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Cuando un santo juega con la unción

un santo juega con la unción
un santo juega con la unción

Cuando un santo juega con la unción es un estudio bíblico que revisa la vida de Sansón quien omprometió la gracia que recibió como nazareo desde el mismo vientre de su madre.  Esta es la segunda entrega de la serie los pecados de los santos escrita por el pastor Julio Ruiz

(Jueces 16:6-9; 16, 17;25, 28, 31)

Sansón es uno esos personajes que ha dado mucho material para escribir y para hablar. Su vida pudiera ser llevada al cine con grades éxitos de taquilla. Su nombre significa “pequeño sol”, y al parecer hizo honor a su nombre, pues no brilló con la intensidad con la que brillaron otros hombres de Dios. Toda su vida fue notoria. Su nacimiento fue anunciado por el “ángel del Señor” a una madre estéril. Fue consagrado desde su niñez como un nazareo, lo que lo hacía poseedor de una unción especial. Como nazareo tenía que dejarse crecer el cabello, abstenerse de todo tipo de bebidas fermentadas y no acercarse a los muertos.

Una vez crecido tuvo el privilegio de llegar a ser el último de los jueces, gobernando a Israel por unos veinte años. Se enfrentó a los filisteos sólo y los venció. Sin embargo, desde el comienzo de su tarea quebrantó sus votos, pues lo primero que hizo fue tomar una mujer filistea a quien sus padres no quisieron; después tomó dos más, incluyendo una ramera. La historia de Sansón se puede resumir como alguien que experimentó el poder del Espíritu de Dios y también el poder de la carne, llegando a jugar con la unción recibida. Su historia es más conocida por la unión que tuvo con Dalila.

Fue esta mujer la que al final descubrió el secreto de sus fuerzas. Después que le cortaron el pelo pensó seguir jugando y saliéndose con las suyas, sin embargo, las Escrituras dicen: “Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él” (Jue. 16:20). Sansón termina siendo un juguete de los filisteos con los ojos sacados y muriendo junto con todos sus enemigos. En la historia de Sansón vemos la manera cómo engaña el pecado. En este asunto del pecado de los santos, ninguna historia nos revela lo que significa jugar con la unción que hemos recibido de Dios, como esta. Qué pasa cuando un santo juega con su unción.

Se da cuenta que el pecado lo llevará más lejos de donde pensaba ir

Todo comienza con ceder una vez

Jueces 16:6. El carácter de Sansón es un reflejo de ese estilo de vida que desea probar algo por primera vez. Es aquel que dice: “¿Qué malo hay si lo hago una primera vez?”. Es la curiosidad misma de querer participar de algo, que aun cuando está prohibido, hay un impulso interno por descubrir a qué sabe aquello. Fue eso lo que hizo Eva cuando el tentador le presentó por primera vez la oferta de algo que era agradable y codiciable.

El pecado usará la táctica de la primera vez. Por lo general es una oferta gratificante de insospechadas emociones. ¿Qué fue lo primero que probó Sansón? Una de sus debilidades fue el sexo opuesto. Tuvo varias mujeres, incluyendo una ramera. Esto fue parte de un gran bochorno para sus padres, ya que fue una violación a sus votos como nazareo y al final fue la ruina para su vida. Cuando cedió por primera vez a su deseo, se descubrió el mundo de su lujuria. Experimentó el poder de la concupiscencia y las consecuencias para un alma que le pertenece al Señor.

Todo sigue al descubrirse a la tentación

Jueces 16:7  En el libro de los Proverbios 1:10-16, encontramos una serie advertencia para rechazar aquella invitación seductora que nos tienta a pecar; así dice la palabra: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, Y collares a tu cuello. Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas” vv. 8-10. Los pecadores y el pecado son amigos inseparables. Tienes que saber que ambos te buscarán para engañarte. No hay ninguna buena intención en algo donde esté presente la oferta del pecado.

Sansón no rechazó al comienzo de su vida aquello que tenía la intención de corromper su alma. No consideró el privilegio de ser un hombre de Dios y un juez para su nación. Hizo todo lo contrario a la advertencia del proverbio, pues consintió en las propuestas sensuales del pecado hasta el punto de ser seducido y quedar cautivo en los brazos de éste. Pablo nos ha dejado una palabra que debe ser nuestra bandera al momento de ver una tentación: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Cor. 6:12). Esta es una gran resolución del corazón.

