Del escritorio de Julio Ruíz

Timoteo, el hijo del honor

Timoteo, el hijo del honor

2 Timoteo 1:3-5; 3:14-15

Volvemos hoy a celebrar el día de las madres. ¿De cuál madre? De esa mujer sacrificada, quien usó su vientre para traernos al mundo.  De esa mujer abnegada y esforzada en la formación temprana de su hijo. De aquella mujer desvelada porque el hijo amado no ha llegado temprano a casa. De esa mujer que prefiere quedarse sin comer o dejar de ponerse algo, hasta ver saciado y abrigado a su hijo.  Hablamos de esa noble mujer llorosa y quebrantada cuando su hijo está enfermo; o llena de furor cuando su hijo es ofendido. Pero también, hablamos de esa mujer que arranca en gritos y aplausos cuando su hijo triunfa.

Severo Catalina, al referirse al trabajo de tiempo completo que hace una madre, dijo: “La madre es nuestra providencia sobre la tierra en los primeros años de la vida; nuestro apoyo más firme en los años siguientes de la niñez; nuestra amiga más tierna y leal en los años borrascosos de la juventud”. La influencia de la madre ha sido clave, no solo en la formación de algún hijo ilustre, sino en el cumplimiento del gran programa de la redención.

Ellas aparecen como heroínas de la fe y campeonas de una gran devoción. Loida y Eunice son una de esas tantas, quienes ayudaron a la gran causa del evangelio.  Su contribución mayor estuvo en la formación de la fe y del carácter del discípulo amado de Pablo, a quien éste cariñosamente lo llama su “hijo” en la fe. Las dos cartas que llevan el nombre de Timoteo son manuales de obligada referencia para cada pastor. Pero es interesante pensar que, en los primeros años de la fe de Timoteo, dos madres se encargaron de sembrar en él la palabra.

El nombre Eunice significa “buena victoria” y Loida significa “mejor, agradable”.  De este modo, aquella madre, junto con su abuela, hicieron su inversión en la conducción de este hijo. El nombre “Timoteo” significa: honor de Dios y honrado por Dios. Veamos por qué este hijo y discípulo hace justicia a su nombre.

Cuál fue el papel que jugaron estas dos grandes mujeres en la vida de este discípulo.

El poder de la instrucción

Tu abuela Loida y tu madre Eunice

2 Timoteo 1:5.  Muchos hijos en el día   de hoy hablarán de la enorme influencia ejercida en sus vidas por la abnegada dedicación de esa mujer de bellas canas, y del semblante cariñoso, a quien llamamos abuela.  Algunos de nosotros somos el fruto del trabajo de amor, de fe y perseverancia de una abuela ejemplar. En mi caso particular tuve la dicha de contar con una abuela que fue creyente por más de setenta años y una madre que recibió de ella la herencia cristiana. Sus modelos de vida, junto con su continua devoción por su Señor, fueron enormes influencias para mi vida cristiana y ministerial.

La abuela Loida, quien fue la primera depositaria de la “fe no fingida”, seguramente no desperdició los momentos para instruir al niño que crecía bajo sus enseñanzas. Su madre Eunice, quien también recibió una “fe no fingida”, hizo el resto del trabajo que comenzó su abuela. Ambas hicieron un equipo perfecto de instrucción bíblica.

Una madre y una Biblia pueden hacer la gran diferencia en la vida de sus hijos. Un hijo con una madre como Eunice y una abuela como Loida llegan a ser discípulos aprobados. Bienaventurados los hijos cuyas madres viven vidas piadosas.

Desde la niñez has sabido las Escrituras

2 Timoteo 3:14). El apóstol Pablo hizo justicia al trabajo de estas dos madres cuando exhortó a Timoteo a persistir en lo aprendido. ¿Y qué había aprendido? Pablo le recuerda que “desde la niñez has sabido las Escrituras” (2 Timoteo 3:14, 15). Pablo está consciente del gran trabajo de instrucción de las Escrituras, a través de la enseñanza, memorización, meditación y aplicación dada a Timoteo en los primeros años de su vida por su abuela y por su madre.

 Una de las obligaciones de los padres judíos fue asegurarse que sus hijos recibieran instrucción en la ley al cumplir los cinco años. Por el testimonio de Pablo, Timoteo recibió esa preparación en su niñez. Primeramente, tenemos el reconocimiento del trabajo de la abuela Loida. Pablo la menciona como una mujer piadosa, quien había creído en el Señor y se había dedicado a la incomparable tarea de formar a su nieto Timoteo. Qué labor tan grande tienen las abuelas cristianas en la formación de sus nietos. El llamado de Pablo fue para persistir en lo aprendido. Hay hijos quienes persisten en muchas cosas aprendidas, pero necesariamente no son las ofrecidas por las Escrituras. Un hijo formado en las Escrituras será siempre un hijo sano.

