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Os he llamado amigos

Os he llamado amigos

Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.

Juan 15:12-17

¿Cómo le gustaría  que el Señor lo tratara: como siervo, hijo o amigo? Bueno, la respuesta no es fácil porque la Biblia le da un lugar a todo esto. Por ejemplo, en las recompensas finales, la premiación va acompañada de estas alentadoras palabras: “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”.

“Siervo” fue el título con el que el apóstol Pablo más se identificó. En todas sus cartas se define como el “siervo de Cristo”. Y como hijos de Dios, pues eso es lo que nos da un sentido de pertenencia. Llegamos a ser hijos de Dios al momento cuando nos entregamos al Señor. Es esto lo que nos da el privilegio de  llamar a Dios como el  “Padre nuestro”. ¿Y por qué ser llamado amigos de Dios como le dijo Jesús a sus discípulos?

Hay algo que debe ser considerado en el trasfondo de esta declaración del Maestro.  Creo que la mayoría de los discípulos al principio no estaban muy ganados con la idea de ser llamados “siervos”. Más aún, creo que algunos de ellos no les parecía bien  ver a Jesús como un siervo-Mesías. La figura de un Mesías humilde no era compatible con el hombre que esperaban para que les libertara del yugo al que estaban sometidos. Así que este cambio de nominación pudo haber llenado de nuevas expectativas a aquellos que querían ver en el Señor de otra manera.

Note que Jesús toma la decisión de llamar a todos los doce, sus amigos. Pero al ver la actitud de estos hombres durante el ministerio con su Señor, uno llega a la conclusión que solo Jesús tuvo razones para llamar a  sus discípulos “amigos” en lugar de “siervos”. Observe esto. Uno de ellos le traicionó, otro lo negó y otro era un incrédulo. Dos se definían como los “hijos del trueno” por su carácter. Pero a pesar de eso Jesús les dice: “Ya no os llamaré siervos”.

La verdad que el ser llamados “amigos”, y sobre todo por el Señor, es algo que enaltece lo que es la amistad y el amor. Pero no es fácil tener amigos. De hecho, muchos andan  en la vida sin tener verdaderos amigos. Veamos por qué esta manera de Jesús de llamar ahora a sus discípulos “amigos” nos ayuda en nuestras relaciones.

Para Jesús un amigo verdadero es aquiel que hace del amor a otros su más grande compromiso

Este es mi  mandamiento

Juan 15:12a. Este mismo texto Jesús lo va a repetir pero hablando de “un nuevo mandamiento” (Jn. 13:34). Una cosa son los mandamientos que dan los hombres, pero otra tan distinta es que Jesús nos da.  La Biblia nos habla no sólo de 10 mandamientos sino de 613, según el contenido de la Torá o Pentateuco en el Antiguo Testamento.  Y algunos calculan que los  mandamientos que Jesús dijo en el Nuevo Testamento andarían por unos 90.

Sin embargo, Jesús resumió  los mandamientos del Antiguo Testamento a dos, cuando dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Y también: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37:40). Esta fue la respuesta a  la pregunta que hizo un intérprete de la ley acerca de “¿cuál es el más grande mandamiento?”.

El asunto es que para Jesús el amor es el mandamiento más grande y más importante. Así, pues, amar no es una opción, sino un mandato. Si tuviéramos que aplicar las medidas para  amar a otros, lo primero que nos encontramos es que debiera ser proporcional al amor que le tengo a mi Dios. Un auténtico amigo es gobernado por un amor genuino. Si no actúa bajo este sentimiento, entonces no es amigo.  

“Que os améis unos a otros”

Juan 15:12b. Este es al amor definido… el amor  puesto en acción. Note que Jesús no dijo: “Que os peleéis unos a otros”. Tampoco dijo: “Que os critiquéis unos a otros”. De ninguna manera dijo: “Que os menospreciéis unos a otros”. Ni tampoco dijo: “Que os maltratéis unos a otros”.  Al contrario, cuando dijo “que os améis unos a otros”,  estaba introduciendo la manera cómo el mundo calificaría su doctrina y sus enseñanzas. Jesús estaba convencido que era a través de este mandamiento que sería predicado su evangelio.

No en vano también dijo: “En esto conoceréis que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros”. En este mandamiento radica la esencia de  la verdadera amistad. ¿Por qué decimos esto? Porque como no es fácil amarse los unos a los otros, entonces no es fácil tener amigos.  La expresión que os améis traduce un verbo en el tiempo presente, lo que describe una actitud y acción constante, perdurable.