El pecado progresará cuando jugamos con él

Jueces 16:8-9. Una vez que le hayamos dado la oportunidad al pecado no será tarea fácil detenerlo. Es parecido al cáncer que no se detecta a tiempo. Literalmente el pecado invade todo el ser. Del pecado de la fornicación se dice que “el que fornica contra su propio cuerpo peca”. Bien pudiera la persona decir que no hará más lo que ha venido haciendo, pero el engaño del pecado es tan fuerte que le convencerá para que lo siga practicando. Tenemos que reconocer que el pecado no producirá nada bueno en nosotros. Al contrario, es un dueño que ofrece la dulzura y la fragancia del placer, pero al final el dolor y su ruina se hacen más grandes.

Pablo sabía del engaño del pecado y hasta dónde puede llevar al individuo, de allí que recomendó que él no reinara más en nuestros corazones para que lo obedeciéramos (Ro. 6:12). Observe como Sansón siguió jugando con la unción. Al estar en los brazos de Dalila no calculó hasta dónde podía llevarle su juego amoroso. Es un hecho que, si no huimos de la tentación, el asecho que ella hará sobre nosotros será el mismo que experimentó Eva con Satanás.

 

Se da cuenta que el pecado lo hará más esclavo que la libertad que ahora tiene

Al tratar de “engañar” a la tentación

Jueces 16:10. El juego de Sansón con Dalila era altamente peligroso. Tratar de engañar al engañador en sus propias fuerzas era exponerse a una derrota anticipada. El asunto es que cuando dejamos que el pecado se enseñoree de nosotros, se convierte en un dueño cruel cuyo único propósito será destruir sus víctimas. El libro de los proverbios a través de varias preguntas nos recuerda lo que hace el pecado una vez en la vida: “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brazas sin que sus pies se quemen?” (Prov. 6:27,28). Sansón pretendió andar sobre “las brazas del pecado” sin quemarse.

Cuando se unió a Dalila, la mujer que al final lo destruyó, estuvo jugando con ella a través de mentiras mientras ésta lo presionaba para que le dijera el secreto de sus fuerzas. La engañó tres veces diciéndole en qué consistía su fuerza, pero a la cuarta vez, después que “su alma fue sometida a mortal angustia”, Dalila descubrió el secreto de su fuerza, siendo alcanzado por sus enemigos. Al final el pecado logró su propósito. Alguien ha dicho que, si el creyente no se aleja del pecado, el pecado le alejará de Dios. El pecado es un huésped traicionero.

El pecado te hará un esclavo

Jueces 16:21. Hay una cierta fascinación en el pecado. En cada tentación siempre habrá una fuerza seductora que se hace irresistible a los que en ella entran sin avizorar sus consecuencias. Así el pecado se mostrará con todos los atractivos posibles para que el alma incauta caiga en sus redes. El engaño del pecado consiste en un ofrecimiento que supera cualquier otra oferta de felicidad. En el caso de Sansón el pecado despertó su lujuria, pues ya había dado evidencia que el sexo era una de sus grandes debilidades. Note la facilidad con la que él estuvo en los brazos de tres mujeres.

Todo lo contrario a lo que había hecho José quien, en lugar de caer en los brazos de aquella seductora mujer de Potifar, prefirió dejar en sus manos la ropa que perder su honor. ¿Qué pasó al final con Sansón? Este texto es elocuente: “Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel 21. Sansón llegó a ser un esclavo de sus enemigos. Aun los hombres más fuertes pueden ser vencidos con las tentaciones más sutiles. A esto induce el pecado.