Deseando verte, al acordarme de tus lágrimas

2 Timoteo 1:4. Este es un texto revelador. No sabemos cuándo sucedió lo dicho por Pablo acá, pero seguramente fue una escena conmovedora.  Algunos sostienen que esto pudo ser cuando Pablo fue arrestado otra vez, y separado de la compañía de Timoteo, hasta ser arrastrado a su último encarcelamiento en Roma. Y aunque no sabemos dónde sucedió, algo sí sabemos: aquellas lágrimas fueron reales. A lo mejor hubo algún estallido de persecución de parte de los romanos, y agarraron y el joven Timoteo, quien no pudo hacer nada para impedirlo.

Pablo fue el padre espiritual de Timoteo, pero también sabía de la formación de su abuela Loida y su madre Eunice. Para Pablo, aquella escena seguramente fue desgarradora. Ver a su hijo espiritual llorar de esa manera, era también recordar a sus madres y la inversión hecha en la vida del amado discípulo. Un hijo sensible como Timoteo ha tenido detrás a una madre con valores morales y espirituales, haciendo siempre la diferencia en su vida. Benditas sean las madres cuyos ejemplos marcan a sus hijos para tener vidas dignas y sensibles. Las lágrimas de Timoteo también fueron las de su abuela Loida y su madre Eunice.

El legado de la fe

La fe recordada

2 Timoteo 1:5.  Hay cosas que nos sorprenden de la vida de Pablo cuando hablaba de Timoteo. Comenzando con el mismo v. 3, tenemos la manera cómo oraba por él: “sin cesar noche y día”. Timoteo era para Pablo un motivo de oración recurrente. ¡Cuánto significó este discípulo para Pablo! Pero también, como ya hemos dicho, él se acordaba de sus profusas lágrimas cuando hacía memoria de su vida y de los tiempos juntos.   Y, en tercer lugar, Pablo se acuerda también de la fe de Timoteo.  Cuando Pablo hizo referencia al “archivo de su memoria”, vino a él la lealtad de Timoteo para con su Señor. El apóstol habla de una “fe no fingida”; eso es, una fe desprovista de todo vestigio de hipocresía, sin mezcla de ningún tipo. Esto pone de manifiesto ese tipo de fe no de apariencia, sino real.

La fe de Timoteo era “prístina”, orientada exclusivamente por los méritos del calvario. Calificar de esta manera la fe de un hijo, y discípulo, es valorar su formación previa. Y la única manera de llegar a ese tipo de fe es contar con un verdadero discipulado. Timoteo fue formado en el seno de su hogar con esa clase de fe. Pablo cosechó la siembra de esas madres. En la conversión de muchos hijos ha habido un trabajo previo de una madre piadosa.

La fe de las madres

2 Timoteo 1:5b. La “fe no fingida” de Timoteo no vino sola. Pablo habla de una esa fe habitando primero en su abuela Loida, y luego en su madre Eunice.  Pablo era un conocer y expositor de una auténtica fe, y en no pocas veces combatió a aquellos que habían puesto su fe en muchos dioses, menos en el Dios verdadero. Así, pues, él elogia la clase de fe habitada primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice.  Loida y Eunice fueron madres de una gran devoción por su Señor. Bienaventurados los hijos nacidos en un hogar con una abuela y madre como éstas. Lo de ellas fue una fe viva, activa y triunfante. Timoteo vio una continua demostración de la fe de sus madres. Frente a aquellos momentos de gran necesidad, donde la oración de fe era necesaria, la respuesta divina llegó a ser una presencia continua.

 La vida de fe de una madre es una de las mayores herencias dejadas a sus hijos. Los grandes hombres de fe del pasado, y muchos del presente, cuentan acerca de la influencia de la fe abnegada de sus madres. Un hijo formado a los pies de madres con ese legado de fe, son una honra para su familia, la iglesia y la sociedad.  Moisés fue formado por su madre hasta los 12 años, de allí proviene su fe libertadora al liberar a su pueblo.

La fe del hijo

2 Timoteo 1:5c. Vea el orden referido por Pablo cuando habla de “la fe no fingida”. Primero fue en la abuela, luego con la madre y finalmente la del hijo Timoteo. Las palabras de Pablo son enfáticas, cuando dice: “y estoy seguro que en ti también”. No era cualquier persona que estaba calificando la fe de Timoteo, era Pablo mismo. Cuando una madre trasmite su fe viva a su hijo, este es el resultado.  A esto vale la pena hacer la siguiente pregunta, ¿cuál será el efecto de mayor impacto y perduración en la vida de sus hijos cuando se vayan del hogar?

