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Con todo, yo me alegraré en el Señor

Con todo, yo me alegraré en el Señor
Con todo, yo me alegraré en el Señor

Este es un mensaje para dar aliento en tiempos de profunda crisis mundial.  El profeta Habacuc en su celebre poema del capitulo 3:17-19 nos da una de las promesas mas hermosas de la Biblia en relacion con estos tiempos que vivimos.

Habacuc 3:17-19

Habacuc ha llegado a ser uno de los profetas con un fuerte espíritu reverente y fervoroso. Poseía una notable sensibilidad, y extraordinarias facultades mentales para describir lo que estaba sucediendo en Israel. Se le conoce como el profeta preguntón. Preguntas, tales como, ¿por qué la mayoría de la gente buena sufre mientras que los malos progresan? ¿Por qué Dios tarda en ejecutar su juicio sobre la maldad? Sin embargo, el profeta no se queda son en las preguntas. En algunos casos Dios le respondía muy rápido, pero la respuesta no era conforme la esperaba. En otros la respuesta pareciera no venir, pero al final Dios tenía control de toda la situación. Sobre la personalidad y estilo del profeta Robinson, dijo: “Fue un filósofo profundo, ardiente y sencillo; poseía una originalidad inusitada y una potencia poco común; era sensible, especulativo, el suplicante entre todos los profetas y predicador del optimismo teocrático”.

El libro nos presenta varios de los textos que han servido de inspiración, de desafío y de esperanza a través de los tiempos. Al lector le hace muy bien recordar textos como estos: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio…” 1. 13. “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por la fe vivirá” 2.4. “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren la mar” 2:14. “Mas el Señor está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra” 2:20. “Oh Señor, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla resplandecer” 3:2. Pero sin duda que uno de los textos que más amamos del libro es el capítulo 3:17-19.

Este pudiera ser llamado el texto del optimismo de toda las Escrituras. Es un hermoso himno que resalta esta verdad: “con todo, yo me alegraré en el Señor” v. 18. Veamos por qué el gozo del creyente debe ser permanente. ¿Cómo es que podemos tener gozo aún en medio de la escasez? ¿Cómo podemos llenarnos de esperanza y optimismo cuando vemos las noticias de un mundo que está en pánico y que desfallece?

He aquí algunas de las más grandes promesas de la Biblia para el tiempo de crisis.

 

Aunque se agoten los recursos nos gozamos en el Señor

1. El tiempo de resignación

En una especie de himno antifonal el profeta pareciera haber llegado a un punto de resignación y confianza en su Dios, que, si no les dio todas las respuestas a sus preguntas, le aseguró su presencia y su provisión. Y si bien es cierto que el profeta nos muestra cierta debilidad en medio de sus preguntas, también es cierto que nos revela su fortaleza espiritual. Observe que al llegara esta parte no le vemos quejándose o preguntándose.

Él sabía que Dios había estado en el pasado con su pueblo. No los había abandonado, aunque ellos le dieron todas las razones para hacerlo. Pero también reconoce en esta visión profética que vendrá un tiempo cuando todo eso faltará. Que vendrían tiempos duros al faltar los productos básicos de la dieta diaria.

La higuera, el vino y el olivo eran productos de consumo cotidiano que tenían su mejor simbolismo en el gozo, la alegría y la satisfacción. La presencia de estos elementos en el hogar auguraba paz y descanso y total satisfacción a toda la famila y al país. Pero ahora el escenario va ha cambiar. De momento la abundancia llevaará a la escasez. Y al igual que lo que presagió el profeta de antaño, lo comenzamos a vivir ahora. Los mercados mundiales, vistos en sus “bolsas de valores” han tenido caídas históricas. Un virus que comenzó en una ciudad de Wuham en China, ha paralizado al mundo y se habla de pérdidas millonarias en todos los sectores.