El pecado convierte débil al hombre fuerte

Jueces 16:28. Sansón es una paradoja bíblica. A nadie más se le concedió una fuerza física tan grande. En una ocasión mató a un león como se mata a una ovejita. Mató a treinta hombres para despojarle de sus ropas y pagar una deuda. Arrancó los pilares de una ciudad y subió con ellos a una montaña. Con la quijada de un burro mató a mil hombres. En otra ocasión cazó trescientas zorras, les ató por las colas, colocó en medio de ellas teas ardientes y destruyó la cosecha de los filisteos. Estando con Dalila rompió tres veces las cuerdas que le ataron. Y al final de su vida derribó las columnas del templo de los filisteos donde murió junto con ellos, vengándose así de sus ojos.

Sin embargo, así como tuvo ese descomunal poder físico, el pecado ejerció un poder controlador en su vida. El pecado le llegó a tener más tiempo de lo que él mismo pensó. Tuvo fuerza para todo, pero no para enfrentar el pecado. El pecado convierte débil al hombre fuerte. “El que piense estar firme mire que no caiga”. El hombre de Dios desconfía de sus fuerzas físicas y se apodera de las fuerzas del Señor.

Se da cuenta que el pecado le costará más de lo que pensó pagar

Te costará el compañerismo con Dios

Jueces 16:20b. El primer y gran costo del pecado es la pérdida de la comunión con Dios. La Biblia nos dice que no hay compañerismo entre la luz y las tinieblas. Recordamos que Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. El pecado tiene el propósito de separarnos de Dios. No podemos estar en comunión con Dios mientras también tenemos comunión con las tinieblas. Sansón perdió la comunión con su Señor como resultado de su vida disoluta. Él pensó que la fuerza que Dios le había dado jamás desaparecería mientras estuvo coqueteando con el pecado. Pero mire lo que dice el texto el versículo 20.

Estas palabras son solemnes; tocan muy de cerca el corazón, porque nada es más doloroso que perder la comunión con Dios. Por supuesto que Sansón no perdió su salvación pues al final aparece como uno de los héroes de la fe (He. 11:32), pero si perdió el gozo de ella. Un tiempo de placer cuesta el compañerismo con Dios. “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen”.

Te costará la dignidad y el honor

Jueces 16:25. El pecado tiene la misión de ofender a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos. En la experiencia de Sansón podemos ver los extremos que lleva la amistad con el mundo. ¿Qué nos dice la Biblia a este respecto? «Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida no proceden del Padre, sino del mundo» (1ª Juan 2:16). De una forma categórica se nos dice que esta es la fuente de mayores dificultades para un hombre que quiere caminar en rectitud. Es como si el mundo nos sonriera con el dulce rostro de una mujer. Bien pudiera ser una sonrisa de ángel, pero un corazón de demonio.

Es cierto que al final Dios cumplió sus propósitos de destruir a los enemigos de Israel, pero Sansón perdió su dignidad y honor. Dios pudo haber hecho lo mismo como lo hizo con Josué, quien al final de su carrera dijo: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. Sansón pagó muy caro sus propios desvaríos. El que pudo ser el más grande de todos los jueces, terminó su historia que sería recordada muy tristemente.

 

Caudno un santo juega con la unción

El engaño del pecado nos llevará más lejos de lo que pensábamos llegar; nos tendrá más tiempo del que nos imaginamos estar; y sobre todo, el pecado nos hará pagar un precio más alto del que pensábamos pagar. El ultimo versículo con el que se pone fin a la historia de Sansón nos dice: “Y descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Y él juzgó a Israel veinte años” v. 31.

¿Qué pensarían sus padres cuando estaban enterrando al hijo que Dios les dio de una manera milagrosa? ¿Qué pensarían del hijo que quebrantó sus votos como un nazareo, especialmente por haber cedido a la seducción de una mujer llamada Dalila? ¿Sus hermanos que pensaria del que estarían tan orgullosos, a quien ningún hombre podía vencer? A Sansón le faltó lo que le sobró a David, arrepentimiento por su pecado. Le faltó lo que le sobró a José, dominio propio. Le faltó lo que a Pablo le sobró cuando dijo que “todo me es lícito, pero no todo conviene”.

Mis amados descubramos a tiempo el engaño del pecado para que no caigamos en sus brazos y nos venza, nos saque los ojos, y nos haga un esclavo y la burla de los demás. El reto de un santo de Dios es no jugar con la unción que una vez recibió de su Señor.

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