Del escritorio de Julio Ruíz

El Poder de la Esperanza

Un nuevo año ha comenzado. La alegría de su nacimiento ha venido a través de los abrazos espontáneos, del apretón de mano y de los más encomiables deseos, formulados en palabras, cartas, regalos y en todo gesto que se propone desear lo mejor a aquellos que nos son tan estimados. Delante de nosotros se abre una agenda con matizados colores y con elegantes diseños, donde se ha plasmado de una manera indeleble, las semanas, los días y hasta las horas, con el fin de escribir todos nuestros compromisos, expresados en: reuniones, eventos, citas, cumpleaños, vacaciones, … Si no hay "sorpresas en la encrucijada", solo resta esperar un libre fluir de todo aquello que ha sido planificado. Allí, entonces, la disciplina y la constancia serán los instrumentos principales para cumplir con la exigencia que plantea cada jornada. A través de ellas, la palabra "ejecutado", se irá poniendo al final de cada fecha. Y en ese sin igual deseo porque el futuro que comienza a descontar el tiempo, traiga los mejores goces y bendiciones a la vida, hemos de dejar que la esperanza se constituya en una lámpara encendida, de modo que alumbre todo aquello que hemos calendarizado para esta nueva etapa en el devenir del tiempo. Porque es la esperanza lo que le da sentido a la vida. Si ella no subsiste no hay planes que permanezcan. Filón, el filósofo de Alejandría así lo dijo: "La primera semilla del alma racional es la esperanza; ella es la fuente de la vida". Quien no tiene esperanza sacrifica su felicidad.
 
 Hay un poder escondido en la esperanza. Hay una conquista posible en un corazón que no se rinde ante la adversidad. "Mientras le dure al enfermo la vida", decía Cicerón, "le dura la esperanza". En el libro Sobrevivir, escrito por Vitus Droscher, en el capítulo que dedica al estrés en los animales, se hace referencia a un experimento científico realizado en la ciudad de Mainz, Alemania. En primer lugar, una rata fue arrojada sorpresivamente a un estanque de agua. Luego que pasaron tres minutos había muerto de angustia; no pereció ahogada. Se comprobó que murió de un ataque al corazón. Luego fue arrojada al agua una segunda rata, con la diferencia que a esta se le tiró una tablita salvadora y, así, braceando sobre la tabla flotó por diecisiete minutos. Se la sacó, y después de un rato de descanso se le volvió a poner en el agua, pero apoyada desde el mismo comienzo en la tabla salvadora. Continuó nadando durante siete horas. Luego murió por el agotamiento, pero no de angustia. Los científicos llegaron a esta conclusión; cuando se tiene la esperanza de sobrevivir, tanto la vida de los animales como la de los seres humanos se prolonga. Y es que la esperanza alarga la vida porque ella es como la sangre al corazón: lo mantiene palpitando, y hace que el resto del cuerpo se mantenga de pie, moviéndose, sintiéndose, rejuveneciéndose. Ella nos hace ver que, vivimos por lo que esperamos. Porque la esperanza inunda nuestro ser con una certeza triunfadora para alcanzar nuestros más íntimos anhelos. Así tenemos que el hombre que mantiene su esperanza tiene parte del camino andado.
 La esperanza es necesaria para aquellos que han perdido la ilusión por seguir viviendo. Para los que creen que agotaron todo el "combustible" que les mantenía atados a este mundo. Ella la necesita el estudiante cuando todavía no avizora el final de su carrera. La necesita el enfermo cuando el médico no le oculta los riesgos o gravedad de su condición. La necesita el que está esclavizado a un tormentoso vicio, porque la esperanza es "como la segunda alma para el desdichado". La necesita el atleta cuando entra en la recta final de su competencia, porque la vista puesta en el galardón exige un extra para ganar el premio. La necesita el pobre para cambiar su condición y miseria, porque como dijo Shakespeare "Los desgraciados no tienen otra medicina que la esperanza". En fin, la esperanza la necesitamos todos. Ella es la que nos hace creer que vendrán tiempos mejores. Es el poder de la esperanza el que nos levantará todos los días convencidos que podemos ser distintos. Pero sobre todo, será la esperanza en Dios, la más grande de todas, la que le dará el sentido a lo que somos o haremos. Cuando Dios vive en el corazón a través de su Hijo Cristo, esa vida se inunda de la esperanza auténtica, porque como bien lo expresó Pablo: "Que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27) ¡Comience el año con esta esperanza!

 


Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.  

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