Icono del sitio entreCristianos

La prueba de mi comunión con Dios

La prueba de mi comunión con Dios

La comunión con Dios es una prueba de nuestra salvación y nos identifica como cristiano. Inicio de la serie: Las pruebas de la salvación

La prueba de mi comunión con Dios

1 Juan 1:3-8

La razón por la cual hay creyentes con dudas de su salvación es porque no se ven frutos de la salvación  en sus vidas.  Ante esta preocupación del alma, Pablo nos invita a medir la “temperatura” de nuestra fe, para comprobar si somos o no cristianos.

Así lo expresa: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). Yo no sé cuál es su reacción cuando usted  lee un  texto como este ¿qué le produce? ¿Qué despierta su contenido? La iglesia a los corintios tenía muchos dones espirituales, pero también tenía muchos problemas, por eso hubo la necesidad de escribir dos cartas, y se cree que hasta tres, porque una se perdió. Pablo estaba preocupado por las personas de la iglesia porque decían ser creyentes, pero estaban viviendo como si no fueran. La situación de los corintios es la misma de hoy. Hay muchos “creyentes” que piensan ser salvos, pero no lo son.

El creyente verdadero se conoce por sus frutos; esa es la razón para esta nueva serie de mensajes. Un verdadero creyente es una persona nacida de nuevo, con pruebas visibles de su conversión. La conversión de una persona a Cristo es una obra tan sobrenatural como la misma creación hecha por Dios. El hombre nace con un corazón caído, corrupto, adámico. Pero ese corazón endurecido puede ser cambiado por medio del evangelio. ¿Ha sido usted cambiado de esa manera? Usted dice ser cristiano, ¿es usted salvo?

No le estoy preguntando si viene a la iglesia; le estoy preguntando ¿es usted salvo? El presente mensaje nos va a ayudar a saber si soy salvo o no. Les propongo estudiar la primera carta de Juan para comprobar por medio de varias pruebas, nuestra legítima salvación. Acompáñenme a partir de hoy en estos nuevos mensajes. Conozcamos las pruebas de la salvación.  Hablemos de los tres tipos de comunión para comprobar si hemos nacido de nuevo.

La prueba de mi comunión con Dios

Se basa en la revelación de nuestro Señor Jesucristo

1 Juan 1:1. Hay tres escrituras con la palabra “principio” y todas se relacionan con Dios. En Génesis 1:1 se nos dice “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”. En Juan 1:1 se nos dice “en el principio era el Verbo”; y ahora otra vez, en 1Juan 1:1 se nos dice “lo que era desde el principio”. Semejante declaración tiene como propósito mostrarnos la eternidad de nuestro Señor.

El propósito de Juan es mostrar a sus lectores el carácter cristiano del mensaje del evangelio. Jesucristo nació en Belén, pero ya estaba desde el principio. Si bien Juan no habla de la historia de Jesús, como lo hace Mateo y Lucas, si nos recuerda de haberlo visto, contemplado y  tocado. El fue Verbo hecho carne, el “Verbo de vida” como le llama.

Cristo se reveló como el Hijo amado de Dios y luego se entregó para nuestra salvación. Él es real, y habiendo estado con Dios desde el principio, ahora ha entrado en la esfera de la experiencia humana. El mensaje de Dios vino a los hombres para ser oído. La prueba de ser un hijo de Dios está relacionada con mi experiencia con el Verbo hecho carne. Es el testimonio de mi encuentro con él. Juan lo oyó, lo vio y lo contempló. ¿Ha tenido esa experiencia?

Se basa en el anuncio hecho a través del evangelio

1 Juan 1:2. Juan fue el apóstol más longevo de todos. Aun viviendo como un anciano en la isla de Patmos, desterrado por causa de la persecución, fue un testigo fiel de Cristo. En su testimonio él habla de aquella vida manifestada y vista, pero también de haberla anunciado como el evangelio glorioso, el de “la vida eterna”.

Aquella preciosa vida de Jesúsla cual estaba con el Padre” se nos manifestó en medio de nosotros. ¿Qué significa esto? Que ahora Jesucristo es la suprema revelación que hace Dios de sí mismo. Él ha llegado a ser la revelación final de Dios para comunicarnos su amor.

