Del escritorio de Julio Ruíz

El examen mayor

El examen mayor

Salmo 139:23-24

Muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas hemos pasado por exámenes extremadamente difíciles. ¿Recuerda aquellos cuando era un joven estudiante? ¿Qué tal los exámenes de matemática, química o física? En mi país lo llamaban “las tres Marías”, como para recodarnos a qué nos enfrentábamos con ese examen.

 Piense en un examen de una biopsia donde su médico quiere descartar la presencia de un cáncer en su cuerpo. Qué tal el examen para hacerme ciudadano del país donde tengo que aprenderme 100 preguntas. Uno de los asuntos con los exámenes es la realidad de los nervios y la ansiedad por los resultados finales. Estos exámenes son temporales, y seguramente muchos de ellos los hemos pasado con éxito.

Pero ¿qué tal el presente examen al cual se enfrentó David en este salmo? ¿Por qué llegó él a esta conclusión en un pasaje donde ha tocado temas tan íntimos y especialmente aquellos donde define la omnisciencia y la omnipresencia de Dios?

Una de las cosas afirmadas por la palabra es aquella donde Pablo nos dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más Cristo vive en mi” (Gálatas 2:20).

Pero si esto es así ¿por qué parece que algo más vive en nosotros, además de Jesús? ¿Por qué tenemos una lucha tan grande con el pecado? Seguramente usted ha orado a Dios con mucha intensidad por ellos, pero se da cuenta cuán frecuente es en nuestra mente. Nuestra lucha contra el pecado es la misma de Pablo de acuerdo con Romanos 7:21. Abrámonos a este riguroso examen. No le tengamos miedo al examen de los presentes imperativos.

El primer imperativo es examíname

Examíname, oh Dios…

Salmo 139:23a.  David fue el hombre con uno de los corajes más grandes se conozcan en la historia de la Biblia. No sólo fue un extraordinario guerrero al enfrentar a sus enemigos, saliendo siempre victorioso.

 Sin embargo, su más grande coraje lo ha mostrado ahora delante de su Dios, poniéndose en sus manos y permitiendo este examen. En la ocasión cuando pecó contra Dios por haber hecho un censo para saber cuánto era su poderío militar, Dios le propuso tres tipos de castigos, y cuando el profeta Gad fue a visitarlo, él optó por el tercer castigo, cuando dijo: “Ruego que yo caiga en la mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas en extremo; pero que no caiga en manos de hombres” (1 Crónica 21:1-13).

 Así era su carácter, y ahora cuando sabe hasta dónde Dios lo conoce, y lo ve, no quiere a más nadie para ser examinado, sino a Él. Esta es una oración osada, porque no es lo mismo el examen de los hombres, que el examen de Dios. Cuando abrimos la puerta al examen de Dios, le estamos permitiendo revisar los lugares donde guardamos algunos secretos, no vistos por los hombres. ¿Cuáles serán los secretos que Dios encontrará?

Conoce mi corazón…

Salmo 139:23b.  El verbo hebreo “conocer” es usado en este salmo seis veces (vv. 1, 2, 4, 14, 23ª, 23b). David comienza diciendo “tú me has examinado y conocido” v. 1, y termina diciendo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón {…}”. En la primera oración podemos ver el conocimiento de Dios respecto a nuestro origen y nuestras actividades; nada se le escapa en la forma cómo Dios nos conoce.

 Ahora, cuando David ya es mayor, y ha pasado por tantas pruebas y tentaciones, le pide a Dios examinarlo profundamente.  La relación íntima con alguien es considerada como el asunto más profundo del corazón humano. El ser conocido y el ser amado es la pasión más grande del alma.

 Cuando invitamos a Dios a examinarnos, y especialmente a conocer nuestro corazón, nos estamos arriesgando, porque al abrirle a Él nuestra puerta de esta manera, pudiera encontrarse con algo que no será de su agrado. Una de las definiciones más fuertes acerca del corazón es su perversidad (Jeremías 17:9). Permitir a Dios su examen es como una cirugía de corazón abierto, allí se verá su real condición. Pero Dios no hará nada sin nuestro consentimiento.