 Cuando esto hacemos no será sorpresa pensar que en la mesa de algún hogar se esté formando un ministro del Señor. Sin embargo, y contrario a esto, la ausencia de esta clase de fe en el hogar pudiera estar formando un delincuente, llegando a ser el dolor y la vergüenza en el seno de la familia. Una madre cristiana hará la diferencia en la vida de sus hijos. El testimonio de J.P. Richter, hablando sobre esta influencia, es por demás elocuente: “Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre”.  “Para el hombre que tuvo una buena madre son sagradas todas las mujeres”, agregó. Necesitamos más madres con “la fe no fingida”. Madres modelos para sus hijos.

El precio del sacrificio

Dejando al hijo irse para servir al Señor

Hechos 16:1-3. Este texto confirma la clase de vida de Timoteo, pero también la visión de Pablo al escoger a sus discípulos. Ya Timoteo estaba formado. La gente de Lista daba buen testimonio del nieto e hijo de aquellas piadosas madres. Pablo seguramente quedaría impresionado por el carácter y devoción del joven Timoteo, después de su conversión en su primera visita a Listra. El tremendo testimonio que daban los vecinos y conocidos por seguro cautivó a aquel “hacedor de discípulos”.

 Con tan altas calificaciones Pablo no dudó en hacerle el ofrecimiento para que lo acompañara como uno de sus más cercanos colaboradores en los viajes misioneros que tenía por delante.

 A partir de ese momento Timoteo se constituirá, algo así, como su discípulo mimado; siendo uno de los más cercanos de su confianza (1 Corintios 4:17). Pero para esto fue necesario el sacrificio de dejar a la madre por el servicio al Señor.  Cuando Pablo invitó a Timoteo a seguirle no vemos a la madre o a la abuela reteniendo al hijo que habían formado. Con gusto lo ofrendaron como lo hizo Ana con su hijo Samuel. Ninguna satisfacción podrá superar el corazón de una madre que ver a su hijo sirviéndole al Señor.

Detrás de un hijo ofrendado hay una madre gozosa

 Muchas madres han tenido que sufrir con la ausencia de un hijo llamado por Dios. Muchas lágrimas habrán sido derramadas por el hijo que se fue a dedicar toda su vida como un soldado del Señor. Así tenemos que Timoteo fue “ofrendado” para colaborar en la extensión del reino de Dios en esos primeros, y difíciles años del cristianismo. Me llama la atención que, en las dos cartas dirigidas a Timoteo, Pablo concentra todo un manual de instrucción pastoral, hablando especialmente de la conducta del ministro.

Él escogió a Timoteo como un vivo ejemplo para esto, y por seguro, detrás de aquella intachable conducta, hubo dos madres que hicieron su trabajo previo. Amadas madres, en vuestras manos está un tesoro de incalculable precio; nos referimos a la vida de sus hijos. La inversión hecha en ellos las hará campeonas y triunfadoras. Hoy, con gran respeto y admiración nos levantamos para reconocer a esa mujer que, si bien se sacrifica por su hijo, al final cuando lo vea como un triunfador y dedicado, su gozo estará cumplido. Amén.

Timoteo, el hijo del honor

Estos son algunos testimonios de hijos en quienes sus madres dejaron una profunda huella: “Las madres que oran son los mayores activos de Estados Unidos.”—Theodore Roosevelt. “El regazo de una madre es el mejor lugar desde el cual iniciar una vida.”—Sarah Hupp. “Ella es alguien que escuchará tus problemas hasta que te aburras de ellos.”—Ellen Goodman.  “Nadie es pobre si tuvo una madre piadosa.”—Abraham Lincoln “Juntos es la palabra más hermosa del diccionario fuera de la palabra madre.” —Ralph Waldo Emerson.

 “Aprendí más acerca de Dios de mi madre que de todos los teólogos de Inglaterra.”—Charles Wesley. “No puedo decir cuánto le debo a las oraciones de mi buena madre.”—Charles Spurgeon. Y Pablo dijo esto, al hablar a Timoteo de su abuela Loida y su madre Eunice: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que en ti también” (2 Timoteo 1:5).

Pero si no has tenido una abuela como Loida y una madre como Eunice, el haber conocido a Cristo sin su influencia, te hacer ser un hijo aún más excepcional.

Discípulos de Integridad Comprobada

1: Las marcas del discípulo
3: Timoteo, el hijo del honor
4: Aristarco, un discípulo sombroso

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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América
América
1 año de haberse escrito

Me conmovió esta enseñanza es muy inspiradora y tierna . Gloria a Dios por las madres temerosas del Señor que son sabias a la hora de educar sus hijos. Dios las bendiga en gran manera . Gracias hno Julio Ruiz definitivamente ud también resibio un gran legado de su abuela y de su madre .

América
América
1 año de haberse escrito

Me conmovió esta enseñanza. 😭

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