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La realidad de los temores

los temores
los temores

Los temores son muy bien abordados en el capítulo 34 del libro de los Salmos.  En hay un mensaje de Dios para alentar al creyente.  Palabras que nos ayudan a centrar nuestros pensamientos en Dios cuando estamos en medio de la dificultad.

 

 
Salmo 34

El hombre posee una reacción natural a ciertas circunstancias que le produce un estado de temor, mejor conocido como “fobias”. Hay una lista larga de ellas, destacándose unas más que otras por ser las más comunes entre el género humano.

De esta manera tenemos a personas que sufren de “aracnofobia”, temor a las arañas.  O los que tienen la “blatofobia”, eso es, miedo a las cucarachas. Otros tienen “aerofobia”, temor a volar. Están los que sufren de “claustrofobia”, temor a los espacios cerrados. Otros sufren de “plurofobia”, temor por la multitud; los tales prefieren estar solos. Hay los que sufren de “dentofobia”, temor a los dentistas. Otros sufren de “glosofobia”, temor a hablar en público. Algunos casados sufren de “penterafobia”, temor por las suegras. Otros sufren de “eclesiofobia”, temor por ir a la iglesia, especialmente cuando a esa hora están pasando algunos de sus deportes favoritos.

Hay otros que sufren de “anuptafobia”, temor a quedarse soltero. Mientras que otros sufren de “gamofobia”, temor por el matrimonio.

El asunto es que el temor a enfrentarnos a algo que pueda producir una reacción negativa subyace en nuestro subconsciente. El temor tiene su lado negativo en el sentido que nos puede paralizar para seguir adelante. Pero tiene su lado positivo donde uno puede depender más del Señor cuando enfrente uno de esos terribles momentos. Uno de los grandes textos sobre este asunto lo expresó el salmista en su Salmo 27:1, 3. Nos hará muy bien revisar estas promesas a la hora de tocar el siguiente mensaje. Qué nos muestra este salmo respecto a los temores.

Nos revela la causa que los produce

Los temores generan una vida de oscuridad

Salmo 34: 5. Quien escribe este salmo es un hombre que está pasando por una crisis emocional, producto de una asechanza hostil. El rey David, el heredero del trono, se encuentra en una cueva porque Saúl, el rey desechado por Dios, lo ha venido persiguiendo varias veces y en no pocas oportunidades se ha encontrado al borde de la muerte.

David es un hombre con pensamientos perturbadores y el hecho de estar en una cueva lo hace ser muy vulnerable y vivir en una gran oscuridad. ¿Sabe usted lo que es vivir encerrado, en una cueva, en un lugar donde no hay la luz del sol? Pues esto es lo que sucede al hombre que es invadido por temores. Su vida está llena de oscuridad.

Sus pensamientos le nublan su razonamiento y es invadido por deseos nada gratos con los que lucha cotidianamente. Pero observe lo que el texto nos dice. Primero que el Señor alumbra la vida de aquellos que andan en oscuridad, encerrados en sus propios sentimientos de fracasos. Pero, además, el texto nos afirma que los tales no permanecerán en su propia vergüenza. Que al final del día Dios mismo los sacara de la pena de su alma.

Los temores nos hacen vivir en una gran pobreza

Salmo 34:6. Aquí la palabra “pobre” tiene que ver con alguien que es humilde, del cual David es un ejemplo de eso. Pero también es la de alguien que por su propia desventura y acorralamiento a la que está siendo sometido por su enemigo admite su profunda pobreza emocional y hasta espiritual que le impulsa clamar a su Dios con más intensidad. Observe que David no piensa en otros, sino en el mismo cuando dice “éste”.

David sufrió de ansiedad y en este salmo nos encontramos con un reflejo de esa condición que afecta a tanta gente. Se sabe que el temor conlleva a ciertas situaciones que no puedes controlar y se escapan de tu mano. ¿Por qué esto? Porque el temor, como alguien lo definió: “Es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza.

