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Enemigos Inesperados

El desierto se ha identificado siempre con las pruebas y dificultades por las que pasa un creyente. Lo fue para Israel y lo fue para el Señor Jesucristo. Solo que mientras uno fracasó, debido a sus actitudes y murmuraciones aun teniendo tantas evidencias de la provisión divina, el otro triunfó aunque no comió durante cuarenta días. En su larga travesía por esos lugares inhóspitos, Israel fue sometido a múltiples pruebas porque Dios estaba formando a una nación que sería usada como la representante del monoteísmo, en medio de aquel paganismo e idolatría que vivían el resto de las demás naciones. Las pruebas fueron variadas; sin duda que la sed y el hambre fueron unas de las más notorias. Pero ahora Israel se enfrenta a una prueba diferente. Una horda de forajidos pertenecientes a los amalecitas, quienes no están dispuestos que estos extraños invadan sus tierras, les salen al encuentro presentándoles batalla. Era el primer conflicto armado que ellos librarían. ¿Por qué Dios no actuó como lo había hecho antes? ¿Qué comenzaba mostrarles a través de esto? La victoria que Israel tuvo sobre esta temida gente les hizo ver que Dios también podía librarlos aunque ellos mismos estuvieran al frente de la batalla. Por otra parte, el enfrentar al enemigo usando sus propias armas, sería lo que el pueblo haría con Josué cuando entraron en Canaán. Tenían que acostumbrarse a vencer al enemigo porque la posesión de la tierra planteaba eso. Un detalle interesante en este texto es que por primera vez desde que Israel salió de Egipto no se quejó ni murmuró. ¿Estarían aprendiendo la lección del poder de Dios para vencer todos los obstáculos? Amalec representa lo inesperado en la vida. Representa aquellas pruebas para las que muchas veces no se está preparado. Tienen toda la intención de desanimar al "viajero peregrino". Pero la derrota propinada a Amalec por parte de Josué y sus escogidos, es un gran aliciente para el creyente, pues cada vez que se levante una mano enemiga contra el pueblo de Dios, será derrotado. La consigna nuestra debe ser que a pesar de las pruebas que se encuentra en el desierto de la vida, hay una victoria constante. Eso debiéramos verlo todos los días. Los enemigos inesperados son reales. Veamos por qué.
 
 I. Atacan mientras estamos en nuestro "Refidim" v.8
 
En la vida espiritual tarde o temprano llegaremos a nuestro propio "Refidim". Bien pudiera ser que la confianza en nuestros propios logros, o el concepto que ya no necesito de más crecimiento espiritual, me puede hacer un autosuficiente en el uso de mis recursos y capacidades par llevar la vida cristiana. El Refidim de esta historia nos plantea el gran lugar de la prueba, pero también el gran lugar de la satisfacción. Pareciera que Dios llevó al siervo Moisés a este lugar para que reconociera que aun cuando había llegado a ser el líder más grande que había conocido la historia, hasta ese entonces, siendo un instrumento usado para tan grandes hazañas divinas, su suficiencia no provenía de sus capacidades sino del poder de Dios. Moisés no podía darles ni agua ni comida; era evidente que sólo Dios podía hacerlo. De modo que allí él tuvo el "Refidim" de su propia insuficiencia, pero también tuvo el "Refidim" de su complacencia. La peña golpeada trajo abundancia de agua, y con ello la satisfacción para el pueblo rebelde y murmurador. Esta situación nos lleva a decir que la tranquilidad que produce la satisfacción puede generar un estado de imprevisión. El enemigo del alma es especialista en atacar no solo en el momento menos esperado, sino también cuando la vida pareciera no tener falta de muchas cosas. Por supuesto que el bienestar material seguido del emocional es lo que más se busca en esta vida. No hay nada de malo en esto. Pero el creyente sabe que el bienestar que más necesita es el espiritual, y este se da aun cuando existan o no los demás. Pablo nos enseñó la filosofía del buen vivir cuando lo expuso a los Filipenses: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:12, 13) Si a algo atribuía Pablo las victorias de su vida era a esta declaración que ha servido de tanta inspiración para todos los creyentes en diferentes épocas. De modo, pues, que el enemigo no le da tregua al creyente. Si hemos de vivir una vida cristiana victoriosa debemos estar siempre preparados para los ataques de algún "amalecita". Debemos vivir en el reposo con la espada en la mano. Debemos satisfacer la sed no ignorando al enemigo.
 
