis)
5. Cuando una iglesia trasgrede su fe (Pérgamo)
6. La puerta que nadie puede abrir (Filadelfia)
7. La tibieza del alma (Laodicea)

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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