Del escritorio de Julio Ruíz

La Novia del Cordero

La Novia del Cordero

Versos relacionados con la novia del Cordero para este estudio: Efesios 5:25-27 y Apocalipsis 19:7-9; 21:2,

La iglesia como “novia y esposa” suscita en la mente del creyente una emoción incomparable como futuro evento celestial. Como “novia”,  por cuanto es la prometida de Cristo en su estado terrenal, y como “esposa”, cuando esté en su estado celestial. Cuando oímos de las “Bodas del Cordero” nos sentimos atrapados en un profundo gozo al pensar en lo que será ese espectáculo de colores, sonidos y alabanzas celestiales y  nosotros siendo parte de ese  cortejo glorioso.

Si el Edén es un símbolo del cielo donde se dio el primer matrimonio, es de esperar por la vía del simbolismo, que Adán era una figura de Cristo, mientras que Eva lo era de la iglesia. Pero como ese matrimonio fue manchado por el pecado, se hizo necesario un sacrificio mayor para restaurar lo que el pecado había hecho. Israel, el pueblo que vino de Eva, fue la esposa infiel de Jehová, mientras que la iglesia es representada en el Nuevo Testamento como la virgen pura que espera la venida de su esposo (2 Co. 11:2).

De esta manera,   la iglesia se ha constituido en la contra parte   de ese pueblo infiel, pero no por causa de ella misma, sino  por el rescate que pagó el esposo. Esta es una figura muy  pintoresca con la que se representa al pueblo de Dios. Pero ¿cómo se aplica a la iglesia del Señor? Cuando Cristo venga a levantar a su iglesia lo hará para que ella esté al lado de su amado, y disfrute de los bienes que él ha preparado para ella.  Los miembros fieles gozarán de aquella unión celestial. 

¿Puede imaginarse esa boda? ¿Cómo será el traje que usará el Novio? ¿Cómo será el vestido de la novia para la ocasión? ¿Se imagina la fiesta que se montará en el cielo cuando esto acontezca? ¿Se imagina la Cena que acompañará a las Bodas del Cordero? ¿Será usted parte de ese cortejo celestial? Veamos el significado de la iglesia como novia del Cordero en su preparación para sus Bodas.  

Como novia del Cordero la Iglesia tiene el mejor amante

Juan el Bautista presentó a Jesús como el Esposo.

Su ministerio tuvo como propósito  presentar a Cristo como el esposo de la iglesia. Él vino para hacer la “unión terrenal” entre Cristo y la iglesia.  Cuando algunos de sus  discípulos vinieron preocupados porque las multitudes estaban yéndose tras Jesús, él mismo afirmó que no era el Cristo, sino el “amigo del esposo” (Jn. 3:29).

Para aquellos tiempos el amigo del esposo era el encargado de hacer todos los preparativos para los enlaces nupciales. Esperaba hasta que el esposo llegara con su amada a la cámara nupcial. Cuando oía los gritos que anunciaban  la llegada de los novios, les abría la puerta y una vez  adentro se aseguraba de dejar todo arreglado, y  cerraba la puerta se perdía en medio de la oscuridad, feliz por haber cumplido con su tarea.

Juan el Bautista fue como el “pastor” que unió a Cristo con la iglesia en la tierra. Ahora el cielo aguarda para la unión más gloriosa de los siglos. Allí el amado aguarda por su amada el tiempo del fin.

¿Cuánto amó Cristo a su iglesia?

Esta es la pregunta que más  toca el corazón del creyente. Pablo, hablando del amor que debiera tener el esposo por su esposa, lo puso a la altura del amor de  Cristo por su iglesia, al  dicirnos: “Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha…” (Ef. 5:25-27).

Si queremos saber cuánto amó Cristo a su iglesia tenemos que mirar la cruz. Los clavos que sostuvieron su cuerpo son la referencia que tenemos para ver la magnitud de su amor. Note que la entrega por su amada fue para santificarla. Su amor fue redentor y purificador. No hay amor más grande que este.

Para que donde yo esté vosotros también estéis

Jesús conoce cómo es el cielo porque ha sido el único que descendió del cielo. A sus atribulados discípulos les aseguró la promesa de tenerlos consigo en la casa de su Padre. Jesús sabe que no habrá mejor lugar para la esposa amada que ese. En el cortejo celestial veremos el rostro del novio con el resplandor de su gloria y con la satisfacción de la dicha eterna.