 II- Prevalecen cuando bajamos la Guardia v.11
 
En este relato aparece por primera vez la figura de Josué, el hombre de más confianza con que contaba Moisés. A él se le encargó la misión de conducir a Israel en la primera guerra contra el enemigo. Su actitud valiente, obediente y leal le otorgaría a la larga la sucesión al liderazgo de Moisés. Ningún otro tuvo Moisés para enfrentar a los amalecitas como él. Pero Josué no ganaría esa guerra sin que contara con la intervención de Moisés, el líder a quien Dios había escogido para el recorrido del Éxodo. En este episodio del desierto, donde se libró esta primera batalla, hay elementos que parecieran tener cierto toque de magia. Moisés estando en lo alto de la colina, la mejor posición para ver al todo de la guerra, levantaba sus manos hacia el cielo como si estuviera con ello demandando el poder divino para vencer al enemigo. El texto nos dice que mientras las manos de Moisés permanecían en lo alto, prevalecía Josué con sus soldados. Pero cuando este las bajaba, entonces prevalecía el enemigo. No se sabe por qué, pero de alguna manera misteriosa mientras Moisés levantaba sus manos Israel avanzaba contra el enemigo. Esto es muy curioso. Moisés tenía en sus manos la vara que la había usado para traer el poder de Dios de una manera instantánea. Ahora levanta sus manos junto con la vara, pero la victoria no vino sino hasta la puesta del sol. El pasaje cobra más vida e importancia cuando a Moisés tuvo que ponérsele sobre una piedra y Aarón y Hur sostuvieron sus manos. ¿Qué verdad hay en todo esto? Primero está la verdad que hay momentos cuando los enemigos parecieran prevalecer porque descubren nuestras debilidades. Bien pueden ellos aprovechar nuestras "manos cansadas" para insistir en su ataque. Si el enemigo no da tregua cuando mantenemos nuestra fortalece espiritual, es de esperarse que cuando estamos más débiles, su ataque será mayor. Por otro lado, Dios quiere usar no solo la "vara" que nos ha entregado sino también nuestro propio cuerpo (manos) para su obra. Es extraordinario ver a un Dios usando a sus débiles criaturas para sus más grandes fines. Las manos cansadas de Moisés es una figura emblemática que nos hace recordar que una sola persona, aun tratándose del líder, no es suficiente para enfrentar las batallas del Señor. Las manos cansadas del líder nos ofrecen un mensaje de alerta, de cuidado, de auxilio. Hay que aprender acá que solo somos seres humanos, y como tal flaqueamos y nos cansamos en medio del combate. En el caso específico de los pastores que estamos al frente del rebaño nuestras manos también se cansan. Nuestras fuerzas también se agotan. El enemigo tiende a prevalecer cuando esto sucede, pero es allí donde se requiere de que otros estén pendientes para apoyar. Es aquí donde la iglesia debiera estar consciente de las manos que se cansan.
 
 III. Se enfrentan mejor cuando trabajamos en Equipo v.12
 
"Mejor son dos que uno", sentencia el proverbio, y "cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente". En la primera batalla que Moisés libró se dio cuenta que requería de todo un equipo y una buena estrategia para enfrentar al enemigo. Así que escogió primero a Josué con los mejores guerreros. Luego subió a la cumbre del collado con su vara y sus cercanos colaborados, Aarón y Hur. Al principio Moisés lo estaba haciendo sólo el trabajo, y aun cuando él seguía siendo el intercesor delante del Señor por su pueblo, requirió de ayuda para enfrentar la tarea. Es así como aparece en esta escena una participación en equipo. La presencia de estos tres ancianos en la cumbre de esa montaña intercediendo, mientras en el valle se escenifica la batalla, es digna de señalar. La oración, y sólo ella, seguirá siendo la mejor arma para vencer al enemigo. En la armadura espiritual con la que debe vestirse un creyente aparece la oración como el arma más poderosa; así dice el texto: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu , y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Ef. 6:18) La falta de oración en la iglesia y en la vida privada es siempre la ocasión que el enemigo utiliza para propinar las temporales derrotas. Nunca había sido tan necesario como ahora que otros sostengan las manos de la intercesión. El texto dice que cuando Aarón y Hur apoyaron a Moisés "hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol". Si Egipto representaba el poder de las tinieblas, comandadas por Satanás en la persona del Faraón, Amalec bien puede representar el poder de la carne. Ningún enemigo es más sutil y astuto que la carne. Su ataque es inesperado. Este enemigo no ataca desde afuera; él nos provoca desde adentro. Hemos de trabajar en equipo para apoyarnos frente este enemigo que le está trayendo tantas caídas a la iglesia del Señor. Solo las manos levantadas de un pueblo en intercesión los unos por los otros nos dará victoria contra este "Amalec" de nuestras vidas. Consideremos por qué Moisés le presentó de esta manera batalla a este enemigo. No debemos ignorar este tipo de ataque. La guerra contra Amalec se gana con un Josué (representando a Cristo) a través de la intercesión de las manos de un Moisés junto con las de Aarón y las de Hur. 
 
 IV. Su mano no prevalecerá contra el trono de Dios v.16
 
En esta primera batalla se nos dice que "Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada" v.13. Después de tal victoria, Dios le dijo a Moisés que escribiera esto para memoria de las generaciones futuras v. 14. Sin duda para recordarles que de Dios son las batallas y que no hay enemigo sobre la tierra que no quede derrotado frente a su poder. Fue cierto que Amalec siguió teniendo peleas contra el pueblo de Dios, pero ten todas ellas fue derrotado y la Biblia registra que los amalecitas fueron destruidos como pueblo por el rey Ezequías de acuerdo a 1 Crónicas 4:43. Así se cumplió la profecía: "Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo" v. 14. Esto nos confirma que ningún enemigo prevalecerá contra el trono del Señor. Hay aquí una gran motivación para el creyente que se enfrenta a esos enemigos inesperados. Nosotros tenemos ahora la más grande garantía de un intercesor en el cielo mismo, al lado del Padre quien está abogando delante del trono de Dios para concedernos las victorias sobre nuestros enemigos. Nada ni nadie ha prevaleció contra el Señor Jesucristo. Con su muerte en la cruz exhibió a Satanás y su poder de una manera pública. El pecado quedó clavado y derrotado, pues por ellos fue él a la cruz. El aguijón de la muerte ya no nos espoleará más. Todos los enemigos del creyente han sido derrotados. Y la carne, el enemigo con quien andamos y dormimos, también puede ser derrotado en la medida que dejamos que el señorío de Cristo nos gobierne y nos dirija. Al creyente es al único que se le ha prometido tener victoria sobre todos sus enemigos. Solo que tenemos que apropiarnos de la armadura adecuada para vencerlos. ¿Es así cómo actuamos siempre?

 

 


 
 Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.

 

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