Jesucristo es la Palabra personal de Dios, además de todas las palabras habladas y las cumplidas en él. Si usted afirma ser un creyente, pero no ha conocido a Cristo en esa revelación especial, y personal, pues solo ha oído de un Cristo histórico, más no de este Cristo manifestado. El conocimiento de Juan acerca de Cristo lo llevó a dar testimonio de él y a anunciarlo. He aquí una prueba de mi salvación. Si yo no testifico a nadie acerca de Cristo, lo más probable es que no lo conozca. Considere esto, usted siempre va a hablar de un tema favorito ¿cuál es? Y por qué Jesucristo no es el tema favorito de nuestra conversación.    

Se basa en una comunión verdadera con el Padre

1 Juan 1:3. La otra prueba de mi salvación es la comunión con el Padre. Juan es el hombre de la comunión, solo en este primer capítulo la encontramos cuatro veces (v. 3, 6, 7). Juan les habla de compartir con él la comunión de la cual está gozando, pero añade inmediatamente: esa comunión debe ser con el Padre y con el Hijo.

Y para entender mejor el planteamiento de Juan, la definición de la palabra “comunión” acá nos ayudará en el pensamiento del apóstol. “Comunión” es la traducción de una palabra griega que literalmente significa “tener en común”. En este sentido, dos o más personas tienen comunión cuando tienen algo en común unión. Este era el caso de Jacobo y Juan quienes compartían con Simón la actividad de la pesca (Lucas 5:10). Pablo y Tito participaban en una fe común (Tito 1:4).  Considere al matrimonio. Esa debería ser la relación donde más se aprecie la común unión. He aquí el desafío de la prueba de mi testimonio.

Si no vivo en comunión con el Padre y con el Hijo debo considerar si realmente soy salvo. Si lo primero en buscar en mi corazón es cualquier otra comunión  y no la del Señor, debo saber que algo mal está en mi vida.

La prueba de mi comunión con la luz

Dios es luz, debo andar en luz

1 Juan 1:5. Juan mantiene su línea de pensamiento para mostrar a sus lectores la necesidad de la seguridad de salvación. Como pastor le preocupaba la actitud de algunos de ellos, especialmente en el asunto de distinguir quién era realmente el Dios en quien habían creído. Probablemente algunos de ellos andaban viviendo vidas muy lejos de su presencia, por eso introduce el texto: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”.

La naturaleza de Dios es de una gloria eximia, de total resplandor, y sin ningún tipo de oscuridad. Otros textos van a decirnos: “No hay comunión entre la luz y las tinieblas”; ytambién: “La luz en las tinieblas resplandece”. ¿Por qué Juan nos presenta a Dios en esta definición, una de las tantas que usará en esta carta, y en el contexto de la comunión del creyente con la iglesia?

Porque la vida de un auténtico creyente tiene como característica una vida llena de luz.

Mi andar no puede ser otro, sino el andar en luz. Y esto no es nuevo porque ya Jesucristo nos había dicho: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas […]” (Juan 8:12).

 Pero también nos dijo: “Vosotros sois la luz del mundo […]” (Mateo 5:14). Si esa luz no está en tu vida, no hay frutos de tu salvación.  

Si andamos en tinieblas mentimos

1 Juan 1:6. He aquí otra prueba mayor: la prueba de andar en la luz o en las tinieblas. Esta prueba es la de mayor desafío. Note los varios “si” condicionales en este pasaje:“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Esta es otra manera de decir: ‘Si digo que soy cristiano, pero ando practicando otras cosas contrarias a la luz, estoy mintiendo’. Ahora bien, si esta es mi condición espiritual, esto es falso, porque “no practicamos la verdad”.

Este es un texto sumamente serio. La vida de un auténtico creyente es de un andar en la luz. Caminar en la luz es vivir en santa comunión con el Señor. Ese es nuestro reto continuo. Pero el pecado a menudo interrumpe ese anhelo de vivir en la luz y nos lleva otra vez a las tinieblas. Esa clase de vida fue la descrita por Pablo en Romanos 7. Seguramente Pablo tuvo una lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre el pecado y la santidad de Dios.

 Como nuestro tema es referente a las pruebas de mi salvación, el pensamiento principal acá es que, si vivimos en pecado, nuestra profesión de seguir a Cristo es falsa. Mentir y no practicar la verdad serán las consecuencias.

.

