Del escritorio de Julio Ruíz

Lo que piensas eso eres

Lo que piensas eso eres

Al hombre lo definen sus pensamientos. Parafraseando el dicho, podríamos decir: “Dime lo que piensas y te diré quien eres”. Mark Twain, escribiendo en el Reader’s Digest, ha dicho: “¡Los actos y las palabras son la pequeña parte de la vida de una persona! Su vida real la lleva en su cabeza, y nadie lo conoce sino él mismo. Durante todo el día, el molino de su cerebro está moliendo, y sus pensamientos, no otras cosas, son su historia”. (Reader’s Digest [1/93], p. 155). Esto le plantea al creyente la tremenda urgencia y necesidad que sus pensamientos sean orientados y dirigidos por Dios.

El creyente debe aprender a pensar bíblicamente sobre cada aspecto de su vida. Esto es así porque el hombre cada vez más pretende valerse por sí mismo.  Movimientos como el “pensamiento positivo”, le dicen al hombre de hoy: “Te vastas a ti mismo”. Pero nuestra naturaleza nos muestra que el pecado comienza en nuestros pensamientos, lo que la Biblia a menudo llama “el corazón”. De acuerdo con la enseñanza de Jesús es de allí donde salen los pensamientos que determinan nuestras vidas, y hasta nos contaminan, a menos que ellos sean gobernados por el Señor. Y es aquí donde entra la manera cómo debe pensar el creyente.

Filipenses 4:8 es llamado la biografía más breve que se haya escrito acerca de nuestro Señor Jesucristo. Bueno, no podía ser de otra manera. En él se cumple de una manera absoluto y perfecta lo que Pablo dice acá. Pero ahora el reto es para cada uno de nosotros. La manera de pensar no puede ser otra, sino esta. El llamado de este texto es para que pensemos bíblicamente, no mundanamente.  De esta manera “lo que piensas eso eres”. Llenemos nuestros pensamientos con estas virtudes.  

Hay algo que sólo es verdadero

La transición “por lo demás” con la que Pablo inicia este texto, nos dice que para hacer realidad lo que expuso anteriormente se requiere de la aplicación del presente texto. Esta palabra significa algo “verdadero en cuanto al hecho de … denota la realidad de una cosa”.  Lo “verdadero” es lo que corresponde a la realidad. En el aspecto absoluto, solo Dios es la única prueba final para la verdad. Como Él no cambia, sus estándares morales revelados en Su Palabra, que se derivan de Su naturaleza santa, también son invariables. Jesucristo es el Verdadero absoluto. Juan lo describió de una manera inequívoca cuando dijo que el Padre y el Hijo son verdaderos según 1 Juan 5:20.   Ahora bien, lo opuesto a Dios y a Cristo como verdadero es Satanás. Lo que la Biblia nos dice de él es que es mentiroso y engañador desde el principio (2 Cor. 11:3). De este modo, y por cuanto somos criaturas   caídas y propensas a las mentiras y engaños de Satanás, la única forma en que podemos conocer la verdad y caminar en ella es sumergiéndonos en la Palabra de Dios. No hay verdad relativa para el creyente, aunque algunas cosas se vean como normales. Lo verdadero es lo que más debe ser buscado en nuestras vidas. La verdad será lo que nos hará siempre libres. 