2. Visión desoladora de la economía

¿Qué estaba pasando en los tiempos de Habacuc? La ausencia de tales productos se debía a que los “labrados” ya no daban mantenimiento. Pero además del fruto de la tierra, el que las ovejas sean “quitadas de la majada”, y que no haya “vacas en los corrales” nos habla de una “despensa agotada” y de un pánico abrumador.

La ausencia de alimentos lleva a la hambruna. Este cuadro no podía ser más patético. Semejante escena desoladora, que crea la más obvia desesperación humana no puede ser soportada a menos que el individuo levante toda una confianza en el Dios proveedor. Así, pues, fuera de sus dudas el profeta se forja una nueva idea acerca de Dios. Aunque todo estos productos falten; aunque el temor que se genera por la escasez de lo que necesitamos, él dice: “con todo, yo me alegraré en el Señor”. Esta declaración es solemne y a su vez determinante. Revela en su más exacto sentido el tema central de este libro: “Mas el justo por la fe vivirá” 2:4. Es un gran asunto afirmar que la vida cristiana no está fundada sobre lo temporal y pasajero.

3. Dios nos sostiene en todo tiempo

Es un gran desafío proclamar que nuestro gozo no viene porque tengamos la despensa llena, sino que viene de nuestra confianza y fe que tenemos el Dios que nos sostiene. Qué bueno es afirmar con el salmista cuando dijo: “El gozo del Señor mi fortaleza es”. La escasez de lo temporal no es el fin de nuestra jornada sino, en todo caso, es la pausa para esperar tiempos mejores.

Es como lo expresó un comentarista: “No estamos atravesando por el valle del temor, sino por las cumbres de la fe; no por las llanuras del desaliento, sino por las deliciosas cúspides de las montañas orientados por los destellos de la ciudad celestial y los bienes que están por venir”. Esta es la razón por la que decimos que aunque se “agote nuestra despensa”, seguimos gozándonos en el Dios que al final “suplirá lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria” (Filipenses 4:21).

 

Aunque se agote la esperanza nos gozamos en el Salvador

1. La esperanza permanece

No es fácil para alguien gozarse en la escasez. Es más, el profeta nos deja ver en sus planteamientos que la esperanza humana llega al punto de agotarse. En las preguntas que formula pareciera decir que ya no hay esperanza, que Dios como que se olvidó de su pueblo y de sus promesas. En el mismo inicio de su libro levanta una serie de razonamientos directos contra Dios como si se tratara de un desesperado e impaciente al no ver obrar según lo esperaba.

Note la forma hasta atrevida de sus preguntas: “¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?” 1:2, 3. Tal era la condición en la que vivía el profeta viendo, oyendo y sintiendo las injusticias del proceder del pueblo hacia la ley del Señor. Hay momentos en la vida donde la esperanza pareciera colapsar. Cuando no se sale de alguna crisis, resurge la impotencia. Quisiéramos que las nubes grises del desaliento, que se han detenido sobre nuestros techos, pasaran pronto.

2. La respuesta de Dios tarda, pero es segura

En el libro se ve que las preguntas tienen prontas respuestas. El profeta se da cuenta que aun cuando su esperanza se agote sigue contando con su Dios, su Salvador. Vea la manera cómo lo reconoce utilizando también preguntas: “¿No eres tú desde el principio, oh Señor, Dios mío, santo mío? No moriremos. Oh Señor para juicio lo pusiste, y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar” 1:12. En la vida hay tiempos donde nos hacemos las mismas preguntas que se hizo Habacuc.

La falta de conseguir alivio para un dolor, ver transformado a alguien por quien oramos siempre, ser curado de alguna culpa o encontrar satisfacción para alguna necesidad material, nos pudiera llevar a preguntarnos, ¿dónde está mi Dios a quien amo y adoro? Y de esta manera, mientras vienen tales dudas sobre nuestra fe y esperanza, vista en la escasez de las cosas necesarias, debemos decir también como el profeta: “Yo me alegraré en el Dios de mi salvación” v.18b. Dios no dejará a sus hijos sin respuesta alguna. Pero se toma su tiempo para lo mejor.