El segundo imperativo es pruébame

Pruébame…

Salmo 139:23c.  Este imperativo es el más difícil de los tres de este texto. Probar algo es buscar la calidad. Los buscadores de perlas tienen métodos para probar si son falsas o auténticas. Hay por lo menos cinco pruebas, pero la más importante de todas es “la prueba de la mordida”. Esa prueba consiste en colocar la perla entre los dientes superiores e inferiores y luego morderla suavemente sobre ella.

También tienes la opción de frotar suavemente la perla contra el exterior de sus dientes. En ese momento de la prueba, la persona debe prestar atención cuando la perla entra en contacto con tus dientes. La perla real tiene una superficie hecha de nácar con una sensación arenosa. Por lo tanto, si al morderla se siente como el roce de papel de lija, eso es una prueba de que una perla es real.  

Cuando David le da permiso a Dios para probarlo, lo hace en su contexto inmediato. Este deseo de ser probado era para confirmar su lealtad, y comprobar de esa manera, que él no era como los impíos mencionados en 139:19–22.  David sabía de los hombres impíos y sanguinarios, pero él los aborrecía, por lo tanto, se somete al examen mayor para ser distintos a todos ellos.  

Conoce mis pensamientos

Salmo 139:23d.  David conocía la batalla de sus pensamientos. En ese deseo de ser probado, los pensamientos se constituyen en nuestro mayor escrutinio, revelando quiénes somos realmente. David no dejó un lugar escondido en su intimidad donde Dios no lo probara. Pedirle a Dios: “conoce mis pensamientos”, es abrirle la puerta a una relación más profunda.

De hecho, la palabra “conocer” acá es la misma utilizada en la Biblia cuando se habla de una relación íntima entre un hombre y una mujer. Es la palabra hebrea “yada” cuyo significado es “conocer por experiencia de una manera íntima”. La primera vez cuando apareció esa palabra fue en Génesis 4:1; allí se dice: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín {…}”.

En el aspecto humano no hay una relación más íntima como la relación sexual, porque los dos llegan a ser una sola carne. Otro aspecto es cuando alguien logra dominar los pensamientos de otro, controlándole. Eso pasa con las ideologías modernas, especialmente la comunista y la de género, tan mencionadas ahora. Pero imagínese a Dios dominando mis pensamientos.  Qué clase de persona sería si Dios dominará mis pensamientos; bueno, esta fue la recomendación Pablo de acuerdo con (2 Corintios 10:5).

El tercer imperativo es guíame

Ve sin hay en mi camino de perversidad

Salmo 139:24a. Entrar a nuestro propio corazón con el propósito de ver su condición demanda un gran coraje, y solo hay dos personas que pueden hacer esto: Dios y yo mismo. Como la perversidad es algo latente en mi vida, el escrutinio de mis caminos debe ser el asunto más importante. David pareció no haber estado conforme con el examen de parte de Dios. Ahora utiliza el verbo “ver” respecto a los caminos por donde anda.

Por cuanto el tema dominante del salmo ha sido el atributo de la omnipresencia de Dios, le invita ahora a mirar sus caminos; eso es, al lugar donde se dirigen sus pies.  Cuando David le pide a Dios ver su camino, no es porque andaba perversamente, sino más bien es un anticipo en su oración para ser preservado de alguna desviación de su corazón, con la cual pudiera estar luchando.

Suena raro hablar de un camino de perversidad en la vida de un santo de Dios; pero esto no es extraño. A veces pudiera haber alguna tendencia a algo prohibido, o por estar viendo algo donde se fija mi vista y así andar por “caminos de perversidad”. La invitación del salmista a Dios es para mirar por dónde andan sus pies. Esta es la oración más comprometedora de nuestra vida cristiana.