Hay algo que sólo es honestos

Si seguimos con la idea que todo esto es una pequeña biografía de Jesús llegamos a la misma conclusión que la persona que encarnó la honestidad absoluta fue Jesús. La palabra “honesto” significa todo aquello que inspira reverencia o asombro; alguien digno de respecto. Tanto a los diáconos como a los pastores se nos demanda esta cualidad del carácter (1 Tim. 3:4; 3:8-11). El reto de esta cualidad es que los creyentes debemos tomar las cosas del Señor en serio. No debemos ser tan necios y tratar de vivir la vida como si fuera una broma perpetua. Vivimos a la luz de la eternidad, teniendo en cuenta la incertidumbre que todo lo que hay debajo del  cielo es tan corto frente a la realidad eterna del cielo y el infierno.  La idea de la honestidad es que todo lo que es recomendable, noble, digno… debemos sumergirlo en nuestros pensamientos. Lo contrario a lo honesto es lo vacío, vano o banal. Pensar honestamente es contrario al espíritu de este mundo. Hay demasiada deshonestidad y corrupción en el mundo. Mal pudiera el creyente seguir su corriente en lugar de ir marcando la diferencia. La honestidad es aquella cualidad que pone a Dios por encima de cualquier deseo, obra, sentimiento, intención o propósito. La honestidad es la radiografía del corazón que revela que allí no hay nada oculto. Las preguntas sobre esto son obvias ¿qué tan honestos somos con nosotros mismos, la familia, el trabajo o mis amigos?

Hay algo que sólo es justo

Y no sólo algo, sino alguien, y se llama Jesús. De hecho, la Biblia habla de él como “Jesucristo el Justo”. Nadie ha encarnado la esencia de la justicia como lo hizo él por su carácter santo. Pilato cuando lo examinó tuvo que decir que no había encontrado nada malo en él. Ahora bien, cuando la Biblia nos habla de este tema nos dice categóricamente que “no hay justo ni aun uno…”. Es más, la doctrina que concierne a nuestra salvación, tan bien trazada por Pablo en sus cartas de Gálatas y Romanos, nos dice que “el justo por la fe vivirá”. Que la única justicia que se nos puede acreditar es la que nos viene por la fe y no por las obras como pretendían los judaizantes antiguos y los modernos. La palabra para “justo” es honrado, probo, piadoso, genuino… Es el hombre de carácter inocente y santo. Si buscamos un ejemplo en el NT de alguien justo fue José, el padre adoptivo de Cristo. De él dice la Biblia que “… como era justo, quiso dejarla secretamente…”. La mejor forma de resumir al hombre justo sería como todo aquel que puede ser aprobado por Dios, por estar de acuerdo con Su carácter y revelación. Y un poco más allá sería todo aquel que redunda en cumplimiento fiel de las obligaciones que tenemos para con Dios, para con nuestro prójimo y para con nosotros mismos. Esto debe estar en nuestros pensamientos. 

Hay algo que sólo es puro

En todo lo que Pablo nos demanda para pensar en este nuevo año, el ser puro es el desafío mayor. Cuando vemos esta demanda inmediatamente nuestra conciencia se activa y comienza a revisar lo que hay dentro de ella, y a ser pesados en la balanza de la pureza, tenemos que ver que no siempre nuestros pensamientos son puros. La palabra griega es “agnós”, y significa “limpio, sagrado, santo, casto, puro, inocente”. La idea de Pablo es que debemos sumergir nuestros pensamientos en todo aquello que es moralmente limpio en todas las áreas de nuestra vida. Es en esta parte donde triunfamos o fallamos. Jesucristo, nuestro modelo en pureza, nos ofrece su ayuda como el gran sumo sacerdote para sobreponernos a las tentaciones que nos conducen a vivir vidas impuras delante de su presencia. La Biblia nos dice que él fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (He. 4:15). Él fue santo, inocente, sin mancha y apartado de los pecadores. Tan real fue esto que él ha sido el único nombre que ha preguntado: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?”. Por lo tanto, él puede compadecerse de nosotros para vivir esta demanda bíblica. Para nadie es un secreto que asistimos a una sociedad que es simplemente una suciedad. Parece que todo está siendo diseñado para que nuestra mente se llene de basura. El bombardeo de tanta sensualidad plantea una real batalla en nuestros pensamientos. La pureza de Cristo demanda pureza de pensamientos y de acciones. Pablo le dijo a Timoteo: “Cosérvate puro”. Hagamos lo mismo.