El sello distintivo de un verdadero amigo se evidencia por el amor con el cual reconoce y estima a los otros. No puede ser mi amigo quien no me ama. Jesús ya no iba a llamar más a  sus discípulos siervos, sino “amigos”. Los verdaderos amigos se aman mutuamente. Ese es su sello distintivo.

Como yo os he amado

Juan 15:12c. ¡Qué frase tan sublime! ¡Qué declaración tan grande! La verdad es que nadie ha amado como nos amó Jesús. En el mundo algunos  hombres se atreven a imitar este amor, pero siempre se quedarán  lejos y  en la pura letra, porque el hombre por su propia condición no es capaz de amar de esta manera.

El cantante Rafael lo expresó así: “Como yo te amo… como yo te amo… convéncete… convéncete…nadie te amará. Como yo te amo… como yo te amo olvídate…olvídate nadie te amará, nadie te amará  nadie, porque… Yo te amo con la fuerza de los mares, yo, te amo con el ímpetu del viento yo, te amo en la distancia y en el tiempo yo, te amo con mi alma y con mi carne yo, te amo y su mañana yo, te amo como el hombre a su recuerdo yo, te amo a puro grito y en silencio yo, te amo de una forma sobrehumana yo, te amo en la alegría y en el llanto yo, te amo en el peligro y en la calma yo, te amo cuando gritas cuando callas yo te amo tanto yo te amo taaanto yooo”.

Obviamente esto es pura letra. El único que puede amarnos con la intensidad y sin importarnos como somos, se llama  Cristo. La exigencia para “amarnos unos a otros” tiene como límites la forma cómo Cristo nos ha amado.

 
Para Jesús un amigo verdadero es aquel que hace de la lealtad su más caro sacrificio  

La lealtad del amigo

Juan 15:14. La lealtad de un amigo se comprueba en los tiempos de gran gozo y en los tiempos de grandes pruebas. Jesús vivió con sus discípulos tiempos de mucha alegría, mientras se dedicaba a enseñarles tantas verdades nuevas y mientras crecían en su devoción hacia él. Pero hay que destacar que él, como nadie más, experimentó la deslealtad de aquellos que habían jurado no negarle ni abandonarle en su más terrible momento de prueba.

Hablando de esa lealtad del amigo, ya muchos años atrás Salomón lo había expresado así: “En todo tiempo ama el amigo” (Prov. 17:17). El amigo verdadero no le da vacaciones a su lealtad  por aquellos a quienes ha prometido amor  y fidelidad. Con esto desmontamos el mito que el mejor amigo del hombres es el perro. El perro tendrá mucha bondad y fidelidad, pero no podrá aconsejarte,  llorar contigo o gozarse cuando tú te gozas.

Un amigo es aquel que vendrá a luchar a mi lado sin ser llamado. Alguien lo suficientemente amigo para decirme las verdades que no quiero oír, aun sabiendo que todo lo que me dice pudiera enfadarme. Un verdadero amigo siempre te protegerá las espaldas, no permitirá que nadie hable mal de ti. En eso es conocida la lealtad del amigo.

El sacrificio del amigo

Juan 15:13.  Para ese momento, los discípulos no sospechan que el Maestro les esté enviando un mensaje real. Él iba a morir por ellos, porque han llegado a ser sus amigos. No es sino después de la resurrección cuando ellos entendieron estas palabras. La verdad es que de acuerdo a lo que Jesús nos dice en este texto, la mejor definición del amor es la del sacrificio. Para poner la vida por otro, necesariamente tengo que sacrificarme.

Eso fue lo que hizo  Jesús por todos nosotros; por lo tanto, el mejor amigo del hombre seguirá siendo Jesús. David y Jonatán son un verdadero ejemplo en la Biblia acerca de una amistad real. Hay términos que son sorprendentes con los que la Biblia califica aquella limpia relación. La amistad entre los dos comenzó con estas palabras: “Lo que deseare tu alma, haré por ti” (1 Sam. 20:4).

Estas palabras revelan el sacrificio de la identificación. Frente el odio que desató Saúl contra David, así reaccionó el amigo Jonatán: “Nunca tal te suceda; antes bien, si yo supiere que mi padre ha determinado maldad contra ti, ¿no te lo avisaría yo?” (v. 9). Estas palabras revelan el sacrifico de proteger al amigo. Una amistad no puede concebirse sin que haya un sacrificio El egoísmo es enemigo del verdadero amigo,

Para Jesús un amigo verdadero es aquel a quien se le puede confiar los asuntos más importantes

Ya no os llamaré siervos

Juan 15:15a. La palabra para siervo es “doulos”, y traduce literalmente “esclavo”. Los esclavos no tenían derecho. Sus amos disponían de ellos como bien les pareciera, hasta la misma muerte si él quisiera. Normalmente un esclavo hace lo que se le dice sin comprender lo que hace su señor o su propósito.

