Del escritorio de Julio Ruíz

La pregunta del toque

La pregunta del toque

 

¿Quién es el que me ha tocado? 

Lucas 8:43-48

Este será nuestro penúltimo sermón acerca de las preguntas de Jesús. La importancia de cada una de estas preguntas es digna de ser expuestas, porque todas tienen el propósito de sacar a las personas de alguna condición, sea por ignorancia o por necesidad, y luego llevarlos a un encuentro con la salvación y su destino eterno.  La vida de esta mujer tocando el vestido del Señor, y con eso su sanidad, nos presenta la pregunta de la ocasión: “¿Quién es el que me ha tocado?”.

Esta es una historia con un gran desafío, llena de toda una ilustración acerca del tipo de fe que toca al Señor para ser correspondida. En una multitud como aquella, Jesús fue tocado; eso era natural, su vida parecía un imán atrayendo a todos, pero en aquella ocasión Jesús se dio cuenta que alguien le había tocado de una manera diferente y de allí vino su pregunta.

Por supuesto que Jesús sabía quién le había tocado, pero la pregunta tenía el propósito de crear en los presentes no solo la curiosidad por descubrir a la persona, sino para hacer referencia a la fe inquebrantable de tan osada acción, en medio de esa gran multitud. Este es el único caso en la Biblia donde encontramos una sanidad literalmente robada por tocar los vestidos de Cristo.

Mi propuesta para este mensaje es descubrir en una historia como esta el valor de la constancia frente a las grandes pruebas de la vida, y el valorar una fe determinada hasta lograr la victoria. Nos hará bien recordar también que para el Señor no hay nada imposible. Eso será mi propuesta para hoy. Respondamos, entonces, a la presente pregunta con otras dos preguntas más.  

¿Qué necesitamos para tocar al Señor?

Reconocer el fracaso de mi propia búsqueda

Una mujer con un sufrimiento de doce años

Lucas 8:43a.  Aquí estaba una mujer que había tenido una hemorragia durante doce años (un problema de larga duración). Según la ley judía (Levítico 15:25-27), ella era inmunda. Eso significa que se le prohibirá asistir al servicio de adoración de la sinagoga y también se le privará de estar con sus amistades. Ella estaba condenada al ostracismo por parte de la sociedad judía.  Podemos imaginar la devastación de ser declarada impura durante doce años. 

Esa mujer no podía tener marido, ni hijos, ni ser aceptada por los demás. Esta era su aflicción.  Y como esta mujer, muchas personas no dudan de la capacidad de Dios para sanar, pero si dudan de su condición para creer que Dios pueda sanar a alguien como ellos. Pero este no era el caso de esta mujer, porque ella no dudó en ver a Cristo como su última salvación para su mal.

Doce años con esta enfermedad es pensar en toda una juventud perdida, porque pasó sus años jóvenes soportado esto. Hoy contamos con muchos tratamientos para ese tipo de condición, y las mujeres pueden vivir insertadas en la sociedad, más no era el caso de esta mujer. Las estrictas leyes de su tiempo hacían más pesada la carga de aquella deteriorada mujer. Su pera era insoportable.

Una mujer con una profunda impotencia

Lucas 8:43b. ¿Nos parece extraño esto? Muchas personas hoy en día tienen experiencias similares. Es decir, muchas personas visitan una gran variedad de médicos tratando de encontrar una cura. Algunos gastan gran parte de su dinero en médicos y se vuelven médicamente pobres y dependientes. Conocidos son los casos donde las personas no mejoran, sino que empeoran. Observe la condición de esta mujer.

Por la referencia del pasaje su situación era extrema. Observe con como Lucas, siendo médico, describe su condición como extremadamente penosa. Con la medicina antigua, ni siquiera podemos imaginarnos lo primitivo del tratamiento médico y sus costos de consumo. Esta mujer había gastado todas sus ganancias en medicamentos y estaba peor. La recomendación del talmud era llevar las cenizas de un huevo de avestruz en una bolsa de lino en verano, y en una bolsa de algodón en invierno.

También se le recomendaba llevar cebada extraída del estiércol de una burra blanca, así como una dosis de cebolla persa cocida en vino y administrada con el llamado, ‘¡Levántate de tu flujo de sangre! Pero esta mujer nunca mejoró. Su condición empeoró cada día más.

