Del escritorio de Julio Ruíz

Venid, comprad sin dinero y sin precio

comprad sin dinero

Dios nos dice: Venid, comprad sin dinero. El nos ofrece lo que necesitamos, esta es una invitación al verdadero gozo.

Isaías 55:1-3

El muy conocido y laureado poeta mexicano Amado Nervo, hablando del gozo  de la  satisfacción en la vida, escribió lo siguiente: “Si eres pequeño, alégrate, porque tu pequeñez sirve de contraste a otros en el universo. Si eres grande, alégrate, porque lo invisible se manifestó en ti de manera más excelente, porque eres un éxito del Artista eterno.

Si estás sano, alégrate, porque en ti las fuerzas de la naturaleza han llegado a la ponderación y la armonía. Alégrate si estás enfermo porque luchan en tu organismo fuerzas contrarias que acaso buscan un resultado de belleza. Si eres rico, alégrate, por toda la fuerza que el Destino ha puesto en tus manos, para que las derrames. Si eres pobre, alégrate, porque tus alas serán ligeras, porque la vida te sujetará menos, porque el Padre realizará en ti más directamente que en el rico el amable prodigio periódico del pan cotidiano.

Alégrate si amas, porque eres más semejante a Dios que a los otros. Si eres amado alégrate  porque hay en esto una predestinación maravillosa. Alégrate si eres pequeño; si eres grande alégrate; alégrate si tienes salud; alégrate si la has perdido;  si eres rico alégrate; alégrate si eres pobre; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre, siempre, siempre, siempre, siempre” (502 Ilustraciones, CBP. Pág. 63). Lo escrito por este poeta no siempre es la verdad en las personas. Por lo general somos muy inconformes con lo que somos o lo que tenemos.

Pocas personas alcanzan un nivel de satisfacción. Si tuviéramos que sumar la vida entre las quejas y la gratitud, creo que al final del día mostraríamos un déficit. La satisfacción no parece ser lo que más distingue a la gente de nuestro tiempo. El afán por obtener más cosas es un claro reflejo de una sociedad que no encuentra satisfacción en lo que busca.

El profeta no pudo estar más acertado cuando preguntó: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?  Cuántos hay que viven más para satisfacer su carne, pero jamás satisfacen su alma. La invitación de hoy pretende ayudarnos a comprender cuál es el verdadero rostro de la satisfacción cristiana. Descubramos esto en nuestra predicación.

En esta invitación que Dios hace hay una oferta para comprar sin dinero todo lo que satisface

Dios ofrece una  provisión  correcta

Isaías 55:1. Las invitaciones de Dios siempre serán las mejores, y  todas son gratuitas. Esto confirma que Dios es el ser más dadivoso que existe. Así que estas ofertas se plantean como demasiadas buenas para dejarlas a un lado. Observe cuáles son las tres sustancias que Dios ofrece gratuitamente: agua, vino y leche.

El agua es sumamente importante para el cuerpo. Se nos dice que estamos compuestos entre 60 y 70% de agua. Esto plantea que necesitamos mucha agua para estar vivos. Nadie podría durar tres días sin tomar agua. El agua en la Biblia es una imagen del nuevo nacimiento (Jn. 3:5). Jesús se nos presenta como el agua viva que calma la sed (Jn. 7:37). La mujer samaritana es el mejor ejemplo de ello (Jn. 4:13-14).

La otra sustancia que ofrece es el vino, símbolo de alegría. No es extraño que el primer milagro que Jesús hizo tuviera que ver con vino. Es un símbolo del Espíritu Santo, debido al gozo que produce en nosotros (Jn. 14:16-18). Pero también ofrece leche. La leche es esencial para el crecimiento saludable. La leche es una figura de la palabra de Dios (1 Pe. 2:2). Cuando bebemos de esa leche la vida espiritual será altamente fortalecida. Estas tres sustancias representan la esencia del  evangelio. Hay una satisfacción plena cuando venimos a Cristo.

Dios ofrece una compra gratuita

Isaías 55:1b. En el mundo tú no consigues nada gratis. Tienes que pagar por todo.  Hay un sutil engaño en las llamadas ofertas “gratis” de las mercancías; al final siempre tendrás que pagar algo.  Así que  la verdad es otra.  Observa todo lo que tienes ahora y verás el costo de cada cosa.

Esto se aplica también en la oferta de los deseos de la carne y del pecado. El tentador le dijo a Eva que no moriría, pero hasta el día de hoy arrastramos las consecuencias de aquel engaño. Detrás de casa promesa de felicidad que nos muestra la concupiscencia de la carne, hay un altísimo precio que al final se paga. Pero al contrario de esto,  las cosas que  Dios nos da gratuitamente,  todas son para nuestra felicidad.

