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Mejor es el fin que el principio

Mejor es el fin que el principio

Eclesiastés 7:8-10

Hace dos domingos finalizó el mundial de fútbol del 2022 en Qatar, con una final no fue apta para cardiacos. Lo interesante de ese mundial fue ver a un equipo como Argentina perdiendo su primer juego, lo cual nos hizo pensar en una selección que pronto se iba del certamen deportivo más soñado por cualquier país del mundo.  

Perder con un equipo como Arabia Saudita (sin menoscabo de su desempeño), fue simplemente algo impensable. Sin embargo, para sorpresa de todos, la “remontada” de Argentina simplemente fue épica. La pérdida del primer partido los sacudió y los hizo cambiar, hasta el punto de que, a partir de allí, Argentina no conoció más derrotas, y para los apostadores por sus favoritos, como los grandes mundialistas, entre ellos: Brasil, Inglaterra, Alemania, Portugal y la misma Francia, Argentina ganó el mundial con una solvencia de sus jugadores, catalogando ese juego final con Francia, como el más completo, el más emocionante y el más visto en toda la historia del fútbol, el llamado “deporte rey”. Esto me hizo pensar en el mensaje que les traigo en esta ocasión.  

Estamos finalizando otro año y este será un tiempo para ver que, si bien el principio no nos fue tan bueno, el final llegó a ser mejor.  Que el hecho de haber perdido algo necesariamente no te convirtió en un perdedor. Bien pudiera ser que estamos terminando este año peor de lo comenzado.  A lo mejor perdiste el trabajo, tus ingresos, tu salud, aun amigo o ser querido; pero la pérdida no siempre es mala, porque el fracaso no te define. 

Pudiera ser que el principio fue un fracaso, pero ver cómo te has levantado, ahora hay lecciones aprendidas. Pablo dice que las cosas que perdió no eran nada, porque ellas les permitieron ganar a Cristo (Filipenses 3:7-8). Veamos por qué el final del negocio es mejor que su comienzo. Por qué el final del año fue mejor que el principio.

Porque el final con sus pruebas nos hizo más fuertes

Por las misericordias de Dios

Lamentaciones 3:22, 23.  Este proverbio nos ayuda a reconocer que si estamos vivos es por la fidelidad de Dios. Es posible que el comienzo del año estuvo signado por alguna fuerte prueba. A lo mejor alguien en su familia fue severamente tocado por alguna enfermedad, un conflicto legal, o por algún problema sentimental.

Quizá al comienzo del año experimentó la pérdida de un ser amado, o en el campo laboral fue despedido de su trabajo.  Usted sabe cuál fue la prueba por la que pasó, pero ahora llega al final de este año vivo y agradecido. Y al revisar todo lo ocurrido se da cuenta del acompañamiento de las misericordias divinas.

Seguramente durante el año decayeron muchas cosas en su vida. A lo mejor decayó su ánimo en no pocas ocasiones, decayó su deseo de seguir adelante, decayó hasta su esperanza por seguir viviendo, pero al llegar a esta parte del año descubre la grandeza de esta promesa “porque nunca decayeron sus misericordias, grande es tu fidelidad”. Nada es mejor que la fidelidad de Dios. ¡Oh, si los hombres reconocieran esto! Dios nunca nos falla a pesar de nuestra infidelidad.   

Ayudándonos a renovarnos en el espíritu

2 Corintios 4:16.  Este proverbio nos da la perspectiva correcta de la vida. Nosotros estamos necesariamente conectados con el tiempo. Un día ya no sabremos nada de lo terrenal, cuando entremos en la dimensión de la eternidad. 

Pablo sabía muy bien de una vida signada por un pasado, presente y futuro. En 2 Corintios 4 y 5 el apóstol habla de la muerte de Jesús en el pasado como la razón por la que vive. Y en el presente, Pablo sabe que su vida no está determinada por lo que vemos, oímos y hacemos. Él sabe de cosas más sublimes y no tanto temporales. Y si bien es cierto que el “hombre exterior se va desgastando” el interior se va renovando.