¿Qué es un camino de perversidad?

Spurgeon ha dicho de este texto que “del mismo modo que aborrezco todo camino de perversidad en los malos, también odiaría que lo hubiera en mí”. ¿Por qué se dice esto? Porque en el corazón hay muchos caminos a los cuales a menudo obedecemos y seguimos. No será extraño descubrir los caminos del orgullo, del egoísmo, de la mundanalidad, o aquellos donde buscamos placeres vacíos, honores, fama, etc.

¿Cuál será el camino donde anda su corazón? ¿Hay alguna perversidad? Le menciono otros donde de repente no ve mucha “perversidad”. Qué tal la apatía respecto a una vida íntima de oración y el examen de la palabra. Déjeme llevarle a otro camino no tan “perverso”. Qué tal el camino de mis propias decisiones, llegando a la desobediencia al Señor.

Mis amados, si estos caminos u otros no nombrados acá, son por donde anda mi corazón, entonces la oración de David debo hacerla en todo el tiempo: “Señor, ve si hay en mí camino de perversidad”. Si hubiera una tendencia continua al mal en mi corazón, debo orar: Señor regrésame, zarandéame, quebrántame, humíllame, confróntame, pero, sobre todo, acércame a ti.  

Y guíame por el camino eterno

Salmo 139:24b.  Hay un camino eterno, porque los demás son temporales, pasajeros, y muchos de ellos son caminos de maldad.La Biblia habla de aquellos caminos con una apariencia de rectitud, pero al final son caminos de muerte (Proverbios 14:12). Muchos andan por esos caminos, y si bien pudieran ellos llevarlos a una eternidad, no será la eternidad de la cual David nos habla en este texto.

Cuando Dios nos examina, nos prueba, y al ver lo que hay dentro, nos limpia de todo pecado, y deja nuestro corazón apto para adorarlo de modo de transitar el camino de la santidad, cuyo fin será una eternidad con Dios. David está consciente de la importancia de caminar en rectitud delante de su Dios. Él conoció los caminos de la perversidad, haciendo cosas para las cuáles jamás pensó que su corazón se prestaría.

 Sin embargo, en la quietud de su alma, y después de haber mencionado en el salmo los más más grandes atributos divinos, ahora hace una oración final donde desea estar al final de sus años. Por cuanto David mencionó los posibles lugares a dónde podría huir, sin éxito alguno, ahora le pide a su Dios que sea Él que lo conduzca más allá del sol, a su cielo prometido. Y el único guía para el camino eterno es Cristo, no hay otro. ¿Anda por ese camino?

El examen mayor

Un resumen de todo este salmo nos lleva a estas consideraciones. Dios me había conocido aun antes de mi concepción, y cuando ya estaba en el vientre, allí “mi embrión vio tus ojos”.  

Dios ha escudriñado mi vida completamente. Él sabe de mi andar y mi reposo y todos mis caminos no son desconocidos. Dios conoce aún lo que no hemos hecho. Él ve nuestros pensamientos, aun de lejos, y todavía no está la palabra en nuestra boca, y ya lo sabe todo.

Y Dios muestra su interés por nosotros al rodearnos por delante y por detrás. Todo lo expresado por David en este salmo es para afirmar dos grandes atributos divinos: la omnisciencia divina y la omnipresencia de Dios. Y es frente a esto, al sentirse desnudo en su presencia y después de haber apreciado ese conocimiento, siendo demasiado maravilloso para él, que termina de rodillas, postrado, humillado con esta oración de los versículos 23 y 24. ¿Por qué no caemos nosotros también delante de él pidiendo un examen mayor?

Los estudios de esta serie del Salm o 139

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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América
América
2 años de haberse escrito

Gloria a Dios, por su palabra. Excelente enseñanza y de mucha bendición. Dios le bendiga

Julio
Julio
2 años de haberse escrito
Contestar a  América

Amen, mi apreciada hermana America

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