Observa: Dios te creó y no te cobró nada. Desde que naciste puso todo a tu disposición y no te cobró nada. Cuando tenías que pagar por cada uno de tus pecados, Dios puso a su Hijo Jesucristo para que fueras “justificado gratuitamente” mediante su redención (Ro. 3:24).  Dios no te ha cobrado nada de todo lo que te ha dado. Lo único que pide a cambio es que tú aceptes su regalo de salvación y te decidas andar con él en obediencia. Venga a comprar sin dinero. Eso solo ocurre  con el Señor.

En esta invitación Dios revela las oportunidad que conducen al destino eterno

La oportunidad para la salvación

Isaías 55:2. Este pasaje de Isaías pudiera ser el Juan 3:16 del Nuevo Testamento. Es una fotografía hermosa de la salvación. Lo que  Dios promete gratuitamente es en esencia el gran mensaje de su gracia. Nadie está excluido de esta oferta. ¿Por qué este llamado de Dios? 

El alma en su estado natural está separa de Dios (Isa. 59:2),  y en un peligro terrible (Eze . 18:4) . Cada alma que nace está manchada por el pecado (Ro. 3:10-23). Y hay una sentencia eterna para todos los que nacen físicamente, pero no nacen espiritualmente (Ro. 6:23; Sal. 09:17). Cuando una persona recibe la oferta gratuita de Dios para tomar el “agua viva”, creyendo con ello en el evangelio de la gracia, esa persona es salvada.

El acto que le sigue a esto es que ya “no hay condenación para los que andan en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Que somos salvados de la ira divina (Ro. 5:8). Que pasamos de muerte a vida (Jn. 5:24), llegando a ser nuevas criaturas (2 Cor. 5:17). El profeta resalta en su texto el hecho de venir ante Dios y recibir esa salvación por fe. Hace referencia al acto de “comprar sin dinero”.  No hay en el mundo donde esto suceda, por lo tanto  esto es una referencia a Dios y su  salvación eterna.  

La Oportunidad Para Satisfacción

Isaías 55:2b.  El presente versículo  nos muestra una declaración extraordinaria: “…y se deleitará vuestra alma con grosura”. Es una figura tomada de los sacrificios donde la grosura una vez quemada, llegaba a ser el deleite divino. Pero note ahora que el deleite no es para el cuerpo, sino para el alma.

Hay una diferencia en deleitar al cuerpo con “grosura” y  deleitar al alma.  La palabra ” grosura” significa “abundancia”.  Cuando Dios salva a un alma, la llena de “grosura”. ¡Interesante, cierto! Esto nos lleva a la conclusión que  Cristo vino para darnos vida y vida con “grosura” (parafraseando sus palabras). Enfáticamente dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn.  10:10). 

Jesús vino para satisfacer el alma. Así que una persona salvada ya no busca la satisfacción en el mundo. La felicidad que buscada en todas las ofertas engañosas de la carne, el mundo y el pecado, ahora han quedado satisfechas en él.  El alma redimida encuentra todo lo que necesita en Jesús para disfrutar de verdadera paz y satisfacción. Pablo nos dijo: “Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Col. 2:10). ¡Qué más podamos desear!

La oportunidad para la Seguridad eterna

Isaías 55:3.    Otra  parte de este texto dice: “y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”. La promesa de Dios para su pueblo fue la de establecer un pacto eterno. Recordemos que algunos de esos pactos fueron condicionales, hasta donde el hombre podía cumplir su parte. En algunos casos,  Dios promete que bendecirá a su pueblo en base a su obediencia. Así que este pacto sólo tiene un requisito:

Cuando una persona acepta la oferta gratuita de Dios, y bebe el “agua de la vida”,  Dios hace un  pacto eterno incondicional con ellos. Póngale el nombre que usted quiera como “seguridad eterna”, “una vez salvo siempre salvo”, “vida eterna”, etc., todo significa lo mismo. El apóstol Juan es un abanderado en el tema de la seguridad eterna.

En el contexto donde Jesús habla de él como “el pan que descendió del cielo”, nos da la seguridad que tienen los salvados por cuanto los mismos han sido enviados por el  Padre (Jn. 6:37-40). Aquellos que compran gratuitamente agua, vino y leche, se les asegura que no perecerán jamás. Esta es la gran promesa de Juan 10:28. Para los que creen en el Señor, él les da la eterna promesa de ser guardados para siempre  (1 Pe.1:5).