Es un instinto común a todos los hombres, del que nadie está completamente libre”. Pero observe la confianza que le asistía al salmista. Por un lado, manifiesta la seguridad que su Dios le oyó y por otra la certeza que es librado de todas sus angustias.

Los temores nos revelan quién está a nuestro lado

La segura respuesta de Dios

Salmo 34:4. ¿Cuál es su primera reacción cuando es invadido por los temores? ¿A quien acude? Lo primero que hizo David en su soledad y en la proximidad a la muerte fue refugiarse en el Señor. Él vio cómo su oración fue respondida. No sabemos cuántos temores tuvo, pero él dijo: “Y me libró de todos mis temores”.

A este respecto, su hijo Salomón más adelante recomendaría: “Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (Pr. 1:33). Nada sigue siendo más poderoso que buscar al Señor con todo nuestro corazón y dejarle a él todas las cargas, muchas de ellas surgidas por los temores que enfrentamos. En su misma búsqueda David dijo: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” Salmo 34:6.

Pero por si faltara algo, añadió: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” v. 19. Nada le hace más bien a nuestra alma que orar a nuestro buen Dios sabiendo cuán segura es su respuesta para los así le buscamos. La oración tiene el más grande poder libertador.

La segura compañía de los ángeles

Salmo 34:7. Los ángeles son una realidad en la Biblia. Su primera aparición la hicieron en el huerto del Edén, protegiendo el “árbol de la vida” de la mano del hombre. Y después los vemos muy activos en toda la Biblia, teniendo su más grande trabajo para lo que será la segunda venida de Cristo. David sabía de esta dulce compañía para esos momentos oscuros de su vida. Ahora, ¿quién es el “ángel de Jehová” en este pasaje?

Los mejores comentaristas coinciden en señalar a este ángel como el Cristo pre-encarnado. David pasó noches en oscuras cuevas mientras huía de su adversario, pero en los momentos más difíciles sintió la cercanía de una compañía maravillosa. Ninguna presencia es más confiada y poderosa que aquella donde está presente el ángel del Señor. Un creyente no debiera pasar sólo sus momentos temores.

El salmista decía que la misión del “ángel de Jehová” era acampar alrededor y defenderlo. ¡Qué hermosa figura! Él está alrededor de nuestro “campamento” con su espada desenvainada. Nadie nos podrá hacer frente “aunque un ejército acampe contra mí”. Usted no está solo en sus temores.

Los temores nos revelan las promesas que ahora dispongo

El Señor suple lo que te roba el temor

Salmo 34:4, 8-10. ¿Por qué Dios permite que sus hijos sufran necesidades? es la pregunta de siempre. Una de las cosas que hace el temor es hacernos creer que aquella cosa que falta jamás será suplida (salud, trabajo, amor, dirección, alegría). Las carencias de la vida presagian a veces lo peor, siendo la muerte el temor mayor.

Esto es lo que hace que David describa su liberación del peligro de muerte como una salvación del miedo mismo: “Busqué a Jehová y él me oyó, y me libró de todos mis temores”. Jesús afirma que el Padre sabe todo lo que necesitan sus hijos, incluso antes de que ellos le pidan (Mt 6:8). David describe su petición de ayuda con varias palabras: buscar al Señor (Sal 34:4,10), mirar al Señor (Sal 34:5), clamar al Señor (Sal 34:6), temer al Señor (Sal 34:7,9).

Esto es, en esencia, la actitud que debe tener quien enfrenta esta condición en su vida. Es que frente al temor que nos asiste veamos la garantía de estas promesas a la hora de clamar a Dios. Observe la respuesta que hay en cada una de las peticiones que hace el necesitado.

Él suple cuando lo pones en primer lugar

Salmo 34:11-22 La pregunta de David de “¿Quién es el hombre que desea vida?” se puede plantear también así: “¿Quién quiere sobrevivir esta experiencia, ser transformado allí, y luego quedar preparado para lo que venga más adelante?”. Este es un anhelo colectivo.