Una mujer corriendo un gran riesgo

Lucas 8:44. De acuerdo con la ley ceremonial a quien esta mujer tocara con su enfermedad contamina a la otra persona.  Las leyes acerca de tocar a alguien mientras se estaban con esta condición eran sumamente estrictas de acuerdo con Levíticos 15. Esta pobre mujer sabía del alto riesgo de llegar a Jesús por las estipulaciones de la ley ceremonial y quedar contaminado.

De hecho, esa mujer sabía que los maestros de la ley, entre ellos los fariseos, tenían absolutamente prohibido acercarse a aquellos que estaban inmundos como ella o con otro tipo de enfermedad. La parábola del buen samaritano nos ilustra sobre ese asunto. Tanto el levita como el sacerdote pasaron de largo al ver al herido del camino sin tocarlo para no contaminarse. Pero a esta mujer no le importó saber esto, porque su anhelo era tocar a Jesús.

Mateo 9:21 nos habla de un simple deseo: “Si tocare solamente su manto, seré salva”. Por cierto, no hay tal cosa como una superstición en este acto. Aquí lo que hay es una mujer con una fe inquebrantable y arriesgada debido a su condición.  No siempre nos encontramos con esta clase de fe que lucha y persiste.  Cuánto necesitamos aprender de esta mujer hasta llegar y tocar a Jesús.   

¿Qué logra la fe cuando toca a Jesús?

Saber que la búsqueda llegó a su fin

Al instante la pena queda sanada

Lucas 8:44b. Aunque había una multitud aplastante alrededor de Jesús, empujándolo, tirando y tocándolo, él sabía que alguien  había tocado el borde de su manto y que el poder de Dios había salido de él para sanar. ¡Qué maravilla es esto! Jesús estaba lleno del poder del Espíritu Santo y el poder de la curación y la compasión, y ese poder salió de Jesús. 

Los animo a pensar en aquel momento en la vida de esa pobre mujer. Había visitado muchos médicos. Por lo visto era una mujer con ciertas posibilidades, porque el texto habla de haber gastado todo el dinero con los médicos. Era una mujer con un cansancio físico, un cansancio emocional y otro espiritual. Su pena no podía ser mayor, pero cuando tocó solo el borde del vestido de Jesús “al instante se detuvo el flujo de su sangre” v. 44b.

Nosotros no tenemos el poder de Jesús para sanar por ser Dios todopoderoso, pero si tenemos un poder para sanar a tantos que están heridos del alma. También en nosotros hay un poder para amar y hacer que al instante desaparezca aquella condición de infelicidad que algunos viven. Y, por supuesto, para ayudar los males de este mundo. El toque a Jesús es sanador. No hay razón para seguir con tu pesada carga. Acude ahora a él.


La mujer quedó descubierta delante de Jesús

Lucas 8:47. Otra vez, imaginémonos la escena. ¿Sabe usted el tamaño de aquella multitud siguiendo a Jesús? No tenemos esas estadísticas, pero por el número de los alimentados con los panes y los peces, las multitudes eran de miles. Ahora aquí tenemos a una mujer haciendo malabares para llegar hasta donde estaba el Señor y quedar sana. Pero como era de esperarse, Jesús necesita saber quién lo había tocado. Y en efecto, en medio de aquella gran multitud se abrió un espacio hasta ver a aquella humilde, pero muy osada mujer.

Fue entonces cuando vino a su Sanador temblando y postrándose delante de él. Y como era de esperarse, esta mujer le contó todo su dolor y sufrimiento al Señor. Le habló de su pena y su vergüenza social. Le habló de su pobreza, porque había gastado todo su dinero buscando ser sanada. Ella no esperó que Jesús viniera, sino fue a él y besó sus pies como otras mujeres en señal de gratitud, sanidad y perdón.

Lo extraordinario y conmovedoramente hermoso de esta escena es que de repente en medio de tanta gente Jesús se detuvo y, por un momento para él no existía nadie sino aquella mujer y su necesidad.  Nadie se pierde entre la multitud si está buscando a Jesús.