Esa es la realidad del tiempo para el creyente. Por otro lado, cuando apunta hacia el futuro vislumbra cosas aún mejores. Llegará el día cuando lo mortal será absorbido para dar paso a lo inmortal. Ahora gemimos porque anhelamos la habitación celestial, pero llegará el día cuando seremos vestidos de inmortalidad con un cuerpo nuevo. El llegar vivos a este final del año nos muestra las huellas dejadas por el tiempo, sin embargo, lo dejado atrás nos va acercando más a la eternidad.

Agradando más al Señor

2 Corintios 5:9.  Cuando estamos seguros de lo que nos espera, determinamos como viviremos nuestro presente. Esta seguridad nos lleva junto con el apóstol a encarar la vida con el más grande deseo de agradar a Dios.

Pablo no lo pudo decir mejor. Él vivía entre el estar aquí y el estar allá. Ambas realidades lo impulsan a querer vivir agradando a Dios en todo. Así lo expresa: “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” v.9. El reto más grande de un creyente es agradar a Dios. Si no haces esto no  importa a quien agrades.

A veces vivimos como con una devoción de querer agradar a los demás, o a nosotros mismos, pero no siempre nos aseguramos de estar agradando a quien más importa, a nuestro Dios. Y esto tiene sentido porque al final de la jornada tendremos que comparecer delante del tribunal de Cristo para dar cuenta cómo usamos nuestro presente v. 10. Hay una recompensa segura para nuestros actos, de modo que debemos saber cómo estamos viviendo el presente.

Porque al final nuestro aprendizaje ha sido mayor

Aprendimos la importancia de contar nuestros días

Salmo 90:12. ¿Qué significó esto? Que la vida es corta y la manera como la invertimos determina cómo viviremos. Es cierto que pronto el 2022 formará parte de la historia.  Al recordarlo ponderamos las cosas que no debieran haber pasado.

¿Qué pasa por nuestra mente ahora cuando estamos por finalizar este año? ¿Cuánta sabiduría usé para haber contado los 365 días del año de manera que los haya vivido con sabiduría? ¿Cuánto aprendí de los errores que cometí?  Por otro lado, son las oportunidades perdidas donde tendremos que decir “si tan solo tuviera otra oportunidad lo haría de una manera diferente”.   

Si a mi mente viene el recuerdo de haber hecho algo malo, algo que ofendió a mi Dios, ahora mismo estaría pensando cómo arreglar aquello donde falle.

Bueno, el pasado tiene el propósito de revelarnos las veces que viene a la mente las cosas hechas. El remordimiento de conciencia estará siempre latente para detenernos y no avanzar hacia delante.  Debemos, pues, liberar la mente de la esclavitud del pasado para que le demos la bienvenida a todo lo nuevo del comienzo del año.

Aprendimos que el pasado no es mejor que el presente

Eclesiastés 7:10.  Si conectamos este texto con el versículo 8 encontramos algo que ayuda a explicar todo el pensamiento de Salomón. El vocablo “pasado” nos viene de la misma raíz de la palabra “principio”. De esta manera se deduce que, si el fin de un asunto es mejor que el principio, entonces el pasado no llega a ser mejor que el presente.

Con esta declaración Salomón le pone un freno a aquellos que no ven nada bueno en los tiempos de ahora, considerando siempre que la época en la que ellos vivieron fue mejor que la de hoy. Esto es muy conocido.  Hay personas que viven siempre diciéndonos que los tiempos pasados fueron mejores que los del presente.

¿Conoce usted algunos de ellos, especialmente nuestros abuelos? Los de las viejas generaciones le van a echar en cara a la generación de hoy que los tiempos pasados fueron mejores que el que vivimos ahora. Pero Salomón tenía una opinión distinta cuando hace esta interesante pregunta. Si el pasado fue mejor que el presente, entonces no habría razones para ver nuestro presente lleno de bendiciones. Nuestro hoy sigue siendo un regalo de Dios.

El final nos introduce a un futuro mejor

Hay una carrera que demanda paciencia

Hebreos 12:1. Si el final del negocio es mejor que el principio, con las experiencias que no queremos repetirlas, aprendemos de un nuevo comienzo al considerar toda precaución, previsión y preparación para no repetir la misma historia.

Para eso se hace necesario un comienzo sabio, prudente y sin la prisa que es enemiga de lo bien hecho. Es aquí donde el consejo bíblico es oportuno. El comienzo de un nuevo año nos plantea un nuevo caminar y una nueva carrera.  Y la recomendación de la palabra es que en efecto comencemos la carrera de un nuevo tiempo, pero que lo hagamos con paciencia.