En esta invitación que Dios hace hay unas condiciones que deben ser completadas

“A todos los sedientos…” 

Isaías 55: 1a.   Desde el punto de vista físico, nadie podría vivir sin  tomar agua. Se nos recomienda tomar hasta unos ocho vasos de agua por día para que el cuerpo haga su trabajo completo. Todos los seres humanos tenemos esta necesidad por ese líquido precioso.

Pero la verdad es que mientras todos pasamos por lo experiencia de la sed física, no todos llegan a tener el mismo nivel de sed espiritual. La verdad es que algunos ya se sienten satisfechos por las cosas que poseen. No tienen necesidad de la obra de Dios en sus vidas.

Por cuanto son otras cosas que han “calmado” su sed, no tienen necesidad de más nada. ¿Conoce usted a algunos de ellos? Pero también es cierto que hay muchos con una sed espiritual. Son aquellos que reconocen que no siempre los placeres llenan la vida y satisfacen el alma. Hay muchos como aquel joven rico, quien teniendo todo: juventud, riquezas y vida moralmente aceptable, se dio cuenta que le faltaba una cosa. Pero hay que reconocer que el deseo de Dios en la vida no es una experiencia natural.

La verdad es que tiene que ser el Espíritu Santo que comienza a tratar con el ser humano hasta llevarlo a una contrición y aun arrepentimiento de manera que se vuelva a Dios. La salvación no vendrá a menos que yo tenga sed (Jn. 7:37-39). He aquí la invitación universal.

“Inclinad vuestro oído… y vivirá vuestra alma”

Isaías 55:3a. En todo este texto  Dios le dice a Israel que escuche cuatro veces. Cuando hay un llamado de este tipo en la Biblia es porque Dios está llamándonos de una manera particular la atención. De hecho hay varios llamados acá: venid a las aguas, venid a comprad, venid a comer,  y sobre todo, venid a mí. 

¿Cuál es el mensaje de todo esto? Si hay una sed no calmada en su vida, si usted no está satisfecho con la manera como vive, entonces el Señor le dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí…”. Cada invitación de Dios primero debe ser oída. La Biblia nos dice que la fe viene por el oír (Ro. 10:17).

Una de las grandes quejas de Dios era que su pueblo no le escuchaba. El hombre por su naturaleza descarriada inclina su oído a otras voces. La perdición en la que vive tanta gente hoy se debe a la obediencia que ha dado a la voz de la fama, de la fortuna, de la avaricia y a la voz de sus deseos.

Pero cuando el hombre inclina su oído a la voz de Dios, el resultado será que “vivirá vuestra alma”. Cuando se habla del tema de la salvación y su urgencia, se nos dice: “Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón” (He. 3:15). Y Jesús apeló a la importancia de “inclinad vuestro oído”, cuando al llamar a sus ovejas, dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen…”.

 

Venid y comprad sin dinero

Una historia cuenta de una mujer sabia quien viajando por las montañas consiguió una piedra preciosa en un arroyo. Al día siguiente se encontró con un viajero que estaba hambriento, y la mujer sabia abrió su bolsa para compartir su comida.

El viajero hambriento vio la piedra preciosa y le pidió a la mujer  que se la regalara. Ella le dio la piedra   sin vacilar. El viajero la tomó y salió regocijado con su buena fortuna. Este hombre salió convencido que aquella  piedra valía lo suficiente para darle la seguridad para el resto de su vida.

Pero  unos días más tarde el viajero regresó para devolver la piedra a la mujer sabia. El hombre pensó, y dijo: “Yo sé lo valioso que es esta piedra para usted, pero se la devuelvo con la esperanza que usted me puede dar algo aún más precioso que ella. “¿Y qué será eso más precioso que esta piedra?”, dijo la mujer.  “Dame lo que tienes dentro de ti que te permitió darme esta piedra”, fue la respuesta del viajero.

Esa mujer sabia podía dejar de lado a su preciosa piedra porque sabía que la verdadera felicidad se encuentra dentro de nosotros mismos,  en el corazón. Ella no necesitaba riquezas para dar alegría. ¿Y qué tal usted? ¿Dónde está el secreto de su gozo? ¿Cuál sería su respuesta a la invitación de hoy?

Venid, pues, los sedientos a las aguas y comprad sin dinero y sin precio vino y leche. Sacien sus vidas gratuitamente a través la salvación que ofrece el salvador Jesucristo. Ven hoy a él. Sacia tu sed en Jesucristo, el “agua de vida”.

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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Fernando Morales
Fernando Morales
1 año de haberse escrito

muy buena exposición bendiciones a usted pastor.

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