La declaración de Jesús hacia la mujer

Lucas 8:48. Jesús se ha detenido y la multitud también. Es bueno saber esto, si Jesús no se detiene, no sabríamos de ese milagro. En ese momento todos ellos oirán la sentencia de Cristo, la más importante. Ya la mujer había sido sanada, pero son las palabras de Jesús las que califican lo sucedido. Jesús le va a dar una palabra de bondad, que tiende a inspirar confianza y disipar sus miedos.

En aquel momento esa mujer debió tener muchas emociones encontradas, pero las palabras de Jesús la calmaron. Cuando vio los ojos de Jesús fijos en ella, supo que Él lo sabía todo. Ella no le había quitado nada, pero Él le había dado sanidad. Ella ahora derramó su triste y miserable historia de vida, contando cómo Jesús había hecho lo que toda la ciencia médica no había hecho.

Hay momentos en la vida cuando escuchamos acerca de Jesús y lo que Cristo puede hacer por nosotros, pero algo muy distinto es cuando vemos el poder de Dios a través de Jesús para sanar a nosotros mismos, y eso ocurrió con esta mujer. Él no estaba enojado con lo sucedido, sino que estaba listo para derramar su gracia sobre esta dama desconocida.

La fe en Jesús trae la paz total

Lucas 8:48. El Señor se detuvo para corregir cualquier concepto erróneo por parte de la mujer por aquello de haber tocado su vestido.  Si hubo algún elemento de magia en el pensamiento de esta mujer, Jesús lo eliminó al dejar completamente claro que fue su fe lo que la salvó, no el agarrar de su ropa. Mucha gente fue tocada por Jesús, pero casi nadie entró en contacto físico con él como lo hizo esta mujer. Su acto de fe le dio una salvación completa. Observe que Jesús no le dijo “tu fe te ha sanado, sino tu fe te ha salvado”.

¿Por qué Jesús aprovechó la multitud para dar su veredicto? Porque ellos necesitan saber cómo una mujer despreciada a lo mejor por muchos de ellos mismos, ahora Jesús la sana y la incorpora a la sociedad, y será un testimonio vivo de lo que más nadie pudo hacer por ella. Sólo Jesús conoció todas sus necesidades y dolores, y entendió sus circunstancias, por eso la hace comparecer ante toda la multitud para dar testimonio público de que ha sido sanada.

Jesús nos salva totalmente para dar testimonio de su poder. Pero la salvación no viene sola, Jesús nos da su paz. Si algo no tenía aquella pobre mujer era paz, pero Jesús la puso libre de su inmundicia y llenó su corazón de una paz total.

La pregunta del toque

A lo mejor usted no tiene un padecimiento como esta mujer, pero podemos estar en alguna situación similar. Pudiera haber algo en nuestras vidas que nos levantase a buscar a Jesús. A lo mejor he fracasado buscando sanidad para mi mal, pero sigo igual. Usted pudiera estar pasando por una circunstancia de presión social y cultural, tal vez de vergüenza y algo que no quieres que otros sepan. Pero Dios lo sabe todo.  

Es hora de romper todas esas ataduras y obstáculos. Es hora de decir ¡sí! me acercaré y tocaré por fe al Señor. Entonces, ¿cómo puedo tocarlo? Por vuestras oraciones apasionadas, adoración, anhelo de estar en Su presencia y sobre todo nuestra completa y entregada obediencia y fidelidad a Él. Frente a tu angustia, esto dice la palabra: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4: 6). Ven a Cristo tal y cual como estás para recibir el toque de sanidad. Toma el riesgo de acercarse a Jesús; él te salvará y te llenará de su completa paz.

Estudios de la serie: Las preguntas prominentes de Jesús

1: La pregunta comprometedora
2: ¿Crees esto? La pregunta de la esperanza
3: La pregunta de la misericordia
4: La pregunta de la fe
5: La pregunta de la definición
6: La pregunta de la frustración
7: La pregunta de la duda
8: La pregunta de lo que está escrito
9: La pregunta del toque
10: La pregunta del amor

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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1 Comment
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América
América
11 meses de haberse escrito

Súper serie de mucha bendición las he leído todas y me han bendecido grandemente. Muchas gracias hno Julio Ruiz Dios le bendiga a ud y su familia.

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