3. Nuestro gozo es independiente de nuestras circunstancias

Aquí tenemos una verdad eterna. El gozo nuestro es el resultado de la experiencia de la salvación. El apóstol Pablo hablaba de un gozo perpetuo. Las tribulaciones por las que pasó le llevaron a decir: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4).

En la ocasión del naufragio cuando iban rumbo a Roma, y cuando ya habían perdido todo tipo de esperanza de vivir, exhortó a todos los que iban en la nave a comer y a recobrar el ánimo porque Dios le había dicho a través de su ángel que ninguno de los que allí iban perecería (Hechos 27:20-23). Mientras el resto había perdido la esperanza, Pablo contaba con el Salvador. Esta sigue siendo la verdad para todo fiel creyente. Habacuc utiliza las dos expresiones de alabanzas que deben brotar de todo creyente: “Aunque… yo me alegraré en Señor, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Las pruebas producen gozo.

Aunque se agoten las fuerzas nos gomaos en el Fortalecedor

Hay momentos cuando las fuerzas no dan más

Habacuc era un ser humano como todos nosotros. Experimentó momentos de debilidad, de frustración y de tristeza. En su libro se ve reflejado su estado de ánimo cuando dice: “Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuando el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia” 1:4. Cuando los siervos de Dios ven que las cosas no andan bien y todo sale al revés, el desánimo inunda el corazón y eso hace que también se mermen las fuerzas.

Con frecuencia hacemos la misma oración que hizo el profeta: “Oh Señor, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla resplandecer” 3:2. Las sequías espirituales por las que se pasa en la obra del Señor nos levantan a menudo para pedirle a Dios que intervenga con su poder y su gracia, de modo que vengan nuevos tiempos de avivamientos para su iglesia. ¿Serán las pruebas como el que vivimos ahora “los tiempos” para que el Señor avive su obra?

Nuestro socorro viene del Señor

Esto es un motivo de gozo. Para muchos su fortaleza se basa en sus conocimientos, o incluso en sus propias fuerzas. Algunos otros crean su fortaleza alrededor de sus bienes que poseen. Mientras que otros forjan su fortaleza en el dominio de su mente y alguna filosofía adoptada. Es obvio que para todos los que así actúan y piensan, Dios no forma parte de sus recursos. Muy distinto llega a ser el creyente. Él sabe que sus fuerzas no dependen de sí mismo, sino del Señor. Comentando otra vez a Pablo, él reconoció que podía vivir cualquiera fuera su situación, pero todo eso debido a su más grande afirmación: “Todo lo puedo en Cristo que me fortaleza” (Filipenses 4:13).

Con todo, yo me alegraré en el Señor

Unas de las cosas más difíciles para el ser humano (incluyendo algunos creyentes) es estar quietos en el día de la angustia, de acuerdo con lo que dice el v. 16. Esto significa, estar tranquilo, aunque todo de un momento a otro desaparezca. ¿Dónde está el secreto del contentamiento? En esta declaración de confianza: “Con todo, yo me alegraré en el Señor”. ¿Sabe lo que sucede cuando ponemos nuestro gozo en el Señor en el día de la angustia? Que él hace nuestros pies como las de “ciervas”. Los ciervos o gacelas son ejemplo de fortaleza, seguridad al andar, belleza y velocidad, por lo tanto, son más ágiles. Y, ¿hacia dónde nos remontaremos con esos pies? Hacia las alturas; o sea, por encima de mis problemas.

Dios quiere que trepemos las “montañas de nuestras dificultades”. Confiemos en él. El hijo de Dios por cuanto sabe que su fortaleza y provisión proviene de él se alegra en el Señor. Mi gozo depende de la seguridad que él me ha dado, porque, aunque la prueba traiga escasez y produzca temor, el Señor (el Adonai) es mi fortaleza. Mi gozo es independiente de estas circunstancias. Las pruebas califican nuestro gozo. Que no lo perdemos a pesar de ellas.

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