Hay algo que sólo es amable

Los conocedores del griego nos dicen que esta es la única parte en el NT donde aparece esta palabra. Su significado es  “amado, querido, agradable, lleno de afecto, de benevolencia”.  Tengo la impresión que la forma como Pablo enumeró este orden de virtudes cristianas, pareciera ser que la una va dependiendo de la otra. Vamos a verlo de esta forma. Si usted es un creyente verdadero, honesto, justo y puro, el resultado visible será la amabilidad. Nada es más hermoso que una persona amable. Bien se puede decir que la amabilidad es el hombre exterior que presentados. Es la real personalidad por ser un fiel reflejo de lo que está lleno el corazón. Una persona amable es misericordiosa y  compasiva. También se sabe que una persona amable es alguien que promueve la paz y evita los conflictos. Pero esta palabra también describe algo que es agradable y atractivo. Confesamos que a veces nos sentimos  atraídos por lo malo. Como alguien lo ha dicho: “El pecado tiene en si mismo algo que es codiciable, atrayente y bueno para comer”,  como lo vio Eva. Pero el creyente debe manifestar su atracción hacia Cristo, profetizado como el “Deseado de todas las naciones”. 

Hay algo que sólo es de buen nombre

La palabra “eufemismo” tiene que ver con esto de lo que es de “buen nombre”. Se usa solamente acá y tiene que ver con alguien que dice buenas palabras, o alguien que elogia las cosas buenas, que reconoce en otros sus virtudes. Es todo aquello que es de buen decir, de buena reputación, que busca a aquello que merece ser comentado. Pero, sobre todo, es la persona que busca lo que contribuye a la edificación. Los pensamientos del creyente debieran estar saturados de todo aquello que tenga que ver con las cosas que despiertan los merecidos reconocimientos de si mismo.  Tómese en cuenta aquí los actos bondadosos que se hacen a favor de otra persona. Hay cosas que son de muy mal gusto y de muy mal nombre, y son muchos los que las practican haciendo daño. La misión del creyente es llenar sus pensamientos de todo lo que es de “buen nombre” así verán los hombres nuestras buenas obras y podrán glorificar al Señor que está en los cielos. Amemos lo que tiene este calificativo. Hay cosas que son de mal nombre. El mundo no ama lo bueno. El creyente debe perseguir todo aquello que  es de “buen nombre”, con lo que pueda adornar su corazón. 

Lo que piensas eso eres

Pablo llega a esta conclusión: “Si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Es como si nos dijera aquí está todo lo ustedes deben pensar. La pregunta que surge de todo esto es cómo puedo hacer realidad Filipenses 4:8 en un ambiente donde pareciera imposible mantener mis pensamientos a salvos de cualquier tendencia y contaminación. Bueno, lo que para que nosotros es imposible, es posible para Dios. De qué estoy  alimentando más mis pensamientos es lo que debo saber. Pablo nos dice que si la palabra de Dios mora en abundancia en nosotros (Col. 3:16), seremos mejor enseñados y nuestro espíritu se tornará en una continua alabanza al Señor.   Se cuenta que una noche un anciano indio Cherokee le contó a su nieto la historia de una batalla que tiene lugar en el interior de cada persona. Le dijo: “Dentro de cada uno de nosotros hay una dura batalla entre dos lobos. Uno de ellos es un lobo malvado, violento, lleno de ira y agresividad. El otro es todo bondad, amor, alegría y compasión”. El nieto se quedó unos minutos pensando sobre lo que le había contado su abuelo y finalmente le preguntó: “Dime abuelo, ¿cuál de los dos lobos ganará?”. Y el anciano indio respondió: “Aquél al que tu alimentes mejor”. Este nuevo año tenemos el reto de alimentar nuestros pensamientos que son como dos lobos que batallan en nuestra mente. Les recomiendo Filipenses 4:8  para alimentar a uno de esos dos lobos. De esto dependerá lo que vamos a ser. El imperativo es: “En esto pensad”. 

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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