Del escritorio de Julio Ruíz

Cómo esperar la navidad

(Lucas 2:25-35)  

INTRODUCCIÓN: ¿Cuáles son los recuerdos que usted conserva  acercaba de la navidad? Seguramente que para algunos de nosotros ese era el tiempo más esperado del año. Era el tiempo para estrenar ropa, escuchar los aguinaldos y degustar los platos típicos. ¿Qué decir del tiempo cuando se abrían los regalos? ¡Toda una expectativa! En la historia que rodeó la Navidad, aparece la vida de un anciano llamado Simeón. He escuchado muy pocos sermones sobre este personaje quien tiene mucho que enseñarnos, pues esperaba con  especial vigilancia la primera Navidad. Contemplar la natividad del Mesías era su más grande pasión. Y las que no la  vieron en su tiempo fue  por ignorancia o por incredulidad. Pero este anciano tuvo el gozo de verla y tenerla en sus brazos. Y en esto hay algo que debemos decir. Así como Jesús vino la primera vez, hasta el punto que hubo hombres como Simeón que no murió hasta no verlo, ahora también debemos saber que Jesús volverá en su segunda venida. Por supuesto que no será como cuando él nació, que muchos no se enteraron, sino que vendrá con poder y gran gloria donde todo ojo lo verá. Debemos recordar que las mismas profecías que hablaron de su primera venida nos hablan también de su segunda venida. Pero, ¿sabía usted que la mejor manera de recibir la Navidad es prepararse para  lo que será su segunda venida? El anciano Simeón nos muestra la manera cómo debiéramos prepararnos para la Navidad. ¿Quiere usted estar esperar esta Navidad de una manera distinta? Le invitado que sigamos el ejemplo de este anciano con  su testimonio y su acción. La devoción y el hablar bien de Cristo son dos maneras especiales para esperar la Navidad. Veámoslas.  

I. ESPEREMOS LA NAVIDAD CON UN  ESPÍRITU DE CONSAGRACIÓN  

1. Siendo justificados delante de él v. 25ª. La Biblia nos dice que nosotros somos justificados por fe. Y a lo mejor usted se pregunte ¿cómo fue Simeón justificado sin haber llegado Jesucristo? Bueno, la Biblia nos dice que todos los hombres antes de Cristo se salvaron por su fe, porque ellos aguardaban el día cuando vendría el Mesías prometido. Eso es lo que sabemos de Abraham, de quien se nos dice: “Creyó Abraham y se le fue contado por justicia”. Los santos del Antiguo Testamento fueron salvos por mirar hacia el futuro de acuerdo a Hebreos 11. A esto debemos recordar que nadie podrá recibir la Navidad si primero no ha recibido a Cristo. ¿Se ha rendido usted al Señor? ¿Ha sido usted justificado de sus pecados por Jesucristo?  

2. Siendo una persona devota v. 25b. La palabra “piadoso” traduce devoto; se refiere a alguien consagrado. De allí viene la palabra piedad, que es lo opuesto a la palabra impiedad. Simeón era devoto.  Esto significa que tenía un corazón ardiente, lleno de  amor y pasión por Jesucristo. Pero, ¿sabe usted por qué Simeón era devoto? Porque espera la consolación de Israel. Un estilo de vida mundano y carnal no es la mejor manera para esperar  la segunda venida de Cristo. Pedro nos recuerda cómo debiera ser esa devocional espera (2 P. 3:14). La esperanza bendita tiene que llevarnos a una santidad bendita. ¿Es usted un creyente devoto? ¿Espera usted a Cristo  de una manera piadosa? La Biblia nos convoca a la  santidad por sin ella  nadie verá al Señor.  