Si bien es cierto que esta no era la posición de Jesús con sus discípulos, pues la relación con ellos era más de maestro a alumno, Jesús les llamó en varias oportunidades siervos (esclavos) para que ellos entendieran cuál era la razón de su ministerio entre los hombres.

Los apóstoles le oyeron decir: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28). Cuando Jesús les reprendió acerca de quién de ellos era el mayor, dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor” (Mt. 20:26). Pero ahora no los llamará más siervos.

La razón es porque Jesús entraría en una profunda intimidad con ellos. Los amos de antes jamás llegaban a esta decisión. En algunos casos se vendían los esclavos a otros amos. Que Jesús comience a llamar distintos a quienes son sus seguidores es porque nos quiere revelar algo mejor.

El siervo no sabe lo que hace su señor

Juan 15:15b. He aquí la razón por la cual Jesús invita a sus discípulos a un rol más profundo en su relación con él. Un siervo jamás podrá conocer los planes y los propósitos de su amo. Él no es invitado a una mesa de discusión para que comparta sus ideas acerca de algún proyecto que su amo tenga. El amo no tiene por qué tomar en cuenta a su siervo acerca de sus decisiones.

Él sabe que esa persona tiene una sola posición y tiene una sola cosa que hacer: obedecer.  Bien pudiera el siervo anhelar tener algún privilegio como lo tiene el hijo de su señor. A lo mejor sueña con ser parte de la vida de aquella familia y que sea consultado para dar su  aporte. Quisiera él entrar en una relación de amistad donde el amo lo busque para que lo aconseje sobre algún trabajo que va a emprender. 

Simplemente no es así. “El siervo no sabe lo que hace su señor” porque él no forma parte de su grupo íntimo. Este es un texto triste. Nos revela esa condición de aquellos que por no tener una relación personal con el Señor,  no pueden experimentar las bendiciones que solo son reservadas para aquellos que son distintos a su condición. La verdad es que esta posición es propia de una falta de intimidad.   

Los amigos conocen las cosas del Padre

Juan 15:15c. He aquí la gran revelación de este texto. Jesús llega a una conclusión asombrosa. Él ha llamado “amigos” a sus discípulos para contarles todo lo que él sabe acerca del Padre. ¿Quiénes eran sus discípulos para que que Jesús les revele los “secretos del cielo”? ¿Cómo es que aquellos hombres tan vulnerables fueron escogidos para que el Señor le contara todas las cosas que oyó de su Padre se les haya dado a conocer?

En el caso de Jesús, a diferencia de los amigos terrenales, su intención  era que ellos divulgaran la confidencia. Tenían “luz verde” para hablar del asunto. Cuando hablamos de los amigos verdaderos, estamos consiente que son a ellos a quienes les revelaremos lo que hay en nuestros corazones.

Es por eso que los amigos son los únicos que conocen las confidencias de otros. A nadie más se le revelará un secreto, a menos que la otra persona sea de su extrema confidencia o  su particular confianza. Lo que Jesús les ha dicho a sus discípulos es que los admite como amigos  a un compañerismo libre e ilimitado, sin ocultarles  nada de lo que he recibido de su Padre. ¡Qué privilegio para estos imperfectos hombres! ¡Qué bendición para todo creyente es que Jesús le llame amigo!

Os he llamado amigos

¿Qué produce en su corazón el oír que el Señor le llame amigo en lugar de siervo? La verdad es que esto pareciera absurdo. ¿Cómo es que simples  seres humanos puedan  disfrutar de una  amistad con el  Todopoderoso  quien creó con su  palabra todo lo que  vemos?  ¿No  es atrevido pensar que  Dios se deleite conmigo, un ser sujeto a debilidades y  con mis luchas y  mis fracasos personales?

Bueno, fuera absurdo si lo viéramos bajo nuestra perspectiva, pero esto es una idea del Señor. El que Jesús decida llamarnos “amigos” es porque anhela tener con nosotros la más incomparable intimidad. Un siervo no se puede reunir con su amo para oírle íntimamente. Pero observe que Jesús nos llama “amigos” porque anhela nuestra comunión. Esta invitación es la más grande que ser humano pudiera conocer. ¿Me siento verdaderamente amigo del Señor?

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