Nuestra mente usualmente razona de una manera distinta a la de Dios. Jesús rompe nuestros paradigmas y nuestra vida se doblega ante su señorío y sus designios. Cuando nos ponemos en su perspectiva experimentamos con asombro que nuestros pensamientos son limitados comparados frente a la inmensidad de Dios.
Ya nos lo dice Isaías 55:8-9 «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes;
¡más altos que los cielos sobre la tierra!»
Jesús rompe nuestros paradigmas
Jesús, vivo dudando y Tú me dices: confía,
tengo miedo y Tú me dices: ánimo.
Prefiero estar solo y Tú me dices: sígueme.
Fabrico mis planes y me dices: déjalos,
Me agarro a mis cosas y me dices: despréndete,
quiero vivir y me dices: da tu vida.
Creo ser bueno y me dices: no basta,
quiero mandar y me dices: ponte a servir.
Deseo comprender y me dices: cree,
busco claridad y me hablas en parábolas.
Quiero poesías y me hablas de realidad,
deseo tranquilidad y me dejas inquieto.
Quiero violencia y me hablas de paz,
busco tranquilidad y vienes a traer fuego a la tierra.
Quiero ser grande y me dices sé como un niño,
Me gustaría esconderme y me dices: sé luz.
Quiero ser visto y me dices: ora en lo escondido.
¡No te entiendo Jesús!
Me desconciertas y me atraes,
me sucede lo mismo que le pasó a Pedro:
no encuentro maestro mejor porque
Sólo tu tienes palabras de vida eterna.