3. Siendo controlados por el Espíritu Santo v. 25c. La otra  cosa que se dice de Simeón era que el Espíritu Santo estaba sobre él. La vida llena del Espíritu Santo es la que hace la gran diferencia en nuestro crecimiento y desarrollo espiritual. El nombre “Simeón” significa “uno que sabe escuchar”, y de acuerdo al versículo 26, él tuvo la sensibilidad de poder escuchar y sopesar los tiempos de Dios. ¿Qué es lo que había escuchado? Que no moría hasta que viera al Mesías. ¡Qué bendita promesa! El Espíritu Santo llenó a Simón y lo movió al templo para ver la primera Navidad. El ser guiados por el Espíritu Santo debe ser el asunto más importante para prepararnos para que tengamos el encuentro con lo que será la segunda venida. Si usted se deja controlar por el Espíritu Santo, no importa quien pretenda controlarlo. Cuando uno es guiado y controlado por el Espíritu Santo le será revelado todo lo concerniente al Señor mismo, porque el Espíritu Santo es quien nos conduce a toda verdad. Ese fue parte de su propósito al venir a nosotros.  

4. Siendo habitados por la paz de de Dios vv. 29-29. El viejo Simeón fue  guiado por el Espíritu al templo y allí se encontró con la joven pareja y el recién nacido. La emoción de aquel  anciano con sus manos temblorosas, teniendo en sus brazos al bebé Jesús, tuvo que ser excepcional. Y al momento de levantar el niño en lo alto, y luego pedir que ahora muriera en paz, presenta un cuadro extraordinario. Allí está el Hijo, el Padre y la palabra, y solo ellos pueden traer la paz al corazón de aquel que espera en el Señor. ¿Qué significa esto? Que la presencia de la paz es una de las señales claras que estamos listos para recibir la Navidad. Lo menos que tiene la gente por estos días es paz. Es más, muchos se despiden de este mundo sin paz. Note las solemnes palabras del anciano Simeón: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz”.  Pero la única manera de decir al Señor que nos despida en paz es cuando abrazamos al Cristo resucitado.  La razón por la que muchos temen morir es porque no han sabido vivir. Jesucristo es el Príncipe de paz.  

II. ESPEREMOS LA NAVIDAD HABLANDO BIEN DEL NIÑO QUE HA NACIDO  

1. Debemos decir que él es el salvador vv. 30, 31. No sabemos que edad tenía el anciano Simeón, pero lo que si le preservó el Señor fue su vista. A él no le pasó como a Isaac que había perdido su vista al momento cuando tuvo que impartir la bendición a su hijo Jacob en lugar de Esaú. Simeón vio en su totalidad al bebé. Lo vio sano, lleno de de vida; seguramente lo besó, pero lo más importante fue las palabras que pronunció en ese momento: “Porque han visto mis ojos tu salvación…”. Con esto también estaba diciendo que sus ojos habían visto al libertador de su pueblo. El bebé de Belén es nuestro libertador.  Todos sabemos que este mundo está urgido de un salvador. Los que hasta ahora se han levantado en la tierra no lo han hecho. La humanidad no entiende esto. La Navidad para muchos pudiera estar llena de sensibilidad por el niño de Belén, pero no saben nada del libertador para sus vidas, que está representado en el niño que ha nacido. Simeón lo vio como el Cristo de la libertad y a la vez habló proféticamente de la universalidad de esa salvación: “La cual has preparado en presencia de todos los pueblos…”. El mensaje que debe ser proclamado es que Jesús es el salvador del mundo.  

2. Debemos decir que él es la luz v. 32. Esta es la época de las luces, pero la ironía es que muchos hogares que encienden su luz, viven todavía en tinieblas. La profecía de acerca de la venida del Mesías decía: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Is. 9:2). Y el anciano Simeón, quien era un seguidor de la palabra, y espera el momento de la llegada del Mesías, dijo: “Luz para revelación a los gentiles,  y gloria de tu pueblo Israel”. Por lo tanto,  no hay razón para tropezar en la oscuridad si Jesús es la luz del  mundo. Muchos le temen a la oscuridad, pero odian la luz para que sus obras no sean expuestas delante de Aquel que es la Luz del mundo. Jesús mismo dijo que él era la luz del mundo y quien le siguiera tendría la luz  de la vida. No dejemos que otra Navidad pase sin anunciar que Jesús es la luz del mundo. No permitamos que las luces de la Navidad, acaparada por el comercio, sea la que brille para muchos y después sigan viviendo en tinieblas. Jesús es el único que puede disipar las tinieblas.  