Será aquel momento para recordar las palabras: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). En ese nuevo estado, sin “mancha ni arrugas”, la iglesia como esposa del Cordero conocerá del eterno amor de su Esposo. El gozo del esposo es tener a su esposa a su lado para siempre.

Como novia del Cordero la Iglesia se vestirá de pureza

Como novia ataviada para su marido.

El libro de Apocalipsis nos da una descripción única sobre cómo se presentará la novia en aquel enlace celestial. Ella es comparada con la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Así la vio Juan: “Y yo Juan vi la santa ciudad,  la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,  dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apc. 21:2).

Hay ciudades en el mundo cuya distinción histórica ha sido la impureza moral. Pero hay una ciudad cuya distinción será su santidad eterna. Esa ciudad es símbolo de la esposa del Cordero. Ella está adornada para su marido.

Uno de los siete ángeles que tenían en sus manos las copas con las plagas que serán derramas sobre la tierra, invitó a Juan para que viera a la esposa en ese nuevo estado, y esta fue su visión: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal” (Apc. 21:9-11)

Vestidos de ropas blancas.

El vestido blanco de una novia es símbolo de su pureza. En el cielo los redimidos aparecen siempre con vestidos blancos (Apc. 7:9) Así estará vestida la novia del Cordero. Jesucristo con su sangre la limpió de todo pecado con el fin de presentársela así mismo  una iglesia “gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).

Antes que Juan nos describiera la novia ataviada, Pablo ya había tenido esta visión, de modo a los  Corintios les dijo: «Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo» (2 Cor. 11:2). Así como Cristo fue concebido en un vientre puro y virginal, así espera que su esposa esté delante de él. El asunto que más debe amar la iglesia es la santidad (He. 12:14). 

Como novia del Cordero la Igleisa aguarda el día de su boda 

Nota: El desposorio era el tiempo donde la joven pareja se había comprometido en matrimonio pero sin la consumación física. Era un verdadero tiempo de preparación que en algunos casos duraba hasta un año. Después vendría la boda.

El día del arrebatamiento

El amor de Cristo por su novia será hasta  convertirla en su esposa, por lo tanto no la puede dejar en esta tierra que será destruida para luego dar paso a un universo nuevo. La segunda venida de Cristo tiene como propósito el levantamiento de la iglesia. La figura del novio viniendo en rescate de su novia es algo indescriptible para la mente humana. La iglesia a través de las edades ha pasado por sus diferentes etapas, muchas de ellas signadas por el sufrimiento de la persecución.

El arrebatamiento plantea el momento más glorioso para la iglesia. Allí se pasará de la iglesia militante a la iglesia triunfante. Pablo vio ese día, y al pensar en el descenso glorioso del novio, rodeado del más sublime séquito, dijo: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:16, 17).

Las bodas del Cordero

Después que sea juzgada la “gran ramera” que corrompió a la tierra con su fornicación, y la sangre de los mártires haya sido vengada, habrá una enorme alabanza celestial donde una incontable multitud convocará a los ejércitos del cielo para que todos juntos, digan: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apc. 19:7)

El asunto clave aquí es que la esposa esté preparada. Esto habla de su condición gloriosa; de haber sido lavada en la sangre del mismo Cordero que ahora la toma como su Esposo. Y note que para poder presentarse delante de su amado tiene que poseer un inigualable vestido que ella misma no podría comprar, pues se nos dice que a ella “se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente…” v. 8. Nadie podrá entrar a esa boda a  menos que tenga puesto este vestido. Pablo nos habla de ese vestido (Col. 3:12).

La novia del Cordero

La belleza, la pureza y la lealtad duradera son conceptos que la palabra «esposa» comunica a plenitud. La iglesia como “novia y esposa” debe reflejar ese estado. De allí  la invitación bíblica: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas  del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apc. 19:9).

“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apc. 21:2-4).

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. El que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”  (Apc. 22:17) ¿Estás preparado para esa Boda? ¿Has sido invitado para su Cena? ¿Serás parte de aquella multitud vestida de ropas blancas, símbolo de la pureza y  santidad con la que la novia estará vestida para esa unión celestial?
 

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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Paulocesar
Paulocesar
3 años de haberse escrito

Claro que si estoy preparada TENGO EL AMOR DE DIOS y todo es por El y sabe que no mento

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