Si andamos en luz, su sangre nos limpia de pecado

1 Juan 1:7. Caminar en la luz debería ser la norma natural de un convertido del Señor. Quien esto hace vive bajo la cobertura de Dios, porque él no tiene comunión con las tinieblas. El verdadero cristiano se asemeja a Dios en su carácter santo; no es que tenga su misma naturaleza, porque Dios no tiene pecado, pero la meta del creyente seguirá siendo su santidad.

Cuando esto hacemos tenemos dos poderosos resultados. Primeramente, tenemos “comunión unos con otros”. He aquí una de las pruebas más grandes de mi salvación. No puede alguien llamarse hijo de Dios si perdió su comunión con sus hermanos. La iglesia por ser un organismo vivo está compuesta por seres humanos con sus imperfecciones.

Y esta situación muchas veces produce desánimo y desaliento en algunos, pero esa no es la causa de abandonarla. No vamos a encontrar una iglesia perfecta, pero un verdadero cristiano jamás deja a su iglesia, porque es allí donde participa de la real comunión (1 Pedro 2:5). Vea el otro resultado: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Cuando ando en luz, vivo bajo la cobertura del poder de la sangre de Cristo que me limpia de todo pecado. Viva siempre en la luz del Señor.

El testimonio de mi comunión con la Verdad

La realidad del pecado en nosotros

1 Juan 1:8. En este texto tenemos varios “si” condicionales, y dos de ellos están relacionados con el tema de la verdad. Uno dice: “si decimos que no hemos pecado” (v. 8), y el otro dice: “si decimos que no hemos pecado” (v. 10). Cuando alguien se justifica delante de los hombres y de Dios, porque dice no tener pecados, se engaña a sí mismo. La Biblia dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10, 11).

El testimonio del corazón de un convertido del Señor sabe cuán pecador es y cuánto necesita del perdón de su pecado. Cuando Juan dijo esto, a lo mejor fue para traer una seria advertencia contra la secta de los nicolaitas, quienes enseñaban que nada estaba prohibido a los hijos de Dios bajo el evangelio, por la libertad recibida.

Y esto era una verdadera deformación del evangelio, y un vil engaño; y al hacer esto, “la verdad no está en nosotros”. Esto es una evidencia de un no cristiano. A este respecto, el mismo Pedro nos dice: “como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16). Mientras más reconocemos los pecados, más practicaremos la verdad.

La necesidad de la confesión

1 Juan 1:9. No es suficiente saber cuán pecador soy, sino que me dispongo a confesarlos y apartarme de ellos. Cuando eso hago, mi propio corazón testificará de mi salvación. Un resumen de este texto lo podemos ver de esta manera. No hay tinieblas en Dios y tampoco debería haber en nosotros si andamos en su luz.

Los dos problemas con respecto al pecado son, por un lado, suponer que no tengo pecado; aquí entran los moralistas que viven con una justicia propia; y por otro lado, estar consciente de mis pecados, pero dándome la licencia de vivir  practicándolos. Si esto fuera el caso, es allí donde el presente versículo se constituye en el más importante para mi vida, y para el testimonio de mi corazón si soy un hijo de Dios. El perdón de nuestros pecados supone una confesión, y la confesión da por hecho un arrepentimiento. Si esto no ocurre, no hay seguridad de mi salvación.


¿Cuál es la promesa de este texto? Lo primero es la fidelidad y la justicia de Dios: “Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. Pero el perdón de mis pecados no es un acto de justicia, sino de misericordia, porque nadie merece ser perdonado. El segundo resultado es la limpieza de mi corazón, como si nunca hubiera pecado. Bendita gracia.

La prueba de mi comunión

Hay una historia de los nativos de Nueva Guinea, cuando hacían sus rituales, cantos y danzas. Se vuelven frenéticos y el ritual culmina con las llamadas “canciones del asesinato”, en las que gritan ante Dios los nombres de las personas que desean matar. Cuando los indígenas se hicieron cristianos, conservaron estas costumbres y ese rito.

Sin embargo, en los cantos de asesinato ya no gritaban los nombres de las personas que odiaban, sino los nombres de los pecados que odiaban, y pedían a Dios que los destruyera. (Fuente desconocida). ¿Odiamos los pecados de nuestro corazón? ¿Son estas pruebas una certeza de mi salvación? ¿Me identifico con la prueba del testimonio de la comunión con Dios, con el mundo y con mi corazón? Si no paso estas pruebas debo seriamente revisar mi relación con Dios y la seguridad de mi salvación.  

Estudios de la serie: Las pruebas de la salvación

Salir de la versión móvil