3. Debemos decir que él es quien determina el destino v. 34a. La gente tiene una idea muy equivocada acerca del destino. Muchos son fatalistas en cuanto a esto. Pero la verdad de este texto es que quien determina el destino del hombre no son los astros, sino es Cristo.  Una persona se caerá o se levantará en Cristo. Esto fue lo que Pedro mencionó en su carta (1 Pedro 2:6-8), al reconocerlo como la fundación del evangelio mismo. Así que él será un punto donde apoyarse, o será la piedra de tropiezo. Usted podrá construir su vida alrededor de él o tropezar en él. Su destino está determinado por lo que usted haga con Cristo. Cristo es la Roca sólida, la piedra fundamental. De esta manera, al final de su vida, o  Cristo será  su salvador o se convertirá en el peor juez. Al final usted tendrá una cita con él porque él es inescapable e ineludible.  El bebé que un día Simeón levantó en sus brazos es el Cristo de su destino. Recuerde lo que Simeón dijo: “Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos…”. Olvídese que su destino está ya prefijado. Su destino está en las manos de Cristo. Así tenemos que lo que Cristo hará al final de su vida está determinado con lo que usted haya hecho con él mientras viva (Jn. 3:36).  

4. Debemos decir  que Cristo no le caerá bien a muchos v. 34b. ¿Por qué decimos esto? Por lo que el mismo Simeón pronunció: “… y para señal que será contradicha”. Es un hecho que cuando nosotros decimos que Jesús es el único camino, encontraremos los que piensan lo contrario. Y al decir esto, no son pocos los que se burlan y hasta blasfeman en el nombre de Jesús. En una sociedad pluralista como ahora tenemos, es un escándalo decir que Jesús es el único salvador. Así que Jesús iba a ser contradicho. Y esto no es nuevo. Cuando él vino predicando su mensaje de cambio por medio del evangelio, se reían y se mofaban de él. ¿Sabía usted que muchas personas maldicen usando el nombre de nuestro muy amado Jesús, pero usted que casi nunca les escuchará maldecir en otro nombre, incluyendo aquellos de otras religiones? ¿Por qué? Porque así fue predicho. Y déjeme decirle que mientras usted anuncia también este mensaje, prepárese porque no serán pocos los que se burlarán también de usted.  

5. Debemos decir que Cristo causará división entre muchos v. 35. Simeón le dijo algo a María que tendría que recordarlo por siempre. Ella sabía no solo del dolor que le causaría su hijo cuando al final muriera, sino que él mismo, al hablar de la espada que traspasaba su corazón, Jesucristo causaría división entre la gente. Pero sobre todo, causaría división entre nosotros mismos. Eso es lo que afirma Hebreos 4:12. La palabra de Dios fungiendo como espada, tiene la misión de partir la vida, pues hará que aun nuestros pensamientos sean divididos al momento de ser leales al Señor. Lo mismo sucederá cuando Cristo llega a los miembros de la familia. ¿Cuál es la situación? En una oportunidad él mismo dijo esto: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada…”. Y así ha sido. No todos en una familia reciben a Cristo. Así que  hay hogares divididos por unos son creyentes y los otros no. Esta es la verdad que hay que anunciar en Navidad. Es cierto que no es un mensaje popular, pero así es el evangelio. Sin embargo, Jesús es el gran unificador de aquellos se levantan bajo su sombra, gracia y poder. Este fue el mensaje que  anunció Simeón.  

CONCLUSIÓN: El anciano Simeón nos conduce a esa mirada profunda de la Navidad. A quien en verdad debemos mirar en  este tiempo. Nos invita a celebrar la Navidad teniendo una “buena vista”, para descubrir, -movidos por el Espíritu-, la presencia de Dios en nuestra vida. En su caso, él supo discernir entre una familia sencilla y que no llamaba la atención, al reconocer en aquel niño la nueva, especial y definitiva presencia de Dios. Pero él no solo vio y se alegró, sino que estaba preparado espiritualmente para ese encuentro. Y la verdad es que nadie que tenga a Cristo en su vida, como lo tuvo Simeón en sus brazos, dejará de decir su propia experiencia. Ahora esperamos por su pronta venida. ¿Cómo espera usted la Navidad? ¿Es Jesús salvador? ¿Habla usted de él?

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