Esto parece una contradicción con el mundo. Allá afuera los hombres que compiten se preparan para ser los más rápidos. Una carrera con paciencia no corresponde al mundo de las ambiciones, sino al mundo de los perdedores. Pero los asuntos divinos siempre serán diametralmente opuestos a la manera como el hombre concibe el triunfo. La carrera con paciencia es reflexiva, es descansada y al final llega a la meta, aunque para ello haya tenido que hacer el despojo necesario que plantea el texto.   

Hay una meta que demanda terminarla

2 Timoteo 4:6-8. Si alguien supo sobre este proverbio fue el apóstol Pablo. Mírelo antes de conocer a Cristo. El principio de su vida estaba determinado en acabar con los creyentes. Su objetivo de perseguir a los cristianos contaba con la aprobación de las autoridades a quien servía y obedecía. Pero en él se cumplió que es mejor el final del negocio que el principio.

En su caso, el final fue conocer a Jesucristo como el salvador de su vida. Pero una vez que comenzó a seguir a Cristo entonces pasó de perseguidor a perseguido y tuvo que llegar al final de su vida, hablando que había que olvidar lo que queda atrás para extenderse hacia lo que esta delante.  En esto consiste la vida cristiana.

El final de este año es que lleguemos con la esperanza de encaminarnos a otra meta que comienza en enero. Seguimos en la carrera cristiana. Tres cosas encierran la propuesta de Pablo para alcanzar esa meta: olvidar lo que queda atrás, extenderse a lo que esta delante y proseguir la meta. El fin de otro año nos deja con una esperanza segura. Toda meta está coronada con un premio. Pero hay que llegar al final del negocio para ser premiado.

Hay un futuro que está por delante

Hebreos 11:8-10.  Si el final es mejor que el principio entonces nuestra mirada no puede ser otra sino hacia delante. Es consolador saber que la Biblia es un libro lleno de esperanza. Es un libro que no solo nos habla de la historia de un pueblo con sus personajes, sino de unos personajes llenos de esperanza.

En la galería de los héroes de la fe todos ellos murieron con esperanza. El final de sus vidas fue mejor que el principio, pues cuando ellos murieron se pusieron en contacto con su cielo prometido. Observe el caso de Abraham; cuando fue llamado de su tierra salió sin saber a dónde ir. Cuando Dios le dijo que su anciana esposa iba a tener un hijo, creyó y eso le fue contado por justicia. Cuando Dios le dijo que le sacrificara a su único hijo lo hizo sabiendo que Dios podía levantar aun de los muertos a su hijo.

Abraham lo hizo porque en su corazón había una eterna esperanza de ver algo mejor. Así lo expresa el escritor sagrado: “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios…” v. 10.

Mejor es el fin que el principio

La conclusión de Salomón que “el fin del negocio es mejor que el principio” la vemos al final de cada año. Este es un verdadero reto para considerar cuando vemos las cosas que nos han pasado, sean buenas o malas. Esta es una palabra llena de sabiduría. Lo es por cuanto llegamos a esta parte del tiempo con vida, y por supuesto muy agradecidos.

Pero también por las lecciones que hemos tenido que aprender en la medida que fuimos sometidos a pruebas que no estábamos esperando. Y sobre todo cuando vemos que “el fin del negocio” nos ha dejado una estela de bendiciones, asegurándonos una esperanza viva para lo que está delante. Si hubo alguien en quien este proverbio se cumplió fue en José el hijo de Jacob.  Al principio, cuando apenas contaba con 17 años, fue odiado y vendido por sus hermanos.

Después pasó de ser el hijo consentido de Jacob a un esclavo en la casa de Potifar, oficial del faraón. Estando allí fue sometido a una incesante tentación y por resistirse fue a parar a la cárcel. El “fin del negocio” para él vino después de haber pasado todas las pruebas, convirtiéndose en un instrumento de salvación para su familia. Así dijo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón” (Génesis 50:20, 21). Tengamos, pues, la seguridad que el fin del negocio será mejor que el principio si es Dios quien lo dirige.

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