Todos los hombres desean y buscan todos los días alargar su vida. La respuesta esta pregunta es como el sumo bien de la vida. De hecho, los temores nos cortan los deseos de esta clase de vida. Muchas veces la ansiedad nos plantea otras alternativas de quitarse la vida que nada tienen que ver con alargarla, de acuerdo con el deseo de este texto.

De esta manera, y frente a lo que podamos estar pasando, la recomendación es la de buscar a Dios intensamente y traer delante de él todas nuestras carencias, muchas de ellas provocadas por los mismos temores de los que sufrimos. La demanda del salmo es que yo no puedo pretender la intervención de Dios en mi vida sino me aparto del mal, hago el bien y sigo la paz.

Las promesas del Señor tienen el acondicionamiento de mi fidelidad y de obediencia. Como resultado de esto el Señor le asegura al atribulado salmista que “ningún hueso será quebrantado”. Amén.

Los temores nos revelan el poder de la alabanza sobre ellos

Quitando la queja para bendecir a Dios

Salmo 34:1. El salmista aprendió que una de las mejores formas para eliminar la esclavitud de sus temores era reconocer a su Dios en una alabanza continua. Cuando nuestros labios se llenan expresiones de reconocimiento, traducidos en diferentes formas de reconocer a nuestro Dios, estamos ejerciendo un poder extraordinario.

¿Qué es lo que pasa si uno no bendice y alaba al Señor? Lo más seguro es que las preocupaciones y afanes ocuparán ese lugar. Note que al decir “en todo tiempo” está dando por sentado que lo hará en el tiempo de prosperidad o adversidad, en salud o en enfermedad, en la alegría o en los infortunios, en las pruebas o en la tranquilidad, en la iglesia o fuera de ella… Debe alabarse al Señor “en todo tiempo”.

Trayendo a Dios al centro de mi corazón

Salmo 34:2. La alabanza de nuestra boca no debe ser para nosotros sino para el Señor. “En Jehová se gloriará mi alma” pone de manifiesto que la adoración debe centrarse exclusivamente en Dios. No debemos robarle la gloria a Él. Parte de los temores que nos esclavizan se deben al hecho de que pensamos más en nosotros mismos, en lugar de dejar libre el alma para que exprese toda la gloria de la que él es digno por el triple derecho que tiene sobre nosotros. Si el creyente se concentra en glorificarlo tendrá menos tiempo para pensar en lo que más puede atemorizarlo.

Invitando a otros a unirse en la alabanza

Salmo 34:3. El salmista invita a otros para que se unan en su deseo de exaltar a Dios. La alabanza levanta el espíritu quebrantado, engrandece al Dios que adoramos y, sobre todo, alienta el alma acongojada. Cuando Israel se enfrentó en guerra no fue raro ver a un coro finamente ordenado cantando las mejores alabanzas a su Dios; cuando esto hicieron derrotaron al enemigo. Y es que cuando nuestra boca se llena de exaltación a Dios tiene que haber retirada de todo aquello que nos atemoriza. Esta convocación del salmista para unirse a él en su exaltación a Dios es un acto que nos habla mucho del poder que hay en la alabanza y por qué al final ella produce liberación al corazón que la practica. No pase solo su temor. Convoque a otros para que proclamen su grandeza. Haga de la alabanza la medicina que traiga su liberación.

La realidad de los temores

Si alguien conocía el poder de la liberación de los temores era David. Siento pastor de ovejas venció el temor que infundía un león al enfrentarse a ellos y matarlos para defenderles. Pero sin duda que su gran hazaña para enfrentar a un gigante que aterraba a todo su pueblo fue cuando enfrentó y mató a Goliat. En aquel entonces dijo: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”. Y ahora, desde una oscura cueva, nos ha dejado esta seguridad respecto al asunto de los temores. Estos versículos confirman que hay liberación de todos nuestros temores (vv. 4, 6, 17-19). “Jehová redime el alma de sus siervos,
Y no serán condenados cuantos en él confían”. Esta es la final seguridad que tenemos.

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